Tziavii Stevens nació en Denver y se crio principalmente en una reserva indígena en Nevada. Era la única niña en la reserva con un nombre paiute (o payute). Tziavii significa “la rosa silvestre”.
Stevens no creció participando mucho en la vida política, pero eso cambió cuando fue a su primera manifestación en Pueblo, Colorado, a los 16 años de edad. Recuerda el cántico exacto que cambió la orientación de su vida. Rita Martinez, una activista chicana, había asumido la lucha contra la veneración de Cristóbal Colón en una estatua en Pueblo dedicada a él.
“Colón fue un violador, propietario de esclavos y asesino”, Martinez cantó. Stevens quedó fascinada. Empezó a aprender sobre Colón y a cantar los mismos cánticos que Martinez.
En los años posteriores, Stevens participó en marchas y manifestaciones, y dando su testimonio en el capitolio de Denver contra las celebraciones del Día de Cristóbal Colón.
“Creo que la ruta principal que tomé fue la de la empatía”, Stevens dijo. “Traté de hacerles entender el trauma indígena. Mencioné la ciencia. Pero es difícil convencer a las personas del dolor que tú sufres”.
Pasaron 12 años hasta que Stevens y otros observaron progreso. El 20 de marzo de 2020, el gobernador Jared Polis firmó una propuesta de ley que abolió la celebración estatal del Día de Cristóbal Colón y lo reemplazó con un día festivo para honrar a la Madre Frances Cabrini.
Pero hubo poca algarabía pública. Colorado, como gran parte del mundo, se estaba cerrando.
Más de 500 años después de que la llegada de Colón al continente americano abriera las puertas a enfermedades que ayudaron en el genocidio de las personas indígenas a manos de los colonizadores europeos, una nueva pandemia había llegado.
Como sus predecesores virales, el nuevo coronavirus ha destruido comunidades indígenas con una vehemencia especial. En reservas como la de la Nación Navajo, entre personas indígenas en áreas urbanas y en comunidades chicanas, COVID-19 ha afectado mucho más a las personas con raíces ancestrales aquí.
El terrible eco no ha pasado desapercibido para los activistas indígenas y chicanos. Para muchos de ellos, este año ha creado una renovada urgencia a antiguas manifestaciones. A la vez, la fortaleza del movimiento nacional a favor de la justicia racial, especialmente después de que la policía matara a George Floyd en mayo de 2020, produjo una mayor visibilidad, y presión corporativa y legal, para su causa.
Los activistas celebraron triunfos inusuales en 2020. En la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL, por sus siglas en inglés), el equipo de Washington dejó de usar el nombre Redskins. Land O’Lakes eliminó una imagen estereotípica de una mujer indígena de su mantequilla (pero inexplicablemente, la dejó intacta en otros productos).
En septiembre, una importante decisión de la Suprema Corte mantuvo en pie un antiguo tratado que promete alrededor de la mitad de las tierras en Oklahoma a la Nación Muskegee (creek). Y en octubre, dos leyes nuevas se aprobaron para ayudar a revertir un pasado de impunidad en casos de violencia contra mujeres indígenas.
La doctora Christina Leza es presidenta del departamento de antropología en Colorado College, y académica especializada en el activismo indígena local. Dijo que este momento le recuerda a los triunfos del movimiento a favor de los derechos civiles en la década de los 60, cuando varias tribus recuperaron tierras perdidas, su estatus y autodeterminación.
“La manifestación por George Floyd fue significativa para muchas de las personas blancas estadounidenses, en relación con entender más claramente lo que las personas de color sienten debido a las maneras como han sido marginadas, con frecuencia de formas extremadamente violentas”, dijo Leza, quien es de ascendencia yaqui y chicana.
Entre las personas blancas estadounidenses que no había pensado mucho en los eventos de carácter racial, dijo, “eso aumentó su habilidad de poner atención a otros tipos de manifestaciones. La manifestación siempre ha estado presente, pero el activismo indígena no ha tenido mucha visibilidad”.
En la ciudad de Lamar en el sudeste de Colorado, en donde la mascota de la high school es el “Salvaje”, exalumnos son quienes están luchando principalmente para eliminarla. Citan datos que demuestran lo ofensivos que los estereotipos e insultos de carácter racial son para la salud mental de los jóvenes indígenas.
“Cuando estaba en high school, no se hablaba mucho de eso. No se examinaba al mismo nivel. Yo ni lo entendía”, dijo Stephanie Davis, quien se graduó de Lamar High School en 2006. “Hay una fotografía mía con trenzas y la cara pintada en algún lugar, y casi me gustaría encontrarla y decir: “Miren, puedes crecer y dejar de creer que esto está bien’”.
Ella y otros organizaron una campaña virtual para cambiar la mascota y se reunieron varias veces con el consejo escolar para presentar su caso. Hasta ahora, el consejo no está convencido, dijo. Ni el superintendente ni el presidente del consejo escolar respondieron cuando solicitamos sus comentarios.
En muchos otros casos, más aliados blancos simplemente están uniéndose o cediendo el espacio a las personas indígenas que han estado en la lucha por mucho tiempo.
En Colorado Springs, Monycka Snowbird estaba bien preparada para aprovechar ese impulso. Snowbird, quien es ojibwe, es directora de programas en Haseya Advocate Program, una organización que apoya a sobrevivientes indígenas de violencia doméstica y sexual. También es una organizadora con la comunidad indígena de Colorado Springs.
En enero de 2020, mujeres indígenas lideraron la Marcha de Mujeres de Colorado Springs, para llamar la atención a las mujeres indígenas desaparecidas y asesinadas. La organización de Snowbird trabajó con el Departamento de Policía de Colorado Springs para organizar talleres de capacitación sobre cómo abordar la violencia doméstica contra mujeres indígenas. Presionaron con éxito para que la ciudad estableciera el 12 de octubre como el Día de las Personas Indígenas.
“Nuestra comunidad ha logrado varias victorias recientemente”, Snowbird dijo.
A la vez, dijo, “me cansa mucho tener que luchar contra cosas. Quisiera poder luchar por cosas. Me gustaría decir ‘sí’. El hecho de que estamos organizando a nuestra comunidad es algo maravilloso. Pero estoy teniendo que llevar a mi nieto a manifestaciones contra cosas que yo estaba protestando cuando era adolescente”.
Las mascotas son un muy buen ejemplo de las cosas contra las cuales está cansada de luchar. “Estoy más allá de eso”, dijo. “Pero si la gente sigue viéndonos como mascotas, siguen perpetuando los estereotipos, siguen viéndonos en representaciones históricas erróneas, no podemos avanzar”.
Snowbird y otros pensaron que habían alcanzado una victoria cuando el consejo del Distrito Escolar de Cheyenne Mountain presentó una resolución inicial en septiembre para eliminar el nombre Indios de su equipo y otras palabras indígenas de las que se había adueñado, como “pow wow” y “señales de humo”. Pero más tarde el distrito pospuso el asunto después de enfrentarse a una vigorosa oposición local. El superintendente Walt Cooper dijo que el consejo estaba reuniendo opiniones y comentarios de todas las perspectivas y planeaba abordar el tema nuevamente en marzo.
Distritos escolares como los de Lamar y Cheyenne Mountain quizás terminen dándose cuenta de que ya no será su decisión, si una propuesta de ley recientemente presentada se aprueba como ley estatal. La nueva ley prohibiría el uso de mascotas y nombres indígenas para equipos en las escuelas públicas de Colorado. Otros estados han aprobado leyes similares.
“Este año realmente ha sido un despertar para la gente que las cosas que aceptamos no deberían aceptarse”, dijo la representante Adrienne Benavidez, una demócrata de Commerce City que está copatrocinando la propuesta de ley. Señaló que propuestas previas para prohibir el uso de mascotas indígenas habían fracasado. “Parece ser el momento para intentar presentar la propuesta otra vez”.
Con más visibilidad nacional también se ha producido una intensa oposición local en muchos lugares; en algunos de ellos, la oposición es abiertamente amenazadora.
Durango, ubicado cerca de la reserva ute en Ute Mountain, la reserva ute del sur y, del otro lado de la frontera, la Nación Navajo, siempre ha tenido una gran población de residentes indígenas.
El colegio comunitario de ahí, Fort Lewis College, se estableció como un internado fuera de la reserva para niños indígenas en tiempos en los que la política oficial de EE. UU. era separar a la fuerza a los niños de sus familias y privarlos de sus culturas e idiomas nativos.
Actualmente, Fort Lewis ofrece colegiatura sin costo a los estudiantes indígenas de cualquier parte del país, y el 41 por ciento de sus estudiantes son indoamericanos o nativos de Alaska.
Integrantes de la comunidad indígena, incluidos estudiantes, han protestado por mucho tiempo una figura sonriente con rasgos exagerados conocida como Cacique e instalada afuera de la galería Toh-Atin, a un lado de la avenida principal de Durango. Este año, personas ofendidas por la estatua han redoblado sus esfuerzos para quitarla.
“Había muchas ganas de aprovechar el movimiento nacional porque reamente estábamos observando cambios”, dijo Tirzah Camacho, quien se graduó de Fort Lewis College en 2004 y ha vivido en Durango desde entonces. (Camacho, quien es indígena, también es una organizadora comunitaria para The Colorado Trust.) “Pensamos que era obvio”.
Los residentes hablaron con el dueño de la galería, firmaron una petición para los líderes de la ciudad, organizaron manifestaciones y trataron además de convencer a sus vecinos de que el cartel era hiriente.
“Es una caricatura”, Camacho dijo. “Es totalmente ofensiva para muchas personas que pertenecen a tribus [indígenas] y para personas que no”.
Hasta ahora, Jackson Clark, el dueño de la galería, se ha rehusado a considerar ofertas para reemplazar el cartel con algo contemporáneo. Clark dijo que él y su familia han hecho mucho por las comunidades indígenas locales, incluso pagar por los funerales de personas navajo que murieron por COVID-19. Dijo que ninguno de sus amigos, indígenas o no, piensan que el cartel es racista. Clark culpó a anarquistas y fuereños por los actos contra la galería.
“Esas personas no son personas amigables”, Clark dijo sobre los manifestantes. “Cualquier persona que amenaza con destruir tu propiedad o destrozar tu propiedad no es tu amigo”.
Camacho dijo que les sorprendió mucho la oposición de Clark y otros. Desde el punto de vista de Camacho, hubo una oportunidad para la ciudad de atraer atención positiva nacional al sacar el cartel ofensivo y poner algo hermoso en su lugar.
El 12 de octubre, una marcha para celebrar el Día de las Personas Indígenas atrajo a personas, incluidos niños y ancianos, que caminaron por la avenida principal de Durango. Mientras las personas se reunían, un grupo de seguidores de Trump se aparecieron, algunos con armas de fuego, y empezaron a gritar “USA” a los manifestantes indígenas y a sus aliados y a golpear sus pancartas.
“El departamento de policía no se veía por ningún lado”, Camacho dijo. Por lo contrario, los manifestantes se encontraron a la policía reunida frente a la galería, “solo protegiendo este negocio propiedad de una persona blanca, no protegiéndonos a nosotros de la muchedumbre calle abajo”.
Brice Current, subjefe del Departamento de Policía de Durango, negó que el departamento estuviera principalmente preocupado por proteger la galería, pero dijo que varios de los manifestantes indígenas les habían dicho a los policías que se mantuvieran alejados, y que estaban respetando sus deseos.
En Pueblo, las manifestaciones contra la estatua de Colón empezaron nuevamente después de la muerte de George Floyd. Por 22 semanas en el verano, integrantes de la comunidad se reunieron frente a la estatua. Se convirtió en un lugar para exponer toda la tristeza y el miedo que la pandemia había aflorado. Y no solo la pandemia, sino todas las traiciones acumuladas, la indiferencia brutal y las promesas rotas que han estado matando a personas por generaciones.
“Esto tiene que ver con la violencia sistémica, y con los sistemas que tienen tanto control sobre nuestras vidas”, dijo Theresa Trujillo, una de las organizadoras en Pueblo. Trujillo, antigua socia comunitaria con The Colorado Trust, ahora es directora de iniciativas para organizar a la comunidad en el Center for Health Progress, una entidad beneficiaria de The Colorado Trust. “Si esos sistemas y esos líderes permiten tal veneración hacia alguien como Colón, entonces no hay esperanza de asegurar que nuestras necesidades se cubran y nuestros derechos se protejan”.
Stevens y otros activistas jóvenes asumieron puestos de liderazgo, y a ellos se les unieron algunos integrantes mayores de El Movimiento Sigue, una organización del movimiento chicano en Pueblo.
“Los viejos nos involucramos porque queríamos proteger a nuestros niños”, dijo Juan Espinosa, un periodista que vive en Pueblo y que ha estado documentando el movimiento chicano desde finales de los años 60.
Durante décadas, Espinosa ha estado escribiendo sobre las muertes a manos de la policía de personas mexicanas-estadounidenses, el tiempo suficiente como para preocuparse. “No quiero culpar a los jóvenes”, Espinosa aclaró. “Tenía más temor de cómo la policía reaccionaría a esta cosa. Conozco a muchos de los policías. Sé sus nombres y algo de su historia”.
En 2019, Pueblo tuvo la tasa per cápita más alta en el estado de personas balaceadas por la policía, según encontró una investigación del diario The Denver Post.
En un día especialmente aterrador en Pueblo, integrantes de los Proud Boys, un grupo de odio, parecieron cruzar fácilmente una línea establecida por la policía que tenía la intención de separarlos de los manifestantes, Trujillo dijo. Martinez ayudó a diseñar una estrategia para mantener seguridad en las reuniones, en parte al organizar celebraciones culturales como elemento central.
“Bailé todos los domingos”, dijo Stevens, quien forma parte de un grupo de danza indígena. “Las personas que iban, lloraban. Había una unión hermosa”.
Franklyn Ortega, un sargento de la policía de Pueblo, dijo que el departamento se enorgullece de cómo manejó las manifestaciones. Nadie salió herido, y no se dañó ninguna propiedad, dijo: “Los resultados finales, para mí, fueron bastante buenos”.
Las acusaciones de racismo contra mexicanos en el departamento son particularmente dolorosos para él, Ortega dijo, como hombre latino y con doble ciudadanía mexicana y estadounidense. Señaló que el jefe de la policía de Pueblo y agentes de policía se unieron a los manifestantes a principios del verano en protestas a favor de la justicia racial.
“Sé de lo que están hablando con la injusticia histórica, y hasta lo he visto en el departamento de policía”, dijo Ortega, quien recuerda a jefes anteriores, “mi subjefe, hasta mi jefe”, usando insultos raciales como “espalda mojada” y “sudaca” cuando era un policía joven. “Pero si estás buscando un ejemplo, este no es uno bueno”.
Las reuniones de los domingos frente a la estatua de Colón se convirtieron en eventos para distribuir comida, mascarillas y desinfectante de manos.
“Cuando todo en la vida se puso en pausa, esa fue una manera de conectarnos”, Trujillo dijo. Para muchos en la comunidad, la pandemia les robó lo único que tenían, dijo. “El capital social es la cosa de la que dependen para sobrevivir”.
Pero los esfuerzos para quitar la estatua no llegaron a nada. Reuniones con el Alcalde y el concejo municipal no los convencieron de nada. Esfuerzos para usar a un mediador “no funcionaron para nada”, Stevens dijo. La oficina del Alcalde de Pueblo no respondió cuando solicitamos sus comentarios.
Para Stevens, las cosas dieron un giro aterrador cuando se empezó a dar cuenta de que alguien la seguía en un automóvil. La policía primero le dijo que estaban investigando a una persona dentro de su propio departamento como posible sospechoso, y luego le dijeron que lo habían absuelto de toda sospecha.
El capitán Daniel Anderson, quien investigó el caso, dijo que el Departamento de Policía de Pueblo estaba reuniendo evidencia sobre lo que dijo eran activistas de Antifa armados con fusiles de asalto, pero que a Stevens nunca la habían investigado. “Pudimos comprobar que no fue nuestro detective el que la estaba siguiendo”.
Las manifestaciones perdieron energía en el otoño, a la vez que un aumento de casos de COVID-19 causaron que las reuniones con mascarilla, aunque fueran al aire libre, parecieran riesgosas.
No fue la única cosa que pareció peligrosa. Stevens empezó a preocuparse por su seguridad, y por la seguridad de su hijo pequeño. Si alguien estaba tratando de intimidarla para que se quedara en casa, estaba funcionando.
“Lograron lo que querían, que me quedara encerrada en mi casa”, Stevens dijo. “Ya ni siquiera llevo a mi hijo al parque”.
Y luego, en diciembre, Rita Martinez murió por COVID-19.
Su muerte devastó a la comunidad.
Stevens dijo que la criaron respetando a sus mayores, y con Martinez, no era difícil. “Era una líder. Tengo tanta suerte de haberla conocido”.
Espinosa dijo que Martinez era el tipo de persona que lograba que hicieras cosas que no podías hacer.
El Cinco de Mayo, Espinosa solía producir una publicación anual para ella, dijo. “Siempre juraba que no lo volvería hacer. Cada primavera, me llamaba por teléfono y lo hacía otra vez. Aunque yo era mayor que ella, igual era como una mamá. Te jalaba de la oreja”.
Y sigue haciéndolo, Trujillo dijo. “La muerte de Rita realmente ha motivado a la gente a decir: ‘Tengo que terminar esto’”.
En medio de la noche antes de su entierro el 18 de diciembre, una manta apareció en la estatua de Colón en Pueblo: “QUÍTENLA”, decía. Y abajo de eso, había otro cartel: “, “QUE VIVA RITA”.
La policía sacó ambos carteles por la mañana.
En la tarde, bailando, tocando tambores y cantando, una procesión funeral llevó el ataúd de Martinez por la calle en una última manifestación.
Traducido por Alejandra X. Castañeda