Amie Dieter y Andrew Miller están esperando que lleguen sus gemelos, además de vecinos nuevos.
La pareja y otros residentes viven en una comunidad de personas sin hogar ubicada en una colina rocosa cerca de la orilla del río Animas justo al sur de Durango, Colorado. A principios de abril, mientras el país y Colorado se preparaban para enfrentar los efectos del coronavirus, alrededor de 30 personas vivían en la propiedad, un número que ahora ya suma alrededor de 50, según la Oficina del Alguacil del Condado de La Plata.
La gente local conoce el área como los Acantilados Morados (Purple Cliffs, en inglés). Para Dieter y Miller es su hogar.
La pareja escala cerca de 30 yardas por la colina rocosa para llegar a su casa de campaña de 14 por 17 pies de tamaño. Su perro, un pit bull terrier llamado DOG (pronunciado De-o-ge), choca contra Dieter, quien está cargando huevos mientras suben el camino desgastado una tarde de abril. Dieter se detiene para recobrar el aliento mientras DOG lame la tierra para comerse los restos de su interminable energía.
Dieter y Miller tienen una cama donde dormir, comida para comer, un sistema de energía solar para cargar sus teléfonos y una comunidad de la que pueden depender.
Miller estaba trabajando en mantenimiento de jardines antes de la pandemia. Pero cuando su jefe dejó de trabajar a finales de marzo, perdió su trabajo y la única fuente de ingresos para la pareja. Recibieron beneficios de SNAP (es decir, cupones de alimentos) para comprar comida, pero es difícil encontrar un trabajo mientras las tasas de desempleo aumentan significativamente a nivel nacional debido a la pandemia.
Un grupo de voluntarios y las personas que viven en los acantilados construyeron estaciones portátiles para lavarse las manos y una ducha. La Oficina del Alguacil del Condado de La Plata les proporcionó contenedores de basura e inodoros portátiles. Para finales de mayo, no se había reportado ningún caso de COVID-19 en la comunidad.
Dieter visita a un médico obstetra, quien le dijo que figuraría en “la escala de riesgo más bajo” si se enfermera del coronavirus, Dieter dijo.
Pero si no tienen un lugar con agua corriente cuando Salvador Andrew Miller y Claudean Rose Miller nazcan en agosto, por ley, la pareja podría perder la custodia de sus gemelos.
“Mi mayor preocupación es que Colorado piense que puede intervenir y llevarse a mis hijos”, Dieter dijo.
Un hogar poco probable
Dieter no vino a Durango con la idea de empezar una familia. Salió el otoño pasado de West Monroe, Luisiana (en donde nació y se crio), dejando atrás una relación abusiva.
“Elegí un lugar cualquiera en el mapa, compré un boleto de autobús y vine aquí”, Dieter dijo.
Dieter conoció a Miller en los Acantilados Morados. Ambos llegaron por primera vez a finales de octubre. Miller, originario de la región, acababa de pasar 40 días en la cárcel del condado por no presentarse ante a la corte. Antes de eso, había estado viviendo sin refugio en los alrededores de Durango.
Dieter y Miller terminaron acampando cerca la una del otro y así se conocieron. Compartieron el Día de Acción de Gracias, y esa noche, juntos. Dieter se enteró de que estaba embarazada a finales de 2019, justo cuando la Organización Mundial de la Salud empezaba a recibir información sobre una “neumonía de causa desconocida” en la ciudad china de Wuhan, la enfermedad que ahora se conoce mundialmente como COVID-19.
Pero la gente que vive en los acantilados se ha mantenido aislada de muchos de los efectos relacionados con la pandemia, Dieter y Miller dijeron.
En septiembre de 2019, el Condado de La Plata autorizó el uso temporal de su propiedad de 200 hectáreas para que ahí vivieran personas sin hogar, una decisión impulsada en parte por la opinión que la Corte del 9º Circuito de EE. UU. publicó un año antes en el caso de Martin vs. Boise. La corte encontró que era inconstitucional negarles a las personas sin hogar el derecho de subsistir en una propiedad pública. Desde entonces, la Suprema Corte de EE. UU. se ha negado a escuchar el caso.
La Oficina del Alguacil en el condado trabaja con las personas que viven en los acantilados para proporcionarles contenedores de basura e inodoros portátiles. El sitio permitido para dormir se mantiene relativamente limpio y la gente que vive ahí ha creado senderos para facilitar la caminata en estas colinas inclinadas, el alguacil Sean Smith dijo.
“Muchos de los [habitantes] realmente disfrutan el lugar”, dijo. “Saben que está permitido, saben que nadie los molestará; les está dando la oportunidad de descubrir que es más beneficios convertirse en una comunidad en lugar de un montón de individuos”.
La comunidad de los Acantilados Morados vive relativamente aislada de otras personas. La propiedad se extiende como media milla junto a una carretera del condado cerca de la orilla occidental del río Animas al sur de Durango. Hay que caminar por lo menos una milla al Walmart, el lugar más cercano donde los habitantes de los acantilados pueden ir a comprar víveres y otros productos. La gente que vive ahí había estado trabajando en Durango, en muchos empleos que desaparecieron a la vez que la región sucumbía a los impactos financieros de la pandemia por COVID-19.
Sin embargo, la comunidad ha tenido recursos. Iglesias, agencias no lucrativas, organizaciones comunitarias y residentes de la región han estado donando agua, comida, gas de propano y protección, entre otras cosas, Miller dijo.
Alguien donó lonas de 16 por 20 pies de tamaño, algunas de las cuales se han usado para darle sombra a una cocina comunitaria y el área para reunirse en la colina. La comunidad también construyó estructuras temporales para sostener las lonas con la dirección de Tim Sargent, un residente convertido en líder que vive en los acantilados.
“La gente necesita una comunidad. Tuvimos un nuevo comienzo aquí, logramos hacerlo”, Sargent dijo. “Con el COVID, nos hemos unido aún más. No hay otro lugar donde ir, nada está abierto. No podemos ir a Walmart, no tienen nada ahora. Estamos cómodos aquí”.
Dieter y Miller probaron cómo se vive alejados de los Acantilados Morados después de que les donaran una estadía de una semana en un hotel local, algo que facilitó la organización Community Compassion Outreach. La estadía fue como irse de vacaciones, Dieter dijo. Dejar el hotel “fue como regresar a casa”, agregó.
“Igual tuvimos dificultades, igual tuvimos que ir a buscar comida y refugio”, Dieter dijo. “Pero podíamos lavarnos las manos, bañarnos”.
Aunque la pareja se siente relativamente cómoda, el agua y las jarras donadas para el lavabo y la ducha comunitarios no son suficientes para mantener la custodia de sus hijos, Dieter dijo. Si no encuentran un lugar con acceso a un sistema de agua potable, teme que quizás arriesguen perder la custodia cuando sus hijos nazcan a finales del verano.
Irse de los acandilados sería “una de las cosas más difíciles que tendré que hacer”, Dieter dijo. “Esta es la primera vez en años que tengo un sitio al que le digo mi hogar. Haber encontrado finalmente un hogar, una familia… Que te digan que tienes que dejarlos, es horrible”.
La pareja presentó por lo menos tres solicitudes para vivir en tres edificios de apartamentos en Durango. Recibieron aprobación acelerada para un cupón de vivienda de emergencia por un año y están buscando un lugar donde criar a sus gemelos.
Dieter y Miller planean mantener su casa de campaña en los Acantilados Morados después de encontrar una vivienda, dijeron. Aunque encuentren una vivienda afuera de la colina eso no significa que no se mantendrán conectados: la pareja quizás pueda ofrecerles a algunas de las personas a quienes ahora les dicen “familia” un lugar donde ducharse o comer una comida caliente.
“Logramos establecer una comunidad, un hogar”, Miller dijo. “Logramos hacer que personas dejaran de vivir en la calle si querían dejar de vivir en la calle. Podemos mantener a personas que vienen [a la colina]; está funcionando”.
Pero con el continuo aumento del desempleo y la inestabilidad de la vivienda en Colorado y el resto del país, a pesar de los esfuerzos del gobierno para reiniciar la economía, Sargent, el líder comunitario, dijo que la gente que vive en los Acantilados Morados se está preparando para la llegada de residentes nuevos.
“Hay bastantes personas en el pueblo que perderán su hogar”, dijo. “Una de mis motivaciones es desarrollar una comunidad para que, cuando vengan, no se sientan solas. Quisiera darles esa oportunidad de estar en un lugar seguro”.