Una publicación de The Colorado Trust
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Durante Cumbre de Equidad en Los Ángeles este verano, personas de todo Estados Unidos se reunieron para hablar sobre la salud, el racismo, la educación y la justicia penal. A lo largo de la cumbre, bailes, poemas y música animaron el espíritu mientras panelistas presentaban mensajes complicados y duros.

Me sentí particularmente conmovida por una conversación intensa entre organizadores nacionales del movimiento “Las vidas negras importan”, una plática sobre la historia, la esclavitud, el racismo institucional y la violencia; sobre la forma como hemos progresado como personas y como nos siguen impidiendo que avancemos.

El racismo y la violencia dañan nuestra salud y causan no solo angustia mental, sino también malos resultados de salud, entre ellos obesidad, diabetes y presión arterial alta. Los panelistas llamaron a los asistentes para que participáramos, estuviéramos presentes y lucháramos abiertamente para destruir esta injusticia.

“No tenemos nada que perder más que nuestras cadenas”, uno de ellos dijo.

Como una persona que activamente luchan contra la opresión, la inequidad y el racismo institucional, con frecuencia siento que estoy participando en una guerra prolongada y agotadora. Me desalentó, y también me animó, saber que no estoy sola. Regresé a Denver con un estado de ánimo contemplativo y, al mismo tiempo, alentador y lleno de vehemencia y determinación.

Luego, un par de días después, alguien manchó con pintura roja un cartel de Las Vidas Negras Importan a un costado de una iglesia en Denver. Una vez más, sentí dolor en mi corazón al acordarme de que algunas personas consideran las vidas negras como menos importantes. Sin embargo, tenemos que seguir avanzando, con nuestras cabezas erguidas y nuestros espíritus golpeados pero todavía intactos.

Pasé mucho tiempo hablando con mis hijas, enseñándoles que hay cosas malas en este mundo, pero que debes vivir tu vida con seguridad y amor. Les trasmito las enseñanzas que mi familia me enseñó. Soy hija de padres que crecieron en la segregación del sur, que boicotearon restaurantes y farmacias; estos eran los cuentos de mi infancia. Y ahora aquí estamos, tantos años después, luchando las mismas batallas.

Puedo decirte todas las estadísticas de por qué tantos hombres negros andan desaparecidos en EE. UU. Pero no son solo cifras; somos de carne y hueso.

Entonces, ¿por qué las vidas negras importan? Porque nuestros niños importan. Porque deben seguir avanzando cuando nosotros ya no estemos. Espero que los hijos de sus hijos se entiendan y aprecien más entre sí. Que en lugar de temerse, acepten sus diferencias. Espero que las batallas de la igualdad sean menores y que la gente siga comprometida a hacer lo correcto. Eso espero.

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