Érase una vez, todavía presente en los recuerdos de algunas personas que viven en Denver, cuando las políticas y prácticas de vivienda no expulsaban a la gente de Five Points, sino que la atraían.
En los años 1940, Denver estaba enfrentando una crisis de vivienda. Los veteranos de las fuerzas armadas que regresaban de la Segunda Guerra Mundial buscaban un espacio, y los precios del alquiler aumentaron mucho. Igual que la falta actual de vivienda, esta crisis afectó a algunas personas más que a otras.
En ese momento, se permitía legalmente que las cláusulas de vivienda prohibieran específicamente que los habitantes de color alquilaran o compraran un hogar, y lo hicieron, con frecuencia.
Tom I. Romero, II, JD, PhD, profesor de leyes e historiador en la Universidad de Denver, ha reunido cláusulas con restricciones raciales provenientes de vecindarios en la ciudad, como Bonnie Brae, Clayton, Crestmoor, Regis Heights y muchos otros. Una de estas cláusulas en la subdivisión de Burns Brentwood en el sudoeste de Denver en 1949 establecía que: “Solo las personas de raza caucásica pueden comprar, usar y ocupar cualquier vivienda construida en dichos terrenos”.
Las cláusulas racistas eran aún más comunes en los suburbios, Romero explicó. En el Condado de Jefferson, una disputa sobre la venta de una casa con una cláusula racialmente restrictiva a un hombre japonés-americano hasta terminó en la Corte Suprema de Colorado en 1930. La corte secundó al racismo y decidió que estaba bien que::
Una persona dueña de un pedazo de tierra que la divide en lotes más pequeños con el objetivo de vender uno o más puede preferir tener como vecinos a personas de raza blanca, o caucásica, y puede creer que los compradores potenciales de los varios lotes quizás tengan la misma preferencia y pagarían un precio más alto si la propiedad se restringiera a personas de esa raza.
Aún después de que la Corte Suprema de EE. UU. determinó en 1948 que las cláusulas racialmente restrictivas no eran válidas, continuaron registrándose y aplicándose en entornos privados, según dijo Romero.
En 1947, alrededor del 90 por ciento de los residentes negros en Denver vivían en una zona limitada por el Platte River al oeste y Whittier al este, lado a lado con el 75 por ciento de los habitantes latinos y muchos de los japoneses-americanos (quienes durante la Segunda Guerra Mundial se habían visto forzados a dejar sus hogares), según un informe de The Denver Post publicado en su momento por un integrante de la comisión de la ciudad de Denver que examinó las relaciones raciales.
Los hogares estaban mucho más atestados en ese entonces, con múltiples familias apiñadas en casas pequeñas y apartamentos. En 1950, más de 25,000 personas vivían en Five Points, en comparación con las 15,000 que vivían ahí durante el Censo de 2015.
Políticas gubernamentales a nivel federal y local conspiraron para evitar que la gente que vivía en este vecindario pudiera reunir el tipo de riquezas que la Propuesta de Ley G.I. (para integrantes de las fuerzas armadas) y otros esfuerzos pusieron a disposición de las familias blancas. La agencia federal encargada de promover la adquisición de viviendas no respaldaba préstamos ahí—una práctica discriminatoria conocida como redlining. George Brown, un reportero del diario The Denver Post que era negro (y quien más tarde se convirtió en el vicegobernador de Colorado), escribió en 1951:
Jim Crow tiene al Negro yendo o viniendo. No dejará que el Negro compre afuera de la zona restringida, y crea obstáculos para prevenir que muchos compren desde dentro. Intenté comprar una casa afuera de los límites y no pude obtener financiamiento adecuado de ningún banco porque dijeron que la casa estaba en un “área que se está deteriorando y cayendo en la ruina”.
A Five Points se lo descuidó a propósito, Romero dijo, señalando que en los años 1940 y a principios de los 50, el Consejo del Agua en Denver ignoró el centro multiétnico de la ciudad mientras construía líneas nuevas en las afueras, pobladas por más personas blancas. En práctica, eso significó que a muchas personas en Five Points les faltaban sistemas adecuados de tuberías en sus hogares y, en muchos casos, no los tenían en absoluto.
“Por mucho tiempo, Denver se ha considerado a sí misma como [una ciudad] posracial”, Romero dijo. Pero el pasado es obvio: “Somos una ciudad profundamente comprometida a mantener las diferencias raciales”.
Las personas que vivían en Five Points, Curtis Park y Whittier rechazaron famosamente cualquier esfuerzo por convertir el área en un barrio bajo o “de mala muerte”. El restaurant Rice’s Tap Room and Oven, cuyos dueños eran negros, ofrecía música de jazz y blues en vivo los lunes. El negocio American Woodmen Insurance Company ofrecía buenos trabajos y seguro a personas que no podían obtenerlo por otros medios. El primer integrante latino del Consejo de la Ciudad, James Fresques, y el primero integrante negro, Elvin R. Caldwell, eran ambos de Five Points. Un próspero barrio japonés se expandía a lo largo de Larimer Street, con su templo budista rodeado de tiendas y restaurantes.
En la actualidad, el lugar se ve diferente. La mayoría de sus habitantes son blancos. Jim Crow ya no está. Tampoco están Rice’s Tap Room and Oven, American Woodmen Insurance y el barrio japonés.
Sin embargo, a las comunidades de color se las está excluyendo del apogeo residencial. ¿Cuánto ha cambiado realmente?
Recuerdos de la segregación
Marie Greenwood tiene 105 años.
Vive independientemente en una comunidad de personas retiradas en el sudeste de Denver, en un apartamento con una gran ventana orientada hacia el oeste que enmarca un amplio panorama de las montañas. “Mis montañas”, les dice.
Aquí, Greenwood recibe visitas frecuentes de hijos y nietos, y es una de las favoritas entre el personal. Escribió sus memorias de lo que llama “los primeros 100 años” en una autobiografía publicada en 2013: “Por la gracia de Dios” (By the Grace of God). Cuando hablamos, con frecuencia me indicó que la leyera para obtener detalles.
En el libro, Greenwood describe cómo llegó a Denver en tren en 1925 cuando tenía 12 años. Quedó encantada con la grandeza de Union Station y el sonido metálico de los tranvías que viajaban a lo largo de 17th Avenue.
Su familia no vivía en Five Points ni en Whittier, sino en 13th Avenue y Pennsylvania, en un edificio de apartamentos donde su padre trabajaba como conserje. Greenwood fue una de un puñado de estudiantes de color que fueron a Morey Junior High y recuerda haber sido la única estudiante negra en su clase en East High School.
La vida de Greenwood en ese entonces estaba envuelta en la crueldad anónima del racismo sistémico, al igual que en el racismo individual.
“No podíamos comer en ningún restaurant. Ni siquiera en Woolworth. Si íbamos a un teatro, nos dirigían inmediatamente al palco de arriba”, Greenwood me dijo.
Las mujeres afroamericanas solo podían nadar los viernes en lo que se conocía como los baños públicos, donde hoy se encuentra el Centro Recreativo Twentieth Street. Los hombres negros, los sábados.
“[Después] vaciaban la piscina para que estuviera bien limpia durante el resto de la semana”, Greenwood dijo inexpresivamente.
Greenwood terminó graduándose de lo que ahora es la Universidad del Norte de Colorado en Greeley, y se convirtió en la primera maestra negra en Colorado en Whittier Elementary School. Sus primeros años como maestra coincidieron con la Segunda Guerra Mundial y con la falta de vivienda. Era casi imposible para una familia negra comprar una casa, especialmente afuera de un espacio limitado cerca de Welton Street.
Casi.
“Mi madre y mi padre trabajaron y trabajaron y trabajaron para asegurarse de que yo estudiara. Y esa fue la razón por la cual juré que, cuando obtuviera mi título universitario, me aseguraría de que a mis padres no les faltara nada y que tuvieran una casa”, Greenwood dijo. “Y eventualmente lo logré”.
Un agente de bienes raíces emprendedor, que era negro, encontró una casa sobre Lowell Boulevard en Barnum que el dueño quería vender por unos cuantos miles de dólares. Greenwood la compró para sus padres y compartió las mensualidades del préstamo con su padre. Al poco tiempo, con su salario de maestra, ella y su nuevo esposo compraron una casa destartalada en Whittier por $1,800. El banco aceptó arreglarla siempre y cuando la pareja se la sacara de las manos. Y eso hicieron.
Sin embargo, su mejor inversión fue haber comprador seis terrenos sobre West 6th Avenue, cerca de Lakewood, por $600. El gobierno terminó apoderándose de tres de esos terrenos para construir ahí la autopista, pero quedaron tres.
Mientras esperaban que terminara la escasez de ladrillos durante la guerra, Greenwood y su esposo, quien se había abierto paso de conserje a asistente de contador en la Base de la Fuerza Aérea en Lowry, recibió un préstamo por $13,000 a fin de construir la casa de sus sueños para la familia. Tenía tres dormitorios, una cochera adjunta, puertas de caoba y pisos de madera.
Eran la única familia negra en una calle habitada por caras blancas.
Propiedades y riquezas
Cuando le pregunté a Greenwood por qué era tan importante para su familiar comprar en lugar de alquilar su casa, me miró sorprendida por la pregunta.
“Porque sería nuestra”, respondió.
En Estados Unidos, las familias negras e hispanas tienen menor probabilidad de ser dueñas de sus viviendas que las familias blancas, debido en parte por un pasado de exclusión sistemática. En 2016, más de dos tercios de las familias blancas eran dueñas de su vivienda, pero menos de la mitad de las familias negras e hispanas lo eran; esa diferencia casi no ha cambiado desde los años 1970.
A su vez, esa diferencia ha contribuido a la persistente y problemática brecha en la riqueza racial. En 2016, la riqueza media de los hogares blancos era $171,000, en comparación con $17,409 de la familias negras y $20,920 de las familias hispanas, según un reciente análisis del Instituto Urbano.
Al presentar su caso a favor de una política de indemnizaciones para los estadounidenses negros, el escritor Ta-Nehisi Coates invoca el pasado uso de redlining y las prácticas abusivas o usurarias para dar préstamos que surgieron como resultado. Una y otra vez, a las familias negras se las ha excluido de participar en oportunidades para aumentar sus riquezas.
Esto también es un problema de salud y contribuye a las disparidades raciales que todavía existen relacionadas con la longevidad y la calidad de vida. La riqueza proveniente del valor de una vivienda puede ayudar a que las familias financien la educación de sus hijos y sobrelleven la pérdida de un empleo, el cambio en ingresos y otros impactos financieros. Más riqueza, por lo general, significa mejor salud.
Greenwood es una persona excepcional por muchas razones. Pero su familia no fue la única entre los habitantes negros de Denver que encontraron una manera de participar en la compra de propiedades, aunque el mercado estuviera en su nivel más restrictivo. Con frecuencia, estas familias recibían la ayuda de otras personas en la comunidad negra que compartían recursos y descubrían fallos o vacíos (loopholes) en el sistema.
“Lo que la gente no entiende es que a veces las personas negras se sacrificaban mucho para comprar sus propios hogares”, dijo Terri Gentry, voluntaria e integrante del consejo del Black American West Museum, un monumento a la historia negra en Curtis Park.
Me encontré con Gentry cuando el museo estaba por cerrar un viernes. Mientras los voluntarios se preparaban para ir a casa, algunos otros llegaban para una junta de recaudación de fondos. Algunos de ellos, como Gentry, habían crecido escuchando historias sobre los días de Jim Crow.
Thomas Ernest McClain, el bisabuelo de Gentry, fue el primer dentista negro registrado en el estado y pagó por la construcción de su casa cerca de York Street en Whittier en los años 1920. Pero cuando el vendedor blanco se enteró de que McClain era negro, se rehusó a entregarle las llaves. Alguien quemó una cruz frente a la casa.
McClain terminó comprando una casa en Marion Street cerca de 26th Avenue, a la cual entraba por el callejón en lugar de por la puerta de enfrente, para no hacerse notar como un hombre negro en una calle blanca. Los abuelos de Gentry eventualmente compraron esa casa.
Otra cosa que la gente no entiende, Gentry dijo, es que la práctica de readlining realmente nunca dejó de aplicarse.
“Dicen que ya no existe, pero no es verdad”, dijo. “Sigue habiendo tasas de interés más altas para la gente negra, se examina más detenidamente tu [historial de] crédito. [Hay] pautas más estrictas”.
Existen bastantes estudios que respaldan lo que dice. En 2015, era dos veces más probable que a las personas negras en Denver les negaran la solicitud de un préstamo convencional que a las personas blancas, según datos analizados por Zillow.
Estudios de investigación han demostrado que es más probable que a la gente negra y latina les ofrezcan préstamos costosos que a las personas blancas con perfiles financieros similares. Wells Fargo Bank, el originador más grande de hipotecas residenciales en el país, aceptó en 2012 pagar más de $175 millones para resolver una queja por haber dado a prestatarios afroamericanos e hispanos préstamos hipotecarios de alto riesgo cuando calificaban para préstamos de alta calidad.
Otros estudios han demostrado que los agentes de bienes raíces encaminan a personas blancas que buscan comprar casas hacia vecindarios más blancos y acaudalados. Por estas y otras razones, la diferencia racial de la riqueza está aumentando.
Five Points como centro social
Greenwood no supo hasta después de que murió su padre que se había ido del sur por miedo a que lo lincharan.
En su libro, describe su vida como una serie de conatos de accidentes. La expectativa de vida de una mujer negra nacida en 1913, como ella, era como 41 años, en comparación con 56 para una mujer blanca. No debió haber llegado con vida a los años 1960.
Pero lo hizo. Y durante el trayecto, algunas de las inequidades a las que se enfrentó en su juventud se destruyeron.
Luchó fuerte por cada paso hacia adelante; no superó ningún obstáculo sin enfrentarse a una batalla. En su libro, Greenwood describe que perteneció a un grupo interracial llamado Cosmopolitan Club, el cual a finales de los años 30 y principios de la década de los 40 visitaba restaurantes y fuentes de soda para demandar servicios, al invocar una ley estatal ampliamente ignorada que prohibía legalmente la discriminación. The Blue Parrot Inn en Broadway, enfrente de donde estaba el Brown Palace Hotel, fue el último lugar en abrirles las puertas a los clientes negros.
La Ley de Colorado para la Vivienda Justa en 1959 y la histórica legislación federal sobre derechos civiles en los años 1960 desarmaron muchas de las estructuras legales que respaldaban la segregación en nuestro estado.
“Los agentes de bienes raíces a regañadientes dieron acceso a la venta y el alquiler de viviendas en áreas con solo personas blancas”, Greenwood escribió. Los teatros y hoteles les permitieron la entrada a los afroamericanos. Greenwood agregó:
Teniendo acceso a todas estas nuevas oportunidades, no hubo un “caudal” de minorías visitando restaurantes o mudándose a áreas residenciales exclusivas. El Cosmopolitan Club alcanzó su objetivo de romper con las barreras de la discriminación para que tuviéramos el privilegio de elegir [el énfasis es suyo] dónde comer, a qué lugares ir o dónde vivir, como cualquier otro ciudadano. La mayoría de los afroamericanos preferían estar cerca de los suyos. Muchos no podían pagar por hoteles, restaurantes y casas costosas, pero fue un consuelo saber que las puertas se abrieron.
Al ser testigos de esas grietas en las entradas, muchas personas de color eligieron salirse de vecindarios en el nordeste de Denver que el gobierno había descuidado tanto, y se fueron en busca de nuevas oportunidades a lugares como el noroeste de Denver o Park Hill, antiguamente un vecindario con solo personas blancas.
Al mismo tiempo, la gente blanca se estaba saliendo cada vez más del centro de la ciudad hacia los suburbios. La población en Five Points disminuyó entre los años 1950 y 1980, y alcanzó su número más bajo alrededor de 1990 con cerca de un tercio de su población máxima.
Greenwood no demuestra gran nostalgia al hablar sobre el vecindario. Le pregunté si Five Points era importante para la comunidad afroamericana.
“Supongo que sí, ya que era el único lugar donde nos permitían ir”, me dijo.
Greenwood prefería las montañas. “¡El campamento Nizhoni!” Su cara se iluminó y cerró el puño con energía cuando recuerdó un campamento de verano al que fue hace 90 años.
Pero el campamento lo organizaba Phillis Wheatley Colored YWCA Club en Welton Street, porque los otros campamentos excluían a las niñas afroamericanas.
En ese entonces, la querida iglesia de Greenwood, Shorter A.M.E., también estaba en Five Points. La escuela donde se convirtió en la primera maestra negra en Denver estaba en Whittier. Y las amistades que estableció con mujeres negras que conoció en la comunidad la acompañaron toda una vida.
Mucha gente que forma parte de la comunidad negra en Denver puede contar algo similar sobre los vecindarios que se extienden alrededor de Five Points, aunque no hayan vivido ahí.
“Lo maravilloso es que tenemos altibajos juntos”, dijo Dorothy King-Stockton, otra voluntaria en el Black American West Museum. Su madre conocía a Greenwood. Tomó clases de danza africana con Gentry.
King-Stockton recuerda a Five Points como un lugar en donde las personas se cuidaban entre sí. Eso está desapareciendo, dijo.
Gentry se crio en el nordeste de Denver. Estudió en Manual High School en Whittier y le encantaba vivir ahí: los restaurantes, las tiendas, la comunidad entera. Cada vez que puede, trae a sus nietos a los vecindarios de Five Points y Whittier.
Gentry quiso comprar la casa de sus abuelos en Whittier, la misma que McClain compró en los años 1920, cuando decidieron venderla debido a problemas de salud. Pero la acababan de dar de baja de su trabajo en la Compañía de Servicio Público de Colorado y no tenía suficiente dinero.
Eso fue en 1996. El vecindario ya estaba empezando a ver cambios en ese entonces, y más personas blancas estaban llegando a vivir ahí.
“Sigo jugando a la lotería”, dijo Gentry, quien ahora vive en Littleton. “Cuando gane, regresaré a casa”.
“Gentrificando felizmente el vecindario desde 2014”
El cartel que Ink! Coffee puso afuera en noviembre de 2017 dolió. Personas protestando se reunieron afuera y el lugar rápidamente se convirtió en un símbolo de la indiferencia de los recién llegados hacia la historia de vecindarios como Five Points.
Las conversaciones sobre la gentrificación irritan una herida profunda. Hasta dentro de las comunidades de color en Denver, no existe un acuerdo sobre qué la causó y qué se debe hacer ahora.
Gentry recuerda tener que alejarse de una mujer que entró en el museo recientemente y dijo que se acababa de mudar al vecindario y anunció: “Solo me estoy uniendo a la caravana de la gentrificación. Y quería saber por qué están aquí”.
Robert Eanes, quien estaba ahí para asistir a la junta para recaudar fondos, dijo que parte del problema fue que “la gente no estaba viniendo para unirse. Estaba viniendo para reemplazar”.
Eanes es presidente de una organización llamada The Points Historical Redevelopment Corporation, la cual busca preservar la historia y cultura afroamericana.
“Hay mucha culpa para repartir”, intervino Walter Huff, un agente de bienes raíces que se enfoca en propiedades desfavorecidas. “Nuestra comunidad recibe mucha de la culpa por la gentrificación porque nos fuimos”.
Otros dicen que se vieron obligados a irse.
La explosión de actividad económica y reurbanización en Five Points no es coincidencia. En parte, es el resultado del crecimiento de la población y una tendencia nacional hacia la vida urbana. También es el resultado de una estrategia deliberada para dirigir las inversiones hacia una zona central de la ciudad que había recibido pocos fondos en el pasado.
El presidente del Consejo de la Ciudad Albus Brooks, quien representa a la zona, dijo que la gentrificación ya estaba en marcha mucho antes que él tomara su puesto en 2011. Durante su campaña, escuchó una y otra vez a las personas de color decir que estaban cansadas de que a Five Points lo excluyeran del desarrollo económico de la ciudad. Querían saber por qué los negocios con propietarios blancos a unos pasos de distancia tenían acceso a recursos que ellas no tenían. Estaban hablando, Brooks dijo, sobre el financiamiento al aumentar impuestos, un incentivo de reurbanización que busca contrarrestar el deterioro urbano y promover el comercio.
Brooks dijo que tomó ciertas medidas, junto con el Alcalde y otros socios de la ciudad, para apoyar a los negocios en Five Points, especialmente aquellos cuyos dueños eran personas de color.
“Espero que el resultado sea transformativo”, agregó.
Sin embargo, la decisión en 2012 del Consejo de la Ciudad de declarar como “deteriorada” una gran sección de Five Points se sintió como un eco del pasado. La medida incentivó a los inversionistas externos a venir a Five Points. También creó temores, hasta ahora no realizados, de que la ciudad usaría su derecho de expropiación en Five Points para desplazar forzosamente a la gente de color.
“Siguen diciendo que no lo harán”, Eanes dijo. “Pero lo han hecho antes. Eso es lo que le preocupa a la gente”.
Eanes mencionó el vecindario de Auraria, el cual era predominantemente latino cuando se enfocaron en su reurbanización en los años 1960. Contra las fuertes objeciones de sus habitantes y su iglesia, se desplazó forzosamente a una comunidad entera para dar lugar al campus universitario que ahora existe ahí.
Brooks dijo que entiende que el dolor que hoy se observa esté basado en la historia. “La gente sigue hablando sobre el derecho de expropiación”, dijo. “Esas son herramientas económicas de racismo sistemático”.
Muchas personas se han beneficiado del brusco aumento en los precios de la vivienda en Denver. Están las compañías de capital privado y fideicomisos de inversión en bienes raíces que compraron casas y edificios de departamentos cuando el mercado estaba en su nivel más bajo y que han obtenido ganancias impresionantes al alquilarlos. Hay compañías constructoras de viviendas de lujo vendiendo o alquilando apartamentos en rascacielos con amenidades como estudios de yoga y salones de belleza para perros. Están aquellos que compran casas en mal estado, las remodelan y las venden. También están los propietarios individuales que compraron una vivienda en el momento correcto, o aquellos que ya eran dueños de casas costosas y cuyos precios aumentaron aún más.
¿Quién no se ha beneficiado del auge? Igual que durante los años después de la guerra, este aumento de riquezas nuevas en su mayor parte ha ignorado a las comunidades de color.
En 2015, cerca de un tercio de la gente negra en la plenitud de su vida laboral en el área metropolitana de Denver y menos de la mitad de la gente latina era dueña de sus viviendas, en comparación con casi dos tercios de la gente blanca. Esto significa que se perdieron la oportunidad de recibir un gran aumento en el valor de una vivienda.
El código postal que incluye gran parte de Five Points, 80205, pasó de ser uno de los peores afectados por la crisis de ejecuciones hipotecarias (la cual afectó desproporcionadamente a los negros y latinos en el país) a tener uno de los alquileres más altos en la ciudad por una vivienda de dos habitaciones, según un reporte de The Denver Post.
Los estudios académicos no demuestran claramente cuántas personas se ven desplazadas forzosamente por la gentrificación. La gente en vecindarios donde los bajos ingresos son una situación crónica se muda, también, por presiones como la evicción, la pérdida de trabajo o los problemas de salud.
Mientras tanto, es claro que la inversión y el aumento de la actividad económica tienen efectos positivos como en los fondos escolares y las tasas de empleo.
Pero estas ganancias materiales no benefician a toda la comunidad. Una amplia encuesta en Filadelfia encontró que vivir en un vecindario en proceso de gentrificación daba lugar a que los residentes dijeran que su salud había mejorado ligeramente, excepto los residentes negros. Era más probable que estos residentes dijeran tener peor salud que los residentes en vecindarios sin gentrificación.
Otro estudio de nacimientos prematuros en la Ciudad de Nueva York encontró una diferencia similar según el grupo racial. Las madres blancas se beneficiaban al vivir en un vecindario con gentrificación y tenían menos nacimientos prematuros. Las madres negras que vivían en los mismos vecindarios tenían más.
Una cosa es clara: no solo la gente desplazada sufre.
“Me siento aislada en mi propio vecindarios”, me dijo una mujer negra que había vivido en Park Hill por 35 años y que no quiso dar su nombre.
La historia importa
La exclusión es el hilo que conecta la segregación con la gentrificación.
La gentrificación, funcionando en coalición con prácticas discriminatorias para dar préstamos y la desigualdad de ingresos, ha logrado ofrecer una manera diferente a la de Jim Crow para excluir a las personas de color de la oportunidad de aumentar sus riquezas a través de la adquisición de una vivienda.
Pero esta vez, no hay una comunidad unificada de la cual sacar fuerza, no hay un campamento Nizhoni, no hay un vecindario central en donde la mayoría de la gente de color vive. El segundo golpe de la gentrificación es fragmentar a la comunidad que de otra forma podría ser una fuente de resiliencia y poder.
El hecho de que la salud se ve afectada por la fortaleza de las relaciones sociales es algo fuertemente respaldado por estudios. No es una exageración decir que nos necesitamos para sobrevivir. Como Robert Putnam, un experto en capital social, escribió en “Jugando boliche solo” (Bowling Alone):
“El desempeño escolar, la salud pública, las tasas de crimen, la depresión clínica, el pago de impuestos, la filantropía, las relaciones raciales, el desarrollo comunitario, las respuestas censales, el suicidio en la adolescencia, la productividad económica, el financiamiento de campañas, cada una de las felicidades humanas: se ha demostrado que todas se ven afectan por cómo (y si) nos conectamos con nuestra familia y nuestros amigos y vecinos y colegas”.
Estas conexiones son especialmente cruciales para las personas de color y otras comunidades cuyo acceso a oportunidades económicas se bloquea sistemáticamente.
Romero, el historiador de leyes en DU, nació en 1973. Ese fue el año en que la Suprema Corte de Justicia de EE. UU. encontró que aunque hubiera terminado la segregación legal, el Consejo Escolar de Denver había manipulado intencionalmente las zonas de asistencia a las escuelas y las políticas de escuelas en vecindarios para mantenerlas segregadas.
Como hijo de funcionarios chicanos activos en la lucha laboral en sus lugares de trabajo, a Romero lo enviaban en autobús desde su vecindario en el noroeste de Denver hasta una escuela a 15 millas de distancia en el sur donde había una mezcla de niños negros, latinos y blancos. Más tarde, su familia se fue a vivir más cerca de su escuela. Romero estableció amistades profundas con algunos compañeros de su escuela y también sufrió burlas raciales de otros, además de paradas a manos de la policía mientras que a sus amigos blancos no les ocurrió lo mismo.
El traslado en autobús se acabó en 1995 cuando un juez federal determinó que la gente negra e hispana contaba con suficiente influencia política para que fuera innecesario. En la actualidad, las escuelas de Denver son unas de las más segregadas en el país.
Romero está escribiendo un libro sobre la historia de las relaciones raciales y leyes en Denver después de la Segunda Guerra Mundial. Una de las cosas que lo incentiva es que la historia de Denver de la cual habló su familia no estaba reflejada en la versión que se enseña comúnmente. Muchos se han olvidado de trastornos sociales importantes, como el desplazamiento forzoso de los residentes en Auraria.
En su oficina en un sector laberíntico de la Facultad de Leyes Sturm, Romero alternaba entre la historia de la posguerra que está estudiando y lo que está sucediendo ahora.
“Hay patrones y prácticas conectadas a una larga historia de racismo institucional. Yo le digo supremacía blanca”, Romero dijo. “Nosotros, como legisladores y ciudadanos queremos decir: ‘Colorado no es así, Denver no es así. Esos son problemas en el sur. Denver es diferente’. Es algo que escucho explícitamente, o entre líneas, una y otra vez”.
Ignorar el papel que desempeña el racismo institucional puede causar que no nos demos cuenta de quiénes son sus beneficiarios actuales, en su mayoría blancos.
“Esto no tiene nada que ver con encontrar al culpable. No quiere decir que la reciente ola de personas que participan en la gentrificación sea explícitamente racista”, Romero explicó. “Pero ciertamente se están beneficiando de un sistema donde han tenido ventajas generacionales, ventajas estructurales”.
A lo largo de nuestra historia, también hay instancias en las que los ciudadanos y líderes gubernamentales han luchado fuerte contra las prácticas racistas. Romero ofrece como ejemplo al Park Hill Action Committee, un grupo de vecinos que se organizó para crear una comunidad inclusiva y escuelas integradas, y produjo reacciones negativas.
Mantener el progreso, explicó, significa enfocarse explícitamente en el racismo y no depender de sustitutos más atractivos como la teoría económica.
Significa hacerse constantemente la misma pregunta, Romero dijo: “¿Cómo van estas políticas y prácticas a reafirmar los patrones de discriminación racial o cómo van a cambiarlas?”