Una publicación de The Colorado Trust
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Desde junio de 2020, Sean O’Neill ha vivido en el refugio North Avenue de la organización HomewardBound of the Grand Valley en Grand Junction. Perdió su trabajo en octubre después de enfermarse de COVID-19. Fotografías de Luna Anna Archey

COVID-19

El invierno llega mientras la pandemia limita soluciones para la falta de hogar

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Con muchos espacios públicos cerrados debido a la pandemia de COVID-19, las personas sin hogar en Grand Junction, la ciudad más grande en la Ladera Occidental de Colorado, tienen menos lugares donde reunirse bajo techo este invierno. Mientras tanto, el personal de los refugios está trabajando para mantener a sus huéspedes sanos y salvos en situaciones de vivienda congregada en donde es casi imposible distanciarse físicamente.

El refugio North Avenue para hombres de la organización HomewardBound of the Grand Valley y su refugio familiar Pathways tuvieron su primer brote de COVID-19 el pasado otoño, con un total de 61 casos a principios de enero entre huéspedes y empleados.

Manejar la crisis ha causado estrés en el equipo ya corto de personal, después de que el refugio suspendiera su programa de voluntarios en abril; muchos de sus voluntarios eran personas en edad avanzada. Además, varios empleados renunciaron por temores de contraer el virus.

HomewardBound espera prevenir que más personas se contagien al implementar el uso obligatorio de mascarillas y pruebas de respuesta rápida para detectar el coronavirus. Los huéspedes reciben una prueba a la semana y los empleados reciben dos. El refugio tiene suficiente capacidad para hacer pruebas hasta por lo menos finales de enero.

Sean O’Neill empezó a quedarse en el refugio para varones en junio. Después de criarse en el Valle de Roaring Fork, el hombre de 51 años vivió 25 de ellos en Arizona antes de mudarse a Grand Junction en abril para ayudar a su madre en edad avanzada, quien dijo temía del virus y “con trabajo tenía suficiente dinero para cubrir sus gastos”. O’Neill se fue a vivir con ella y empezó a ayudar tanto a su madre como a su hermana con sus gastos. Logró hacer esto después de obtener un trabajo en la industria hotelera, donde dijo que estaba ganando buen dinero y tenía un plan 401k y beneficios.

Una pelea entre su madre y otro inquilino en el complejo de vivienda para personas mayores dio lugar a que tanto O’Neill como su madre tuvieran que salirse en junio. Ella se fue a Montana a quedarse con un pariente, y O’Neill encontró refugio en HomewardBound mientras seguía trabajando y ahorraba dinero para alquilar su propia vivienda.

Luego, en octubre, O’Neill empezó a sentir “malestar, dolores y resfrío” y lo diagnosticaron con COVID-19. No sabe dónde se contagió del virus; dijo que pudo haber sido en una tienda, en el trabajo o en la biblioteca a donde frecuentemente iba durante el día para usar las computadoras.

Su empleador lo reemplazó mientras se mantenía aislado por dos semanas en un hotel local.

“Tenía un trabajo profesional”, O’Neill dijo. “Me hubiera quedado para siempre. COVID lo arruinó todo”.

Está agradecido de poder quedarse en el refugio North Avenue para varones, donde, después de recuperarse del virus, HomewardBound lo contrató para que ayudara en la cocina y sirviera la comida. El refugio le ha proporcionado estabilidad y apoyo emocional mientras trabaja para independizarse.

O’Neill en su trabajo en la cocina del refugio North Avenue.

“Tenía un problema con el alcohol”, dijo. “Estaba deprimido. A la gente que administra este lugar le importas. Me han dado un lugar. Ya no me siento solo en el mundo. Gracias a este lugar, estoy limpio y sobrio”.

El refugio North Avenue usualmente atiende a 100 huéspedes por noche, mientras que el refugio Pathways atiende a un promedio de aproximadamente 15 o 16 familias por noche. El refugio para familias incluye un centro de bienestar y un programa para mantener la sobriedad y recibir apoyo. Ambos programas reciben fondos de la Fundación de Salud de Colorado (Colorado Health Foundation, en inglés). Pathways también está diseñado para aceptar a mujeres solas, aunque ese esfuerzo se ha retrasado debido a la pandemia, dijo Jesse Redmond, director de desarrollo, quien habló desde su hogar donde se estaba aislando porque también contrajo el virus.

Kristina Weber se está quedando en Pathways con su novio y sus tres hijos. Weber, de 37 años, empezó a usar metanfetamina a los 16, cuando vivía con su mamá en la pequeña ciudad de Delta en la Ladera Occidental. Conoció a su exesposo, quien también consumía drogas, en Montrose cuando ambos tenían 18 años. Aunque dejaron de consumir cuando Weber se embarazó, empezaron a “irse de fiesta” los fines de semana y Weber terminó volviéndose adicta, dijo. Después de dejar a su esposo, se quedó crónicamente sin hogar.

La llamada de atención para Weber ocurrió el verano pasado cuando su hijo de 11 años vino a vivir con ella después de que su padre lo echara de la casa. En ese entonces, Weber se estaba quedando en casa de una amiga, y finalmente decidió dejar las drogas.

“No quería que mi hijo estuviera ahí”, Weber dijo. “Me desperté una mañana sabiendo que debía parar [de consumir drogas]. Me alejé de todos.

“El día que vine aquí [a Pathways] es el día que me puse sobria. Tenía miedo; era el primer día de sobriedad. Estaba nerviosa. Éramos solo yo y mi hijo”.

Kristina Weber y su hijo en el refugio familiar Pathways de HomewardBound en Grand Junction.

Durante las primeras semanas, madre e hijo se quedaron en el refugio North Avenue. Cuando Pathways abrió a mediados de agosto se cambiaron al refugio para familias. En ese momento, las hijas de 14 y 16 años de Weber se unieron a ellos, después de salirse de la casa de su padre por voluntad propia. Actualmente, Weber está en proceso de dejar de pagar la manutención a su exesposo, quien se volvió a casar y tiene dos hijos más.

El refugio tiene más reglas que las que sus hijos están acostumbrados, y al niño de 11 años no le gusta usar mascarilla. Las niñas mayores tienen miedo de enfermarse de COVID-19.

“No les gusta decirle a nadie que se están quedando aquí”, Weber dijo. “Nadie quiere quedarse en un refugio, pero gracias a Dios que está disponible”.

Pathways tiene una política de no separar a familias; por lo tanto, cualquier hombre que forme parte de una unidad familiar también puede quedarse. El novio de Weber encontró trabajo pintando en Rifle, a una hora de distancia de Grand Junction en automóvil. Weber lo llevaba y recogía del trabajo, y también llevaba a sus hijos a la escuela. (El novio y los hijos de Weber no quisieron que usáramos sus nombres en este artículo.)

“Estábamos gastando mucho dinero en gasolina”, Weber dijo.

Después de que aumentaron los casos de COVID-19, las high schools en el Condado de Mesa cambiaron al aprendizaje virtual, así que el novio de Weber empezó a manejar a su trabajo por sí mismo. Ahora Weber lleva a su hijo caminando a la parada del autobús, desde donde lo llevan a su escuela primaria, la cual se mantuvo abierta. Las adolescentes asisten a sus clases en el refugio usando Chromebooks que su escuela les dio.

“Es más difícil motivarlas para que asistan a la escuela por internet”, Weber dijo.

Weber no ha consumido drogas por más de cinco meses. Cuando estaba pasando por el síndrome de abstinencia, dijo que los empleados de HomewardBound, muchos de los cuales se han recuperado de la adicción, hablaban con ella y la calmaban. Recuerda despertarse después de tener sueños en los que consumía drogas.

Weber solía limpiar casas para ganar dinero, pero desde abril, dijo que las personas no han querido que entre a sus casas durante la pandemia. Mencionó que espera reiniciar su negocio, “pero no estoy segura con COVID”. Weber también está pensando tomar clases en Colorado Mesa University y así cumplir requisitos para un puesto como asesora de personas adictas en recuperación en Mind Springs Health. Su novio está buscando un trabajo más cerca de Grand Junction.

“No puedes entender la adicción a menos que hayas tenido una adicción”, dijo. “Causa que hagas cosas que normalmente no harías. Me haría sentir bien ayudar alguien para que salga de eso”.

Weber ha estado sobria por más de cinco meses y espera volver a trabajar pronto, ya sea limpiando casas o como consejera contra la adicción de otras personas.

Asiste a reuniones de Narcóticos Anónimos dos veces al mes. Dijo que no le preocupa que sus hijos empiecen a consumir drogas. “Ven hacia dónde me llevó”, dijo. “No quieren tener nada que ver con eso.

“Teníamos una buena vida. Hay días malos cuando están enojados con el mundo, pero entienden. Saben que esto no es permanente”.

El objetivo de la familia es alquilar un lugar propio, aunque no hay suficientes viviendas asequibles en el Condado de Mesa para personas con bajos ingresos.

“Según datos de la División de Vivienda de Colorado, nuestro condado necesita 3,250 más apartamentos asequibles en esa categoría de ingresos”, dijo Scott Aker, director ejecutivo de la Autoridad de Vivienda en Grand Junction. Actualmente existen menos de 1,500 de ese tipo de viviendas en el Condado de Mesa.

La autoridad de la vivienda es dueña de y administra un poco menos de 800 unidades de vivienda para personas con bajos ingresos; también tiene 1,300 cupones de la Sección 8 que cubren una parte del alquiler de solicitantes calificados. Esto “deja 2,000 familias más en la lista de espera”, o por lo general de tres años, Aker dijo.

Con las casos diarios de COVID-19 en el Condado de Mesa usualmente de tres dígitos al principio del invierno, las bibliotecas y muchos de los otros lugares bajo techo se cerraron. Esto dejó a las personas sin hogar con muchas menos opciones donde ir durante el día. La cocina comunitaria de la organización Grand Valley Catholic Outreach ya no abre para ofrecer comidas bajo techo, aunque su directora Angela Walsh sigue distribuyendo a diario más de 100 almuerzos para llevar.

“Es difícil, especialmente ahora que hace frío afuera”, Walsh dijo. “Las personas se sienten muy desplazadas”.

El centro diurno de Catholic Outreach también modificó sus servicios desde que la pandemia empezó. Todavía permite que las personas vengan a ducharse, ver su correo y lavar su ropa, pero en cantidades limitadas. Los servicios médicos en el centro diurno, en donde los visitantes solían recibir chequeos físicos y atención para la salud mental, se suspendieron.

“El cambio más grande en el centro diurno es que no puedes pasar mucho tiempo aquí”, dijo Beverly Lampley, directora de desarrollo y comunicación en Catholic Outreach. “Esa es la parte difícil. No puedes sentarte y hablar con los demás. Es un verdadero problema, la falta de un lugar donde estar; se está poniendo frío”.

Lampley dijo que sabe de aproximadamente 300 personas sin hogar en Grand Junction que acampan al aire libre durante todo el año.

Mientras que las familias pueden quedarse en Pathways a lo largo del día, el refugio para hombres cierra durante el día, aunque hay un patio externo con calefacción en donde los huéspedes pueden estar.

Los huéspedes de HomewardBound que reciben una prueba positiva de COVID-19, como O’Neill, se aíslan en hoteles de la zona según indica el Departamento de Salud del Condado de Mesa, en habitaciones que el condado paga. HomewardBound siguen atendiendo a las personas aisladas trayéndoles comida y realizando chequeos de salud, Redmond dijo. Una persona, que ya se recuperó, estuvo hospitalizada.

Como empleado, O’Neill puede permanecer en el refugio North Avenue durante el día. Dijo que se siente seguro ahí; está enfocándose en su trabajo y en mantener una actitud positiva.

“En estos momentos, no puedes hacer muchos planes”, O’Neill dijo. “La vida se ha detenido. No sabemos si el virus desaparecerá o se pondrá peor. Así que, por ahora, este es el mejor lugar donde puedo estar”.

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Traducido por Alejandra X. Castañeda

Sharon Sullivan

Escritora y editora independiente
Grand Junction, Colo.

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