Por Daliah Singer
Chris Morales ha conducido un autobús de RTD (Distrito de Transporte Regional, por sus siglas en inglés) por 16 años. El hombre de 50 años trabajan en la ruta 43 que va de la Universidad Estatal Metropolitana de Denver hacia Stapleton, al este. Es una persona dedicada a su trabajo y quiere hacerlo bien.
Pero por primera vez en casi dos décadas, mientras el coronavirus se propaga en Colorado y el resto del país, Morales siente que está arriesgando su vida para hacerlo.
“Tengo miedo cada día que voy a trabajar”, dijo.
Desde que la orden de quedarse en casa entrara en vigor el 26 de marzo en Colorado, RTD ha respondido de varias formas: redujo su servicio, exigió que los pasajeros entraran por la puerta de atrás, eliminó tarifas y proporcionó un poco de equipo de protección personal (PPE, por sus siglas en inglés) a sus conductores. Pero empleados, activistas y el gremio de transporte dicen que RTD ha actuado demasiado lento y que sus respuestas no son suficientes para mantener a sus empleados y pasajeros sanos y salvos. Ahora que el estado inicia la fase de “más seguros en casa”, es decir, la relajación selectiva de pautas relacionadas con COVID-19 que promulgó el gobernador Jared Polis (en Denver se mantendrán pautas más estrictas hasta el 8 de mayo), a estos mismos trabajadores les preocupa que estarán aún menos seguros cuando más personas usen nuevamente el transporte público.
“Los trabajadores de salud, entiendo que estén en el frente de la batalla, pero nosotros también estamos en el frente todos los días”, dijo Fern Cole, una conductora de autobús que trabaja como contratista para manejar autobuses de RTD a través de la compañía Transdev North America. “Entonces, ¿por qué no somos tan importantes como ellos? Estoy arriesgando mi vida a diario”.
Para el 5 de mayo, nueve empleados de RTD ya habían recibido una prueba positiva de COVID-19, con ocho ya recuperados y de regreso en su trabajo, dijo Marta Sipeki, gerenta principal de relaciones públicas y participación en RTD. El número no incluye casos de contratistas como Cole.
Los trabajadores de tránsito son un grupo de alto riesgo. Suelen ser mayores (de edad) y tener trabajos sedentarios que resultan en problemas de salud como la hipertensión, la diabetes y otras condiciones crónicas o subyacentes. Según una presentación que hizo en febrero el equipo de investigaciones de mercado de RTD ante la mesa directiva de la agencia, los segmentos más números de conductores de autobuses y trenes ligeros de RTD tienen entre 56 y 74 años de edad (43 y 35 por ciento, respectivamente) y en su gran mayoría son varones. (El 56 por ciento de las muertes por coronavirus en Colorado han sido entre hombres). El 35 por ciento de los conductores de autobuses son negros, un grupo demográfico que está muriendo de COVID-19 en cantidades desproporcionadas en Colorado y a nivel nacional.
Los trabajadores de RTD también se consideran trabajadores esenciales.
“Todavía hay una población bastante numerosa de personas que dependen del transporte público”, dijo Andrew Goetz, PhD, profesor e integrante de la facultad del Instituto de Transporte en la Universidad de Denver. “Esto incluye a muchos trabajadores que se necesita que estén en puestos en primera línea: gente que trabaja en hospitales, gente que trabaja en supermercados, personas en todo tipo de trabajos que siguen abiertos y se necesitan. Por eso el transporte público sigue siendo muy importante en estos momentos; quizás más importante”.
Cuando los primeros casos de COVID-19 empezaron a detectarse en Colorado, RTD dijo el 23 de marzo que “mantendría los mismos niveles de servicio” durante la orden que dio Denver de quedarse en casa. No fue hasta el 5 de abril que suspendió el pago de tarifas y obligó a que los pasajeros entraran por la puerta de atrás. Ambos esfuerzos se implementaron para limitar las interacciones entre conductores y pasajeros.
“Proveemos de un servicio vital a muchas personas, por eso queremos asegurarnos de que lleguen a los lugares donde necesitan ir”, Sipeki dijo. “Lo más importante es asegurar que todos nuestros empleados y pasajeros se mantengan sanos y salvos. Sea lo que sea que implementemos, eso siempre es número uno”.
El domingo, 19 de abril, RTD inició un plan para reducir el 40 por ciento de sus servicios que modificó la mayoría de sus rutas de autobús y tren ligero a horarios de fines de semana. Los cambios entraron en vigor tres semanas después de que la mesa directiva de la agencia los aprobara. (Ya se había programado un cambio a sus servicios que empezaría en mayo debido a la falta de conductores.)
Sipeki dijo que el proceso se aceleró lo más posible, pero hubo una demora porque “cambiar el servicio realmente es un gran proyecto”. Los conductores deben votar para elegir las diversas rutas; se deben realizar pláticas con el gremio; y, los horarios digitales en cada estación deben actualizarse.
“¿Se hubiera podido hacerlo más rápido? Si se hubiera podido, lo hubiéramos hecho”, dijo.
Representantes del gremio están instando a RTD para que haga más por mantener a la gente sana y salva y sea más proactivo con el proceso. Quieren que haga pruebas gratis a trabajadores con síntomas; que agregue días pagados por enfermedad debido a la pandemia y un sobresueldo por empleo riesgoso; y que proporcione más PPE, entre otras cosas.
“Todavía falta tanto”, dijo Yvette Trujillo, vicepresidenta internacional de la Unión Amalgamada de Transporte Público (ATU, por sus siglas en inglés), el gremio más importante que representa a trabajadores en la industria del transporte en EE. UU. y Canadá. El grupo tiene nueve gremios locales en Colorado, dos de los cuales están en Denver, en donde Trujillo trabaja.
“Desde un principio, le dijimos a RTD que debe emplear un método estratégico para continuar sus servicios y evitar multitudes. La decisión de RTD de cambiar a un horario de los sábados solo fue una forma de elegir el camino fácil”, Trujillo dijo. “Esperamos que lo evalúen otra vez”.
El plan de los sábados incluye menos autobuses que transitan con menos frecuencia. Desde el punto de vista de Trujillo, la agencia pudo haber ideado mejores maneras de reducir sus servicios sin causar la aglomeración de personas. Por ejemplo, pudo haber eliminado rutas con pocos pasajeros y agregado vehículos en rutas que todavía se estaban usando con relativa frecuencia.
En los primeros días después de implementarse el acceso por la puerta de atrás, Trujillo y otros representantes del gremio recibieron fotografías de los conductores donde aparecían pasajeros apretados “codo con codo” en los autobuses; los conductores tenían una ventana de espacio alrededor, pero igual estaban atrapados en ambientes cerrados con pasajeros, algunos de los cuales estaban tosiendo y estornudando, según dijeron los conductores.
“Durante todos esos años, los empleados de RTD han estado [trabajando horas extras obligatorias] para que el sistema funcione y ahora es momento de protegerlos y asegurar que no vengan a trabajar y se expongan a algo que podría matarlos”, Trujillo dijo. “[RTD] tiene el dinero para ayudar específicamente con los costos y problemas relacionados con una pandemia”.
RTD recibió $232 millones en fondos federales de emergencia de la Ley CARES, la cual incluyó $25 billones para sistemas de transporte público en el país. Sipeki dijo que la entrada de dinero se está usando para PPE, productos de limpieza, salarios, gasolina y otras necesidades relacionadas con COVID. El presupuesto anual de la agencia para 2020 es de $1.2 billones.
Con el objetivo de cumplir las recomendaciones del distanciamiento social y pautas estatales, el 14 de abril RTD anunció que limitaría la capacidad por autobús de 15 a 20 personas (dependiendo del tamaño del vehículo) y 30 por tren ligero. Las pautas estatales aconsejan limitar la capacidad al 20 por ciento del vehículo, aunque no queda claro si 15 a 20 pasajeros alcanza ese objetivo o de qué manera RTD o el estado llegaron a esas conclusiones. Conductores como Morales creen que esta norma sigue haciendo que los autobuses estén demasiado llenos; quieren que se permitan no más de 10 pasajeros a la vez.
“Estamos observando un montón de sobrecarga en los autobuses”, dijo. “Estamos perjudicando al público porque no estamos cumpliendo el programa de distanciamiento social de los [Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades] que nos pidieron que hagamos. Realmente somos parte del problema y no parte de la solución”.
La eliminación del pago de tarifas también ha resultado en que más personas, como aquellas sin hogar, quieran viajar en autobús por largos períodos de tiempo porque no tienen otro lugar donde ir, según dicen los conductores.
A los conductores les aconsejan llamar al centro de operaciones si sus vehículos alcanzan el límite, para que se envíen más autobuses; también deben detenerse en paradas y avisarles a las personas que están esperando para abordar que no pueden aceptar más pasajeros. Esto los pone en una situación incómoda que algunos temen resulte en pleitos. A Morales le preocupa que el problema empeore cuando más negocios abran por toda la ciudad, ya que enviar vehículos adicionales puede tardar de 20 a 30 minutos en “el mejor de los casos”, dijo.
“Eliminamos demasiados servicios”, Morales agregó. “Si estamos sobrecargados ahora, ¿cómo estaremos [la próxima semana]?”
Cuando le pregunté cómo decidió RTD sus límites actuales, Sipeki dijo: “Examinamos el diseño de los autobuses, el comportamiento de los pasajeros, datos sobre la cantidad de pasajeros, hablamos con consultores y varias agencias pares, con [el Departamento de Salud Pública y Medioambiente de Colorado] y la Administración Federal del Transporte”.
En recientes semanas, la cantidad de pasajeros que usan RTD ha disminuido el 70 por ciento.
Todos los vehículos de RTD reciben una limpieza y desinfección profundas enfocadas en las áreas que se tocan mucho. Sin embargo, no se limpian a media ruta o durante “el relievo en ruta”, cuando se intercambia de conductor. “Eso puede suceder con hasta cuatro conductores por vehículo al día”, Trujillo dijo.
Cole trae sus propias toallitas húmedas para desinfectar el área donde se sienta antes de empezar su ruta a las 5 de la mañana. “Siguen diciendo que nos van a conseguir gel desinfectante para manos y cosas y no las he visto”, dijo. La mujer de 61 años también hace sus propias mascarillas y cambia de color cada día; dijo que las mascarillas que RTD le dio cubren sus orejas y causan problemas con sus aparatos auditivos y anteojos.
Morales dijo RTD nunca le ha ofrecido una mascarilla. Cada mañana, usando una mascarilla y guantes que el mismo compró, pasa cerca de 15 minutos limpiando su área de trabajo usando un aerosol para limpiar vidrios, el único producto de limpieza que dice tener. Luego tira esos guantes y se pone otro par para iniciar su ruta. (Según Morales y Cole, RTD está proporcionando guantes a sus conductores. Morales compró los suyos para poder cambiárselos más seguido.)
Morales solía preparar un almuerzo para llevar al trabajo todos los días; no lo ha hecho desde que empezó la pandemia. Ahora no come para nada durante las 8 horas y media que trabaja porque le preocupa mucho la contaminación. “El principal problema es no saber qué está contaminado”, dijo. “Todos estamos en esta situación como estadounidenses, como personas en Colorado. Puedes entrar en cualquier lugar y no saber qué está contaminado, pero este es nuestro ambiente laboral por ocho horas”.
Sipeki se sorprendió de que los conductores estuvieran quejándose de no tener acceso a tales productos. El único producto que escasea, dijo, son las toallitas húmedas con cloro. “RTD tiene suficientes mascarillas y suficiente gel desinfectante para todos los empleados”, Sipeki dijo.
El 24 de abril, RTD obligó a todos los conductores de autobuses y trenes ligeros a usar mascarillas en el trabajo. Aunque ha estado enfrentando la misma escasez de productos que el resto del país, RTD ya distribuyó 2,453 mascarillas entre sus empleados, incluidas mascarillas N95, cubrecaras de tela y protectores faciales. “Se han distribuido cubrecaras lavables y reusables a todos los empleados y actualmente tenemos suficientes almacenados para asegurar que se puedan reemplazar según sea necesario”, Sipeki dijo.
Local 1001, una de las oficinas del gremio en Denver, también distribuyó 1,500 mascarillas a los conductores. RTD ya hizo un pedido de 25,000 mascarillas KN95 adicionales. Ya llegaron un par de miles, pero hay dudas sobre falsificaciones, Sipeki dijo, así que RTD le pidió a un laboratorio en la Universidad Estatal de Colorado que examinara cualquiera que haya venido de un fabricante que no figura en la lista federal aprobada. Hemp Depot, una compañía de cannabis en Colorado Springs, tambien produjo y envió más de 1,000 botellas de gel desinfectante para que usen los empleados de RTD.
A nivel nacional, más de 100 personas que trabajaban en transporte público han muerto por la pandemia, con casi 30 de ellos integrantes de ATU, Trujillo dijo. Uno de ellos era Jason Hargrove de 50 años. El conductor de autobús que vivía en Detroit publicó un video que se hizo viral en Facebook de una pasajera tosiendo mientras se cubría la boca. Hargrove murió de COVID-19 11 días después.
Los pasajeros que usen RTD deberán usar mascarillas a partir del 6 de mayo, según una orden ejecutiva de la Ciudad y el Condado de Denver. “Creo que por razones de seguridad, todos deben usar una mascarilla, especialmente cuando estas en un área cerrada. Hay mucha gente a quien parece no importarle o no entiende que esto es realmente grave”, Cole dijo.
RTD ha dicho públicamente que no planea recortar su personal. La agencia emplea a 962 conductores de autobuses y 1,050 más se contratan a través de proveedores externos como Transdev o Denver Transit Partners. Antes de la pandemia, estaba pasando por un deficit de conductores, lo cual forzó a los empleados a trabajar obligatoriamente seis días a la semana; esa exigencia se eliminó junto con la reducción de servicios, lo cual significa que los empleados ahora están trabajando su semana normal de 40 horas.
Los empleados de tiempo complete reúnen requisitos para recibir hasta 80 horas libres de emergencia, según las pautas de COVID-19 actualizadas el 31 de marzo. (Sin embargo, esto no cubre a trabajadores independientes como Cole.) Las horas libres incluyen las ausencias de aquellos empleados que estén esperando para recibir los resultados de una prueba de COVID-19 y personas que estén cuidando a niños cuyas escuelas o guarderías estén cerradas. Dependiendo de la razón de la ausencia, RTD ofrece el salario normal o hasta $200 por día.
“Conforme las pautas se relajen y el número de pasajeros aumente, volveremos a ofrecer más servicios y regresar al nivel en el que los cambios al [servicio] hubieran estado en mayo”, Sipeki dijo. “Podremos responder relativamente rápido. Tenemos supervisores monitoreando la cantidad de pasajeros… Si vemos que se necesitan, ofreceremos más servicios”.
Access-a-Ride, un servicio de autobús que ofrece transporte a personas con discapacidades físicas o cognitivas que no les permiten usar las rutas tradicionales, también redujo su plan de servicios a finales de marzo. Ahora, los clientes solo pueden programar traslados para el día siguiente; RTD les pide que hagan reservaciones solo para traslados esenciales. Desde el 30 de marzo, el servicio también ha estado entregando víveres a las casas de 86 clientes, a fin de ayudar a personas de alto riesgo a reducir la cantidad de veces que deben salir de sus hogares.
Julie Reiskin, directora ejecutiva de Colorado Cross-Disability Coalition, una organización estatal que trabaja a favor de las personas con discapacidades (y beneficiaria de The Colorado Trust), cree que los cambios en los servicios de RTD son necesarios pero reconoce que causarán “dificultades significativas” cuando el número de personas que usan el transporte regrese a niveles más normales.
“Para nosotros que usamos exclusivamente el transporte púbico, será un obstáculo. Nos tomará más tiempo llegar a nuestro destino”, Reiskin dijo. Pero, “no veo que existiera una opción”.
Durante una entrevista el 22 de abril, Cole dijo que todavía sentía miedo durante su turno laboral, pero que seguía dedicada a realizar su trabajo: llevar a la gente a donde necesitan ir. Practicar meditación y hablar con sus amistades la estaban ayudando a sobrellevar la situación.
“Uso una mascarilla. Pongo de mi parte. Me lavo las manos. Me las limpio con gel desinfectante. Me mantengo alejada de la gente”, dijo. Cinco días a la semana, cuando Cole regresaba a casa de su trabajo, se sacaba inmediamente la ropa, la ponía a lavar y se bañaba.
“Al principio, cuando todo esto pasó, tenía tanto miedo de contagiarme y llevarlo a casa, a mi nieta”, Cole dijo. “Si algo me pasa, ¿quién la cuidará? Solo somos ella y yo”.
El 27 de abril, Cole empezó a tener fiebre, escalofríos, temblores y dolor de cabeza y músculos. Un médico le aconsejó que se quedara en casa hasta que pasaran los síntomas y que no se hiciera la prueba de COVID-19. Si logra no tener fiebre sin tomar medicamento durante por lo menos tres días, quizás regrese a conducir un autobús a partir del 8 de mayo.
Cole dijo: “Tengo miedo de regresar al trabajo”.