Los condados rurales de Colorado están reabriendo, pero no para todos.
Restaurantes, bares, parques, tiendas, centros de esquí y áreas para hacer senderismo cerraron por varias semanas o meses en la primavera cuando el país empezaba a sentir los impactos de la pandemia de COVID-19. Muchas personas consideraron las restricciones a lugares públicos una situación sin precedentes.
Pero las cosas no cambiaron mucho para Kelsey Bell.
Recientemente, automóviles estacionados llenaban el centro de Durango. Bell y su pareja, Hunter Purdum, se estacionaron en un espacio accesible a un par de cuadras de distancia. Se movieron al ritmo de ella, ya que usa una silla de ruedas. Él la ayudó a permanecer en la vereda cuando esta se inclinaba hacia la calle. Ella lo miró cuando una rueda se enganchó en una grieta del cemento.
Usar mascarillas era algo nuevo para la joven pareja; era la primera vez en más de un año que visitaban el centro. Nunca se tomaban la molestia de salir antes de la pandemia. Encontrar un restaurante accesible para almorzar es “como encontrar una aguja en un pajar”, Bell dijo.
Los restaurantes estaban llenos de comensales ocupando mesas ubicadas a seis pies o más de distancia, algunas instaladas en la vereda de la Avenida Principal, con el regreso del bullicio de gente local y turistas. Había gente caminando y mirando vidrieras en las tiendas, pareciendo decidir si había demasiadas personas adentro para entrar.
Bell, mirando hacia el piso, pasó de largo. No podía entrar a muchos de los negocios en su silla de ruedas sin una rampa portátil. Y hasta con eso, es difícil saber qué restaurantes ofrecen baños accesibles, y la mayoría de los pasillos en tiendas son demasiado angostos para pasar por ellos, dijo.
Bell, de 24 años, a quien le amputaron el pie derecho cuando era pequeña debido a una deformidad congénita, es una de cientos de miles de personas que viven con discapacidades en Colorado. Estas personas constituyen el 10 por ciento de la población total en el estado, dijo Julie Reiskin, directora ejecutiva de la Coalición de Interdiscapacidades de Colorado (una organización beneficiaria de The Colorado Trust). Las comunidades montañosas son reconocidas por los obstáculos de accesibilidad, especialmente para personas con discapacidades motrices, dijo.
“Es muy difícil vivir en una silla de ruedas en algunas de esas comunidades”, Reiskin dijo. “Las personas viven en estas comunidades y cuando enfrentan una discapacidad, se van”.
Algunas veredas en Durango terminan a mitad de cuadra. Algunas colinas son tan empinadas que subirlas en una silla de ruedas es abrumador, hasta con ayuda, Bell dijo. Y aunque los funcionarios están instalando esquinas con incisiones en la ciudad, la obra parece fragmentada, agregó. A obstáculos que parecerían obvios, como un poste de luz que bloquea parte de una vereda angosta al lado de un puente con mucho tráfico vehicular, no les ponen atención.
Bell puede superar muchos obstáculos de acceso cuando está sana y con el apoyo de una prótesis, pero ha estado en silla de ruedas desde 2019 cuando se cayó y dislocó su rótula. La pareja quisiera quedarse en Durango, pero ambos reconocen el estrés, financiero y emocional, que podrían enfrentar si Bell se lastimara otra vez y tuviera que usar una silla de ruedas indefinidamente.
“Ya sea su energía mental o mi energía física pueden fallar”, Purdum dijo. “Y entonces es la misma historia de otra persona discapacitada que se va de Durango”.
Un camino quebrado y desnivelado
La accesibilidad no cruzó la mente de esta chica de 18 años cuando estaba investigando universidades para estudiar, dijo. Siempre había podido hacer todo lo que su familia hacía en el sur de California, donde se crio. No recuerda muchas situaciones en las que limitaciones de movilidad le impidieron hacer algo que quería hacer.
Durango, una ciudad de 19,000 habitantes ubicada en un exuberante valle entre desiertos altos y picos montañosos, era tan diferente de la costa del Pacífico y de lo que conocía, Bell dijo. Se comprometió a asistir a Fort Lewis College después de una breve visita, pero la atracción al sudoeste de Colorado se disipó cuando las barreras físicas y sociales empezaron a desafiar su seguridad y concepto de sí misma.
“Hay mucho estigma; solo en años recientes empecé realmente a identificarme como una mujer discapacitada”, Bell dijo. “No fue hasta más tarde en mi experiencia universitaria que realmente me identifiqué y no me sentí avergonzada”.
Conoció a Purdum, de 25 años de edad y criado en Durango, en la aplicación de citas Tinder mientras estaba estudiando. Después de graduarse, consiguió un trabajo en el Centro Sudoeste para la Independencia, una organización no lucrativa que trabaja a favor de las personas con discapacidades. Ahora, como defensora de los derechos de jóvenes con discapacidades en el sudoeste de Colorado, “tengo seguridad laboral”, Bell dijo. “Nunca dejaré de recibir llamadas [de otras personas con discapacidades] sobre, ‘No puedo ingresar aquí, no puedo encontrar vivienda, no puedo moverme por este lugar”’.
Muchas de las barreras de accesibilidad en Durango surgen de la ignorancia. “Ni siquiera se le ocurre a la gente”, dijo Martha Mason, directora ejecutiva del Centro Sudoeste para la Independencia.
Las barreras de acceso varían entre una comunidad rural y otra en Colorado, según Reiskin. Las veredas en Durango, por ejemplo, son difíciles de usar en una silla de ruedas. El intérprete más cercano a Craig para el lenguaje de señas está a tres horas de distancia en automóvil. Y aunque el acceso en sillas de ruedas en Montrose “es bastante decente, el transporte [público accesible] es espantoso”, Reiskin dijo.
Pero por lo menos un patrón existe: Las comunidades montañosas con economías basadas en el turismo y precios costosos de vivienda suelen ser menos accesibles, Reiskin explicó.
La ciudad de Steamboat Springs ha “logrado avanzar mucho en la accesibilidad física”, dijo Ian Engle, director ejecutivo del Centro para la Independencia en el Noroeste de Colorado, otro proveedor de servicios y defensor de los derechos de las personas con discapacidades. Pero “es algo chocante y sorprendente cuánto queda por hacer”, agregó. “Lo que hemos hecho es que nos hemos topado con un obstáculo de apatía y estamos satisfechos así: ‘está suficientemente bien, podemos arreglárnoslas”.
Hasta Lamar, una de las comunidades rurales más accesibles en Colorado (y, cabe mencionar, que no depende mucho de la economía del turismo), enfrenta sus desafíos, dijo Kenny Maestas, representante de la Coalición de Interdiscapacidades de Colorado en el sudeste de Colorado. Aunque Maestas, quien usa una silla de ruedas debido a una lesión, puede moverse por la mayoría de los negocios y las veredas del pueblo, “[la situación con] la vivienda accesible es horrible”, dijo.
Con frecuencia es menos probable que las personas que enfrentan obstáculos al acceso en comunidades más pequeñas presenten una demanda legal o tomen medidas directas para protestar contra un negocio o gobierno por miedo a las consecuencias, Reiskin dijo. Los negocios quizás no piensen que es valioso invertir en adaptaciones de acceso con frecuencia costosas, o quizás duden de hacer cambios mayores sin conocer personalmente a alguien con discapacidades o sin ser discapacitados ellos mismo, dijo.
“Cuando la gente vive eso personalmente, se da cuenta de que, “Oh, ahora veo que la rampa es importante”’, Reiskin dijo.
Además, la falta de acceso resulta en que menos personas con discapacidades usen lugares públicos y crea la ilusión de que no existen en muchas comunidades rurales de Colorado, Reiskin agregó. Por ejemplo, con frecuencia no se veía a personas discapacitadas en Grand Junction hasta que se instaló una infraestructura más accesible.
“Solía ser que yo era la única que veía en silla de ruedas” en Grand Junction, Reiskin dijo. “Ahora, la mayoría del tiempo hay más de uno de nosotros en el autobús. Nunca no veo a otra persona en silla de ruedas [en Grand Junction].”
Pero no se puede decir lo mismo de Durango. Hasta después de pasar su niñez ahí, Purdum no reconoció los múltiples obstáculos al acceso en la ciudad hasta que conoció a Bell. Tantas personas en Durango ven a tan pocas personas discapacitadas que conocer a alguien en silla de ruedas es difícil, dijo.
La falta de conciencia es más fácil.
“Hay un rencor que desarrollas cuando abres los ojos”, Purdum dijo sobre cuando se dio cuenta de los obstáculos al acceso que existen en su pueblo natal. “Tratamos de planear para hacer tantas cosas, pero solo una cosa puede arruinarlo todo. … Nunca podemos compensarlo”.
Nivelando el camino
A pesar de tres décadas de leyes federales que obligan a ofrecer acceso, muchas personas que viven con discapacidades en comunidades rurales no tienen recursos equitativos para aprovechar oportunidades.
La silla de ruedas de Bell impide que tenga acceso a muchos negocios en el centro de Durango que no tienen rampas y limita las opciones de lugares donde puede gastar su dinero o encontrar empleo. Ha querido asistir a las recientes manifestaciones de Las Vidas Negras Importan, pero muchas se organizan en parques sin acceso para sillas de ruedas.
“Si no es parte de tu mundo, no es parte de tu mundo”, dijo.
La Ley sobre Estadounidense con Discapacidades (ADA, por sus siglas en inglés) prohíbe que se discrimine a las personas con discapacidades en todos los aspectos de la vida pública. Las reglas, las cuales se aprobaron por primera vez hace 30 años, requieren que los gobiernos locales autoevalúen, identifiquen y modifiquen políticas, prácticas y planes que podrían discriminar contra las personas con discapacidades.
La ley federal también prohíbe que los lugares privados que atienden al público (restaurantes, tiendas, etc.) discriminen contra las personas con discapacidades y establece un estándar de acceso mínimo para hacer cambios en los edificios y los proyectos nuevos de construcción. Además orienta a los negocios para que hagan “adaptaciones razonables” cuando atiendan y empleen a personas con discapacidades. Estas adaptaciones incluyen modificaciones como mover muebles, ampliar umbrales en las puertas, reposicionar estantes u ofrecer una ruta accesible desde el estacionamiento hasta la entrada.
Pero el cumplimiento de la ADA, una responsabilidad del Departamento de Justicia de EE. UU., “ha sido muy débil” bajo la presidencia de Trump, Reiskin dijo. Las demandas civiles son una opción, un proceso largo para las comunidades y los negocios que puede convertirse en una empresa más costosa que instalar modificaciones para el acceso.
“Con todos los derechos civiles, no se dan”, Reiskin dijo. “Se quitan”.
El litigio ha causado más daños que beneficios para la accesibilidad en Steamboat Springs, Engle dijo. Muchas demandas legales surgen fuera del pueblo, y los negocios con frecuencia llegan a un acuerdo legal con dinero que termina en las manos de una sola persona en lugar de en modificaciones para mejorar el acceso, explicó.
En su trabajo, Engle intenta asociarse con negocios, establecer un plan dentro de su presupuesto para hacer que las instalaciones públicas sean más accesibles y promueve la idea de que “el buen acceso es bueno para el negocio”. Eso, dijo, establece un defensa contra las demandas legales y crea una relación mutuamente beneficiosa. La mayoría de los negocios aceptan este método, dijo.
“Tienes que abrir camino en algún lugar”, Engle dijo sobre cómo convence a los dueños de negocios para que inviertan en infraestructura accesible. “Encuentras a un empresario que dice, ‘esto funciona’. [Los demás] van a escuchar a un colega antes que a mí”.
La voluntad de abolir las barreras de acceso también se relaciona con personas influyentes que conocen a alguien con una discapacidad. El padre de Maestas en Lamar trabajó para la ciudad en 1989 cuando Kenny tuvo un accidente de automóvil que lo dejó cuadripléjico. Maestas, quien ahora es papá también, reconoce que gran parte de la accesibilidad en su pueblo natal se debe a la oportunidad y a la persistencia de su padre para que la ciudad para la cual trabajaba fuera más accesible. (También ayuda que la topografía de Lamar es plana, dijo.)
“Creo que las cosas funcionaron de alguna forma. La ciudad aceptó poner rampas, la ADA se estaba por aprobar, mi padre estaba trabajando para la ciudad, y yo estaba tratando de encontrarme a mí mismo. No sé si puedes llamarla la la tormenta perfecta”, Maestas dijo. “Ahora, están rehaciendo completamente toda la calle principal y es muy agradable, muy accesible”.
Además, que haya personas con discapacidades en puestos influyentes, como el concejal de la Ciudad de Denver Chris Hinds, quien usa una silla de ruedas, puede servir para destruir aún más los obstáculos de acceso tanto políticos como prácticos, Reiskin dijo. Es fácil no notar muchos de los obstáculos de acceso si no los has enfrentado tú mismo.
En Durango, la ciudad sabe cuáles son todas las incisiones que necesita construir o reemplazar en las veredas, dijo Levi Lloyd, director de operaciones para la ciudad. Pero “es un proyecto demasiado grande para salir y hacerlas en toda la ciudad”, dijo. En lugar de hacer eso, la ciudad instala o moderniza la esquina cuando la calle limitante se actualiza. La ciudad ya instaló 33 incisiones en las esquinas en lo que va de 2020, ninguna el año pasado (la ciudad no actualizó ninguna calle en 2019) y 83 en 2018, Lloyd dijo.
La mayoría de los cambios a las veredas actuales son en realidad responsabilidad de los dueños de la propiedad adyacente. Esto significa que muchas áreas sin un camino para peatones no terminarán teniendo uno, Lloyd dijo. Y la mayor parte de los proyectos de construcción de veredas nuevas en Durango ocurren con la reurbanización; la ciudad con frecuencia requiere que las compañías de construcción instalen o mejoren las veredas como parte de un proyecto importante.
Fondos estatales también están ayudando a que Durango se convierta en una ciudad más accesible, dijo Sarah Dodson, directora interina del departamento de transporte de la ciudad. La ciudad piensa usar un subsidio de $2 millones del Departamento de Transporte de Colorado y del Centro Sudoeste para la Independencia que le permitirá hacer que las paradas de transporte público sean más accesibles a lo largo de la carretera federal 550 al norte del centro. Ese proyecto es solo una parte de varias obras valuadas en $20 millones que la ciudad ha identificado en un plan para que el transporte público sea más accesible, Dodson dijo.
Mientras tanto, Bell se las arregla lo mejor que puede. Se pregunta si la pandemia de COVID-19 ha causado, sin querer, que más personas se identifiquen con sus desafíos diarios.
“Lo que espero que la gente aprenda de la cuarentena es que no haber podido ir a ningún lugar realmente es horrible. Sí, bueno, imagínate toda una vida así. No tienes acceso al mismo nivel de experiencia porque no puedes ir y hacer todas esas cosas”, Bell dijo.
“Durango no está abierto para todos”.
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