Una publicación de The Colorado Trust
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Después de décadas de vivir como lesbiana abiertamente, Cynthia Johnson (un seudónimo para proteger su identidad) regresó al clóset cuando tenía 80 y tantos años y se mudó a vivir a un centro de vivienda asistida. “No confío en cómo responderán las personas”, dice. Fotografías de Joe Mahoney / enviado especial de The Colorado Trust

Identidad y prejuicios

Para tener acceso a vivienda asistida o atención para adultos mayores, algunas personas LGBTQIA+ regresan al clóset

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Después de vivir en el clóset por más de 40 años, ​Cynthia Johnson dejó su matrimonio con su novio desde high school e inicio una vida nueva. Empezó a salir a citas con mujeres, siguió dedicándose a una carrera en labores de ministerio y aprendió a estar sola por primera vez.

Ahora tiene 86 años de edad y en gran parte regresó al clóset, “porque no confío en cómo responderán las personas”, dijo, “y no necesitan saber”. (Debido a temores, “Cynthia Johnson” es un seudónimo.)

Johnson se fue a vivir a Porter Place, una comunidad residencial para adultos mayores propiedad de y administrada por Centura Health, una organización religiosa, hace un poco más de 2 años después de que caerse cuando vivía sola. En general, le gusta Porter Place. Su apartamento se siente hogareño, con muebles de su vivienda anterior y fotografías de su familia. Sin embargo, ha tenido cuidado de no hablar con la mayoría de los residentes y empleados sobre su sexualidad.

No solo tiene que ver con que Porter Place no menciona nada en línea o en las ventanas de su centro que indiquen que podría ser un lugar que acepta a personas LGBTQIA+. También tiene que ver con que Johnson siente que ya realizó la labor en su juventud para ser abiertamente lesbiana y explicárselo a otros. En su 86º año, no será quien ayude a Centura Health a cambiar.

En una declaración escrita, Centura Health dijo que no discrimina contra residentes ni empleados LGBTQIA+—”nuestra fe nos llama a valorar toda vida de la misma forma”, dijo en parte la declaración—pero se rehusó a proporcionar información adicional sobre sus normas y prácticas relacionadas con los residentes y empleados LGBTQIA+.

Johnson ha vivido toda una vida en una cultura donde la discriminación contra personas LGBTQIA+ se normalizó y usó en su contra. Dice que pasó su vida con privilegio heterosexual, y notó la diferencia inmediatamente cuando salió del clóset. (“Salir del clóset” se refiere a cuando una persona empieza a compartir abiertamente su orientación sexual o identidad de género.)

Por ejemplo, después de dejar su matrimonio, Johnson empezó a abordar otros desafíos en su vida, incluido el alcoholismo. Fue a un centro de tratamiento en Montana donde tenía la intención de abordar su consumo de alcohol, al igual que su comodidad con ser abiertamente lesbiana.

“Había una persona, una mujer, que estaba en tratamiento cuando yo estuve, y ella sabía que yo era gay”, Johnson dijo. “Se encerraba en el baño, bloqueaba a todos afuera del baño, porque tenía terror de que yo la acosara en el baño”.

Las experiencias de Johnson le enseñaron que el silencio con frecuencia es la opción más segura. Cuando les describe a otras personas su historia romántica, lo hace con simpleza: es divorciada.

“Fui muy precavida por mucho tiempo”, dijo. “Porque cuando salí [del clóset] a finales de los años 70, principios de los 80, se estaba empezando a hablar de eso y había muchas reacciones negativas”.

Lo que Johnson ha vivido no es inusual. Carey Candrian, PhD, una investigadora y profesora adjunta de medicina interna en la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado, se refiere a este fenómeno como un “hábito de silencio”. El trabajo de Candrian se enfoca en cómo la comunicación puede afectar los resultados de la atención médica, especialmente entre adultos mayores LGBTQIA+ y quienes los cuidan.

“Si creciste en esta cultura—donde realmente te entrenaron para permanecer en silencio sobre quién eres—por supuesto que, a lo largo de los años, si sigues teniendo estas experiencias vas a seguir guardando silencio”, Candrian dijo.

“Literalmente han desarrollado este hábito de silencio para protegerse a sí mismos. Pero al hacerlo, ha causado un enorme daño tanto a su salud física como a su [salud] mental”.

Candrian cita los hallazgos de la revista Harvard Medicine que muestran que las personas LGBTQIA+ pueden perder hasta 12 años de su esperanza de vida debido al estrés de vivir en un ambiente marcado por el estigma y la discriminación estructural. (Nota del editor: aunque esta historia usa las siglas LGBTQIA+ de principio a fin, el contenido de los estudios y las investigaciones mencionadas quizás usen diferentes variantes de estas siglas.)

A nivel nacional, hay aproximadamente 3 millones de adultos mayores de 50 años que se identifican como lesbianas, gay o bisexuales, según SAGE, una organización de defensa y servicios para las personas mayores LGBTQIA+. En 2030, se espera que esta cantidad sea más de dos veces mayor conforme la población de personas mayores de 50 sigue aumentando.

En 2018, el 60 por ciento de los adultos mayores LGBTQIA+ dijeron sentirse preocupados por cómo los tratarán en instalaciones de atención a largo plazo, según una encuesta nacional de adultos mayores LGBTQIA+ realizada por AARP. Además, el 20 por ciento de los adultos mayores LGBTQIA+ son personas de color que como grupo enfrentan más desigualdades de salud, niveles más altos de estigma y más discriminación relacionada con ser LGBTQIA+ que sus pares blancos, según SAGE.

Los adultos mayores LGBTQIA+ temen que se rehúsen a atenderlos o correr el riesgo de ser abusados en centros de vivienda asistida y otras instalaciones donde atienden a personas mayores. También temen que empleados y otros residentes, además de sus familias, los acosen verbal o físicamente. Ese temor, en combinación con que ese tipo de instalaciones con frecuencia no tienen recursos para ofrecer atención apropiada e inclusiva, obliga a muchas personas a regresar al clóset o quedarse ahí por más tiempo.

Tienen razón de sentir temor: no solo han escuchado sobre discriminación a través de amigos o parientes, tambien la han sufrido directamente en centros de vivienda asistida o asilos para ancianos. En una encuesta realizada en 2010, el 43 por ciento de los participantes LGBTQIA+ dijeron haber sufrido maltrato en centros de atención a largo plazo.

A su vez, los proveedores de servicios con frecuencia no se dan cuenta de que está atendiendo a personas LGBTQIA+, por lo que no toman medidas para hacer que sus instalaciones sean más inclusivas, y el ciclo se repite. En la encuesta de AARP, más del 82 por ciento de los participantes dijeron que estarían más cómodos si los centros de atención a largo plazo afirmaran activa e intencionadamente a las personas mayores LGBTQIA+. Esto incluye cambiar sus normas, colgar banderas de arcoíris e incluir preguntas demográficas más inclusivas en sus formularios de ingreso.

Justo antes de la pandemia de COVID-19, SAGE y la Fundación de la Campaña de Derechos Humanos, la rama educativa de la organización nacional más grande dedicada a los derechos civiles, unieron fuerzas para abordar problemas en la atención de adultos mayores y lanzaron el  Índice de igualdad en la atención a largo plazo (LEI, por sus siglas en inglés).

El LEI es la primera herramienta nacional de estándares diseñada para evaluar los servicios actuales de comunidades residenciales para adultos mayores y ayudar a estas comunidades a que adopten normas y procedimientos que promuevan la atención competente de personas LGBTQIA+. El LEI ofrece recursos gratis, asistencia técnica y una encuesta bianual para ayudar a las comunidades que ofrecen atención a largo plazo a redoblar sus esfuerzos de inclusión. SAGE ya estaba ofreciendo capacitación de atención competente en centros, agencias locales enfocadas en el envejecimiento y otras organizaciones que ofrecen servicios a personas mayores, pero luego incluyó el LEI como el siguiente paso para las comunidades de atención a largo plazo.

En Colorado, cuatro organizaciones de atención para personas mayores—Seasons Hospice & Palliative Care (ahora conocida como AccentCare) en Denver, la Oficina de Colorado de la Asociación de Alzheimer, Life Changes Care en Fort Collins y Proyecto Visibilidad en la Agencia sobre el Envejecimiento en el Área de Boulder—han recibido las certificaciones de SAGECare desde 2016. Otras han iniciado las prácticas de inclusión y equidad LGBTQIA+ por su cuenta, pero sin la expansión del LEI ni de otros procesos de calificación o evaluación, posibles residentes no pueden comparar centros sin dedicarse a investigar ellos mismos.

Sherrill Wayland, directora de iniciativas especiales con SAGE, dijo que una de las cosas más importantes que un centro puede hacer para ser más inclusivo de los adultos mayores LGBTQIA+ es actualizar y publicitar sus normas antidiscriminatorias.

“Si no tienen una política inclusiva de antidiscriminación, entonces eso podría indicarme a mí que este no es un lugar que me reconoce por quien soy”, Wayland dijo.

El siguiente elemento es cómo estas organizaciones promueven esa información.

“¿Es externamente visible cuando las personas visitan tu sitio web?” Wayland preguntó. “¿Estás viendo las políticas antidiscriminatorias en los folletos, o están escondidas en un manual de normas que nadie conoce?”

Wayland agregó: “Creo que otra parte clave es el reconocimiento de normas de visitas y habitación conjunta—que las personas LGBTQIA+ tengan el derecho de designar quiénes son sus visitas, y tengan el derecho de vivir con su pareja o media naranja como familia en los lugares que consideramos nuestro hogar al ir envejeciendo”.

A Tamara Wright y Kim Harrell les preocupa poder vivir juntas y la atención que recibirán si y cuando ingresen a una comunidad de vivienda asistida.

Han estado juntas por 32 años, pero no se han casado. A Wright, de 59 años, la diagnosticaron con esclerosis múltiple hace 28 años, y Harrell, de 60 años, tiene epilepsia como resultado de lesiones cerebrales traumáticas cuando tenía entre 20 y 30 años. Sus discapacidades significan que necesitan ayuda extra en la casa y con ciertas necesidades de salud, pero porque son una pareja gay no siempre están seguras de cómo responderán las personas que las atienden.

Una vez, una asistente de atención se fue repentinamente. “Cuando se dio cuenta de dónde estaba, se levantó y dio vuelta, salió directamente por la puerta. Nos reímos, nos reímos a carcajadas”, Harrel dijo.

Ignoraron lo sucedido—han enfrentado bastante discriminación tanto sutil como abiertamente en sus vidas—pero se preguntan cómo hubiera sido diferente si realmente hubieran necesitado ayuda ese día, o si estuvieran en un centro donde no pudieran solicitar un empleado diferente para que las ayudara.

A Harrell y Wright también les preocupaba que no estar casadas, a pesar de haber sido pareja por tantos años, afecte sus opciones de compartir una habitación o su habilidad de tomar decisiones sobre la salud de la otra. Hace años, intercambiaron un poder notarial para que cuando Harrell tuviera un ataque epiléptico Wright pudiera tomar decisiones sobre la salud de Harrell y el personal médico no la cuestionara. Pero conforme los años van pasando y sus discapacidades siguen progresando, les preocupa que ponerse más vulnerables médicamente las deje expuestas a la discriminación.

“Si no tenemos suficiente fuerza y no podemos pararnos, eso nos asusta”, Wright dijo. “Queremos que nos respeten aunque no podamos aguantar nuestras vejigas o suceda lo que suceda. No queremos que nos dejen atrás, sabes, [que el] personal tenga miedo de nosotras, sabes, [que] tengan asco de nosotras”.

Del otro lado de la ciudad en Dayspring Villa en Denver, un grupo de residentes y aquellos que se identifican como aliados LGBTQIA+ se reúnen para fortalecer a su comunidad, hablar sobre política y, como dijo un residente: “solo para estar con [otras personas] gay”.

El grupo empezó en diciembre de 2017 después de que Stormie Foust Maley, coordinadora administrativa de Dayspring Villa en aquel entonces, fuera a una conferencia y escuchara la presentación de un panel sobre iniciativas publicitarias para posibles residentes LGBTQIA+. Se le ocurrió la idea de empezar una alianza gay-heterosexual y conocía a un hombre abiertamente gay en la comunidad. Juntos, iniciaron el grupo.

Una mascarilla color arcoíris cuelga de una caminadora con ruedas mientras adultos mayores LGBTQIA+ y empleados asisten a una de sus reuniones recurrentes como grupo afín en el centro Dayspring Villa en Denver en octubre de 2022.

“Se aparecieron varias personas que no me esperaba ver ahí”, Foust Maley recordó. “Algunas personas que eran LGBT no se habían sentido cómodas hablando sobre eso en nuestra comunidad, aunque habían vivido ahí por años. … Pensé que iba a ser un grupo pequeño, y resultó ser que en realidad tenemos una necesidad mucho mayor de lo que pensé en nuestra comunidad para esto”.

Darse cuenta de esto fue una lección de humildad. Foust Maley y ​Christian Living Communities, la organización con sede en Lakewood que opera Dayspring Villa y otros centros de atención para adultos mayores, se enorgullecen de establecer relaciones con los residentes y crear conexión cercanas con ellos.

“Fue difícil para mí darme cuenta de que teníamos residentes aquí que tenían una parte bastante importante de su identidad que no se habían sentido seguros de compartir, que no sabían si los aceptarían, que no sabían si el personal los trataría bien, o si nuestra comunidad les daría la bienvenida”, Foust Maley dijo.

Christian Living Communities está trabajando activamente para asegurar que sus instalaciones sean inclusivas y acogedoras para personas LGBTQIA+. Una forma es a través de la iniciativa “Pertenecemos” (“We Belong”, en inglés). La organización recientemente produjo un video como parte de este esfuerzo, y está trabajando con Candrian para desarrollar un plan de estudios y materiales inclusivos y enfocados en la equidad tanto para sus empleados como residentes.

“Sabemos que cuando las personas realmente pertenecen en algún lugar, sus resultados de salud son mejores y su bienestar mejora mucho más. Solo porque alguien se muda a una comunidad no significa que sienta que pertenece”, dijo Jill Vitale-Aussem, presidenta y directora ejecutiva de Christian Living Communities. “Es muy, muy importante para nosotros que todos—las personas que trabajan aquí, que viven en nuestras comunidades—realmente puedan sentir que pertenecen”. Señaló el trabajo que Foust Maley ha realizado en Dayspring Villa como una parte importante del esfuerzo en general de la organización.

Durante la reunión en Dayspring Villa, algunos residentes mencionaron cómo la palabra “Cristiana” (“Christian”, en inglés) en el nombre de la organización quizás sea desconcertante para algunas personas al principio y podría sugerir que la organización rechaza las identidades LGBTQIA+—pero Vitale-Aussem dijo que es exactamente lo opuesto.

“Cuando realmente examinamos lo que ‘Cristiana’ significa en nuestro nombre, es un lugar cariñoso y donde todos son bienvenidos”, dijo. “Sé que hay muchas definiciones diferentes sobre lo que ‘Cristiana’ significa en estos momentos, pero eso es lo que significa para nosotros. Y la declaración de nuestra misión siempre, siempre, siempre nos ha llamado a honrar, incluir, amar y aceptar a todos”.

Foust Maley estaba decidida a impulsar más cambios en Dayspring Villa y compartir sus conocimientos con otras comunidades de atención a personas mayores. Escuchaba que otros centros decían no tener residentes LGBTQIA+, pero les compartía que con base en su experiencia personal casi seguro que sí tenían.

“No sabía lo grande que era la necesidad porque a veces el riesgo es demasiado alto para que los residentes compartan esta parte realmente importante de quiénes son”, Foust Maley dijo. “Si piensan que no recibirán una atención equitativa, si piensan que no serán bienvenidos en las comunidades donde es difícil sacrificar algo de nuestra independencia—es difícil necesitar atención. Estás es una posición vulnerable”.

Para Johnson, quien regresó al clóset en su centro de vivienda asistida, una pareja de quien se hizo amiga ha marcado una gran diferencia.

El hermano de la mujer es gay, y la pareja le contó a Johnson sobre él, dejando en claro que la aceptarían tal y como es. Es abierta con ellos y con un par de amigos selectos en la comunidad, pero nadie más.

“Fue un alivio”, Johnson dijo.

Este artículo se escribió con el apoyo de una beca en periodismo de la Sociedad Gerontológica de Estados Unidos, la Red de Periodistas sobre Generaciones y The Commonwealth Fund.

Traducido por Alejandra X. Castañeda

Claire Cleveland

Escritora independiente
Denver, Colo.

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