Cuando Erin Foster West, de 37 años, tenía veintitantos años y estaba viviendo en su estado natal de Montana, pensaba que se convertiría en agricultora. Pero después de que la diagnosticaran con una enfermedad crónica, se dio cuenta rápidamente de que esa opción no sería posible.
“Si la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio hubiera existido, y yo hubiera tenido acceso a seguro médico, eso hubiera sido clave, pero hay tantos de estos obstáculos a lo largo del camino”, dijo Foster West, quien trabaja para la organización defensora Coalición Nacional de Agricultores Jóvenes en la eliminación de obstáculos para la próxima generación de agricultores.
“Hubiera necesitado tierras”, continuó Foster West, quien ahora vive en Denver. “Necesitaría derechos de agua y acceso a algún tipo de fondos, ya sea un préstamo o una inversión. Necesitas encontrar un mercado. Necesitas acceso a programas estatales y federales. Así que hay mucho que tiene que suceder para que alguien sea realmente exitoso”.
Un puñado de oportunidades únicas de capacitación en Colorado están surgiendo alrededor del estado para ayudar a la próxima generación de agricultores, ya sean productores de jardín o cultivadores experimentados, con acceso a tierras y agua, adaptación al cambio climático y creación de modelos comerciales sostenibles.
Los programas son particularmente cruciales ya que los agricultores actuales en EE. UU. están envejeciendo más rápido que los agricultores jóvenes dispuestos a reemplazarlos, según el Censo de Agricultura más reciente realizado por el Departamento de Agricultura de EE. UU. Aproximadamente un tercio de los 3.4 millones de agricultores en Estados Unidos tienen más de 65 años, de acuerdo con el informe publicado en 2019.
“¿De dónde vendrá la comida?” dijo Dennis Lacerte, de 29 años, quien actualmente está participando en un programa relativamente nuevo para capacitar a agricultores en Fort Collins. “Digo, si existe una generación más joven que no está interesada en la agricultura, entonces me parece que esa participación en el mercado se transfiere a alguien más grande”.
Aunque algunos agricultores nuevos están entrando a la industria, la Coalición Nacional de Agricultores Jóvenes ha observado que muchos la dejan después de solo un par de años, según Foster West, lo cual indica una falta de apoyo institucional para que el negocio sea sostenible. Esta es la razón por la que los programas de capacitación para agricultores son más importantes que nunca, agregó.
Pero a ella le gustaría ver más programas de capacitación para agricultores enfocados en grupos con poca representación en la industria, incluidas mujeres, personas inmigrantes y personas de color. Además, aunque un puñado de programas de capacitación para agricultores ya existen, la mayoría solo están disponibles en inglés, Foster West dijo.
“Diferentes comunidades tienen diferentes prácticas agrícolas”, dijo. “Así que hay personas que inmigraron aquí. Quizás sus padres eran trabajadores agrícolas, o pastores, e inmigraron de México u otro lugar y no hay programas de capacitación que respaldan sus tradiciones agrícolas”.
Tierras, agua y capacitación empresarial
El primer obstáculo que los agricultores nuevos enfrentan es encontrar tierras asequibles con acceso a derechos de agua. Esta es una tarea cada vez más desafiante debido al gran aumento en los precios de las tierras como respuesta a la creciente población en el estado, una reducción en el suministro de agua debido al cambio climático y el sobreuso de la cuenca del río Colorado.
Como directora del agua para la Coalición Nacional de Agricultores Jóvenes, Foster West aboga a favor de políticas estatales y federales que ayudarán a los agricultores para que conserven valiosos recursos de agua al implementar sistemas de irrigación más eficientes, plantar cultivos más tolerantes a la sequía y utilizar prácticas que ayuden a las tierras a retener más agua.
El Programa de Aceleración de Negocios Agrícolas, una nueva iniciativa del Proyecto de la Cuenca Alimentaria en el Norte de Colorado en el Condado de Larimer, está ayudando a agricultores nuevos para que tengan acceso a tierras y agua a través de una colaboración singular con la Ciudad de Fort Collins. En 2020, la ciudad arrendó 150 hectáreas, parte del área natural “Flores del Sol”, a las Granjas Comunitarias del Valle de Poudre, una cooperativa de tierras enfocada en aumentar la producción de alimentos locales y proteger la tierra contra compañías constructoras que fácilmente pueden ofrecer un mayor precio por las tierras que el agricultor promedio.
Los participantes del programa pueden cultivar entre .25 y una hectárea y participar en el programa hasta por tres años (aunque deben volver a presentar su solicitud cada año). El agua se compra en parte a través de la ciudad, y el programa la paga.
Al proporcionar la infraestructura inicial necesaria para empezar a cultivar—es decir, tierras y acceso al agua, cables eléctricos, espacio para almacenar y hieleras—el programa busca ofrecer a los participantes un impulso para que inicien su negocio agrícola sin contraer deudas.
“Tener acceso a tierras y acceso a agua, algo de maquinaría, educación y [servicios de] mentoría fue exactamente lo que necesitaba”, Lacerte, el primer participante en el programa, dijo parado frente a su floreciente terreno de una hectárea, Granja Belafonte, en junio de 2022.
El programa, el cual cuesta entre $500 y $1,250 para los agricultores durante la primera temporada de cultivo, también incluye ocho semanas de capacitación agrícola empresarial en la Universidad Estatal de Colorado para asegurar que los negocios de los agricultores nuevos sean sostenibles financieramente. Las clases se enfocan en las partes usualmente ignoradas y menos glamorosas de la agricultura: el desarrollo de un plan de negocios viable, la creación de estrategias de mercadeo y la declaración de los impuestos comerciales.
“Al final del día, si no puedes pagar [tus gastos] no podrás mantener tu negocio”, Lacerte dijo.
Old Fort at Hesperus, una granja educativa afiliada con Fort Lewis College en Durango, ofrece un programa incubador para agricultores experimentados que buscan iniciar su propio negocio, al igual que programas de capacitación agrícola diseñados para quienes tienen interés por cultivar pero no tienen experiencia. Ambos programas se enfocan en prácticas de cultivo en desiertos de montaña, principalmente debido a la necesidad: la granja está ubicada a 7,600 pies de altura, lo cual significa que la temporada de cultivo es menos larga y hay un período más corto para que los agricultores produzcan ganancias.
Los programas permiten que los participante experimenten con diferentes métodos para que se adapten a temperaturas más cálidas y condiciones más secas debido al cambio climático. Pero hasta equipados con las herramientas adecuadas, el acceso a tierras después de que dejan el programa sigue siendo un gran obstáculo.
“Si no puedes imaginar una forma en la que algún día tendrás acceso seguro a tierras, ¿por qué pensarías en la agricultura como una oportunidad”? dijo Elicia Whittlesey, la coordinadora del programa agrícola en Old Fort at Hesperus. “Como una organización de capacitación agrícola, todos estamos buscando no solo cómo capacitar a los agricultores sino también cómo crear un entorno donde [la agricultura] pueda practicarse”.
Incorporando conocimientos indígenas
En la granja de Old Fort, cualquier persona que se identifique como indígena puede participar en los programas de capacitación con subsidios disponibles a través del Fondo nacional de Agricultura Indoamericana. En los últimos dos años, el programa ha distribuido siete becas a agricultores, asistentes de campo y pasantes indígenas, según Whittlesey.
El programa de Old Fort ha empezado a incorporar cultivos y prácticas indígenas en la granja. El año pasado, crearon un terreno de las Tres Hermanas, una práctica agrícola usada por varias naciones indígenas de Norteamérica que cultivan calabaza, elote y frijoles. Los alimentos luego se donan al Centro Indoamericano en Fort Lewis College.
“Organizamos talleres relacionados con plantar y cosechar para la comunidad, y realmente tratamos de integrar el sentimiento de una profunda relación con la comida y el respeto por la comida que viene de esas prácticas tradicionales”, Whittlesey dijo.
La granja, propiedad del Consejo Estatal de Tierras y administrada por Fort Lewis College, está ubicada a 25 millas de la ciudad actual de Durango en tierras ancestrales de la nación Nuuchiu (ute), a quien el gobierno de EE. UU. obligó a dejar sus tierras en 1881. Las tierras también tienen lazos ceremoniales con las naciones Jicarilla Apache (apache), Pueblos de Nuevo México, Hopi Sinom (hopi) y Diné (navajo).
A finales del siglo XIX, se construyó una fortaleza militar que más tarde se convirtió en una escuela internado para niños indígenas en funcionamiento de 1892 a 1910. La escuela, similar a cientos de ellas por todo el país, despojó violentamente a los niños indígenas de su cultura, idioma y formas tradicionales de vivir.
El gobierno de EE. UU. usó la agricultura en sí como una herramienta para forzar la asimilación. La Ley de Dowes en 1887 dividió tierras tribales en terrenos para promover la agricultura. A quienes no estuvieron de acuerdo con la práctica se los designó como no ciudadanos y se los obligó a dejar sus tierras, según el Servicio Nacional de Parques en EE. UU. Como resultado, el gobierno estadounidense despojó a personas indígenas de más de 90 millones de hectáreas de tierras tribales y se las vendió a colonos blancos.
Whittlesey dijo que esta es una historia difícil de procesar, pero que el programa agrícola, y Fort Lewis en general, está tratando de dar los primeros pasos para reconocer los daños históricos y presentes impuestos en las personas indígenas.
“Es una historia importante a la que intentamos responder, y no hemos completado nuestra respuesta”, dijo.
Traducido por Alejandra X. Castañeda