Morgan Di Santo está tan sorprendida como cualquiera de encontrarse guiando un arado cincel en la tierra de su granja de verduras de un acre por el río Florida al este del centro de Durango.
Di Santo enfrenta una lista considerable de desafíos como dueña de una granja. Largas horas. Ratones. Topos. Una variedad de enfermedades de cultivo. El clima—incluidos fuertes vientos que destruyeron parte de la infraestructura de su terreno.
Pero Di Santo dice que el sexismo en la agricultura no es uno de esos obstáculos.
“Definitivamente hay momentos en los que la gente se queda sorprendida de verme en ciertos espacios como en la tienda de irrigación, o la tlapalería”, Di Santo dijo. “Muchas veces no piensan que sea mi granja o que haga el trabajo. Piensan que solo [me encargo de] administrar el puesto en el mercado de granjeros o lo que sea—pero, digo, por lo general, definitivamente no creo que la agricultura haya sido desafiante porque soy una mujer”.
A 40 millas al oeste en el condado de Montezuma, Nina Williams concuerda.
“No estoy segura de que mis desafíos sean porque soy una mujer”, dijo Williams, la dueña de Haycamp Farm & Fruit. “Mis desafíos son el costo de la tierra arable y ser la única que trabaja, y hacer demasiado por mi cuenta”.
Di Santo y Williams figuran entre lo que aparenta ser un ligero aumento en la cantidad de granjas lideradas por mujeres en Colorado. En 2012, según el Servicio Nacional de Estadísticas Agrícolas del Departamento de Agricultura de EE. UU. (USDA, por sus siglas en inglés), el 37 por ciento de todos los “operadores” en Colorado eran mujeres. En 2017, el porcentaje aumentó al 41 por ciento de 69,032 “productores”, ubicando a Colorado en el noveno lugar entre todos los estados. (El USDA cambió su sistema para permitir que los granjeros contaran hasta tres operadores por cada parte de la propiedad, lo cual quizás distorsione estos datos.)
Di Santo se crio en Venice Beach, California. Obtuvo un título universitario en historia de Bard College al norte de la ciudad de Nueva York. Pero conexiones de familia la guiaron a la propiedad en el sudoeste de Colorado. Una tía sugirió la agricultura porque a Di Santo le encantaba la jardinería.
Junto con una amiga, Di Santo aprendió los elementos básicos del trabajo en una granja a través del programa de incubación de Fort Lewis College en la cercana comunidad de Hesperus.
“Esa es una excelente manera de ver si el trabajo en una granja es algo que quieres hacer”, Di Santo dijo. “Se invierte poco, hay pocos riesgos. Igual arriendas la tierra, pero es muy económica”.
En 2018, la pareja construyó un cerco contra venados alrededor de la propiedad de un acre, agregó un politunel (plástico que se envuelve alrededor de aros de acero—más barato que un invernadero) y empezó a plantar.
“Creo que las personas que he conocido en mi vida anterior probablemente se sorprenderían de encontrarme aquí”, Di Santo dijo. Ahora, administra Long Table Farm ella sola después de que su amiga eligió dejar de hacerlo.
“Digo, definitivamente me río sobre eso”, dijo. “Pero soy una persona muy motivada. Sé lo que quiero. Creo que puedo hacer cualquier cosa, lo cual es muy gracioso porque no puedo. Pero lo intentaré. Soy muy buena trabajando duro, días largos”.
A Di Santo le preocupa menos cómo tratan a su género que el acceso en general a la industria.
“Yo diría que muchos granjeros pequeños con huertos de mercado provienen de algún lugar privilegiado”, Di Santo dijo. Señaló que arrienda su terreno y no podría comprarlo: “No hay dinero en esto. Si lo hay, es muy poco. Y hay mucho riesgo”.
Di Santo contrata a un trío de trabajadores cada semana para que la ayuden con la cosecha y lavando las verduras para prepararlas para el mercado de granjeros los sábados en Durango. Es importante señalar que este artículo se enfoca en las mujeres propietarias de granjas, y no en el problema más generalizado de las condiciones laborales y la violencia sexual que enfrentan algunas trabajadoras de campo.
Varias organizaciones, incluidas Human Rights Watch y Southern Poverty Law Center, han documentado la vulnerabilidad de las trabajadoras de campo, especialmente las inmigrantes. El 77 por ciento de las mujeres en un informe publicado en 2008 por el Southern Poverty Law Center mencionaron que la violencia sexual era un gran problema.
A un condado al oeste de Di Santo, Williams se encarga de gestionar tanto ganado como cultivos. Cría ovejas y una manada de 19 vacas Highland escocesas, y cultiva una variedad de verduras.
Williams, cuyos lazos familiares en Colorado se remontan a su tatarabuela materna, es originalmente del norte de California. Obtuvo un título universitaria en botánica de la Universidad Estatal de Humboldt y vive en una granja de 10 acres cerca de Dolores, con paisajes impresionantes de la montaña Sleeping Ute. A través de un trueque, Williams lleva a sus ovejas a pastar en un huerto cercano de 14 acres, transportándolas ida y vuelta desde su propiedad. A las vacas las lleva a pastar en acres cercanos a cambio de, por ejemplo, manejar la irrigación.
“Provengo de una larga línea de mujeres que son bastante independientes”, Williams dijo. “Soy físicamente bastante fuerte y disfruto [haciendo] muchas de las actividades tradicionalmente masculinas”.
Williams está pensando en comprar una propiedad de 70 acres que ha estado en la misma familia por casi 100 años. La pastura tiene irrigación y le permitirá juntar sus cultivos y su ganado en un terreno, al mismo tiempo que produce su propio heno—el gasto más grande de su granja. “Espero aumentar la eficiencia y rentabilidad al estar en un solo lugar el tiempo suficiente como para establecer una tierra que produce alimentos con más nutrientes”, dijo.
El Departamento de Agricultura de Colorado no reúne sus propios datos sobre el género de los dueños de granjas ni sus operadores, pero espera tener datos censales de 2022 analizados este año, según un portavoz. Sin embargo, el Servicio de Investigaciones Económicas del USDA dice que, a nivel nacional, “las mujeres desempeñan un papel integral en el trabajo agrícola, ya sea como administradoras principales o como administradoras secundarias. En 2019, más de la mitad (el 51 por ciento) de todas las operaciones agrícolas en Estados Unidos tenían a una mujer a la cabeza o por lo menos una mujer [como una] administradora secundaria”.
En 2015, el USDA reportó que “el porcentaje de las granjas estadounidenses gestionadas por mujeres casi se triplicaron en las últimas tres décadas, del 5 por ciento en 1978 a alrededor del 14 por ciento en 2012”.
Las estadísticas de la Sociedad para la Gestión de Campos también sugieren que ha habido cambios en la información demográfica de género en los últimos 30 años, por lo menos entre sus 2,000 integrantes, los cuales incluyen gerentes de tierras, científicos, educadores, estudiantes, rancheros y profesionales dedicados a la conservación. Julie Larson, presidenta del Comité de Diversidad e Inclusión de la sociedad, dijo que el porcentaje de integrantes que son mujeres ha aumentado constantemente del 14 por ciento en 1992 al 20 por ciento en 2002 y al 35 por ciento en 2022. (Estos datos todavía no se publican.)
Larson agregó que el porcentaje de mujeres es aún mayor entre los integrantes más jóvenes—el 51 por ciento de quienes tienen entre 22 y 41 años de edad. Esto podría indicar que la cantidad seguirá aumentando.
“El sexismo se aparece de diferentes formas, pero creo que menos que en el pasado”, dijo Emily Lockard, la agente del programa de extensión de la Universidad Estatal de Colorado (CSU, por sus siglas en inglés) en el Condado de Montezuma, donde la granja de Williams está ubicada.
Lockard, quien ha ocupado su puesto actual por 18 meses, cuenta con 13 años de experiencia en programas de extensión. “Estamos observando a mujeres que [desempeñan un mayor papel] en la agricultura… y creo que eso demuestra un progreso. Definitivamente he encontrado sexismo en la agricultura, pero no diría que es la mayor parte de mi experiencia. Usualmente, [esas situaciones son] cosas en las que puedo girar los ojos y continuar con mi vida”.
Kellie Pettyjohn dejó de administrar The Wily Carrot, una granja de verduras de un acre en Mancos, hace dos años. Pettyjohn vendía lechuguillas para ensalada y otras verduras en los mercados de granjeros en Cortez y Durango y a través de la Cooperativa Southwest Farm Fresh. También les vendía a supermercados y restaurantes. (Recientemente, Pettyjohn obtuvo un título asociado en enfermería y ahora trabaja en Southwest Health System en Cortez.)
Pettyjohn dijo que los mayores desafíos eran los ingresos en comparación con el tiempo y esfuerzo invertidos, la sequía, el granizo y los saltamontes. También estaba criando a un hijo pequeño. Cuando el agua para irrigar se llenó de tierra, subió cinco millas caminando a la válvula principal para cortar arbustos. “Me volvía loca”, dijo.
¿Enfrentó algún tipo de sexismo? No.
“Siempre me sentí extremadamente apoyada por mis compañeros granjeros. Eran como mi familia y no lo hubiera logrado sin ellos”, Pettyjohn dijo. Como evidencia, Pettyjohn ofreció ejemplos de cuando granjeros hombres la ayudaron con tareas específicas, como drenar aceite de un arado cincel y ofrecerle ayuda con la irrigación—“y, quizás más importante aún, quejarnos juntos al final del día con una bebida fría”, dijo. “Siempre estuvieron ahí para mí”.
Carrie Havrilla es una profesora adjunta de ecología y gestión de campos en la Universidad Estatal de Colorado. Este otoño, por primera vez, enseñará una clase como parte de un título asociado en “Diversidad e inclusión en los recursos naturales”. El curso no es sobre cómo rotar los cultivos, Havrilla dijo; en lugar de eso, se enfoca en la equidad, la inclusión, los temas raciales y el género, y en la relación de esos asuntos con la gestión de recursos “y las experiencias de la gente en ese espacio”.
Hay “algo que no está bien”, Havrilla dijo, porque hay menos mujeres que hombres trabajando como granjeros, ganaderos y en agencias federales y estatales de gestión de tierras.
“Quizás sea sistémico, quizás sean los vestigios del pasado. Pero definitivamente las mujeres no se ven representadas en esas áreas”, Havrilla dijo. “Y cuando no ves a personas que se parecen a ti en puestos de poder o en puestos de influencia, perpetúa la idea de que no perteneces ahí”.
Aunque Di Santo siente que pertenece, tampoco está segura de que el trabajo funcionará a largo plazo.
“Físicamente, puedo hacer esto ahora, pero en 10 años, ¿quizás hasta en cinco? Digo, hasta en el tiempo que lo he estado haciendo, definitivamente ha tenido [un efecto negativo] en mi cuerpo”, dijo. Sin embargo, “me describiría a mí misma como una adicta al trabajo, como estoy segura la mayoría de los granjeros también lo harían. Saco placer de ser productiva”.
A Nina Williams, el trabajo agrícola le da la oportunidad de participar en un estilo de vida agrario e “interactuar con la tierra y sus ciclos naturales”. Williams aplicó al programa de posgrado en el Departamento de Ciencias de Tierras y Cultivo en CSU. También estudió con Nicole Masters, una agroecóloga líder de Nueva Zelanda que dirige un programa de asesoría llamado Integrity Soils.
El trabajo es duro, Williams admitió. Ha tenido problemas con su espalda y rodillas (y ha intercambiado lana en bruto por masajes). Las horas son largas. Admite voluntariamente que siempre tiene demasiadas cosas que hacer. Siempre hay desafíos. Un puma recientemente mató dos corderos.
Pero Williams considera el trabajo que ama como algo que demuestra que consumir comida barata e industrializada “ha sido posible debido a un increíble costo no solo para nuestro medioambiente sino para nuestra salud”. A los consumidores les han vendido una “gran mentira” de que la “comida debe ser barata y conveniente”, dijo. Pero los “ecosistemas están fallando y nuestra salud está fallando—y por eso lo hago. Nuestro bienestar está íntimamente conectado con la vitalidad de nuestra tierra y cómo producimos alimentos. Para mí, este es el servicio comunitario más fundamental que puedo ofrecer”.
Para Larson, en la Sociedad para la Gestión de Campos, líderes como Williams y Di Santo son clave para animar a más mujeres para que se unan al campo.
“Es importante destacar las historias de mujeres que están haciendo el trabajo ahora porque pienso que también es un aspecto crucial de permitir que la próxima generación vea lo que es posible”, Larson dijo. “Tengo amigas mujeres que han empezado sus pequeñas granjas y negocios de producción de alimentos. Es maravilloso. Y empoderante”.
Traducido por Alejandra X. Castañeda