Jesse, 17, no recuerda ningún momento en el que la escuela encajó coherentemente en su vida. Estaba ocupado tratando de sobrevivir. Quedarse sentando inmóvil frente a un escritorio no le ayudaba con eso.
Desde que tiene memoria, la vida en el hogar de Jesse fue caótica, inestable y con frecuencia aterradora. Su papá estuvo en la cárcel hasta que Jesse cumplió 6 años y, cuando salió, “no cambió su manera de ser para nada”, Jesse dijo. Mientras tanto, su madre luchaba contra problemas de drogadicción. Gran parte del tiempo, Jesse tenía que cuidarse solo. (No estamos usando el apellido de Jesse para proteger su privacidad.)
A los 7 años, a Jesse lo mandaron a vivir con su abuela. Pero al poco tiempo, su abuela se enfermó: “Así que me fui a vivir con mi tía, pero ese no era un buen hogar. Muchas cosas locas pasaban ahí”. Jesse terminó viviendo en una serie de hogares grupales y temporales.
Debido a la incesante confusión que lo rodeaba, no es de extrañar que la escuela pareciera irrelevante. Con frecuencia lo suspendían y, cuando llegó a mayor, los días que no iba a la escuela eran más frecuentes que los días que se presentaba. Con el tiempo, a Jesse lo expulsaron de North High School en Denver.
“Solo me metía en peleas, no iba a la escuela, hacía cosas tontas”, Jesse dijo.
Según la terminología de los profesionales especializados en salud mental, Jesse había sufrido múltiples Experiencias Adversas en la Infancia (ACE, por sus siglas en inglés). Esa frase se usó por primera vez en un estudio realizado de 1995 a 1997 para describir una variedad de traumas que los niños sufren, desde el abuso físico, el divorcio y hasta vivir con un padre alcohólico. El estudio, implementado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y Kaiser Permanente, encontró que cualquier persona que vive cuatro o más ACEs tiene mayor probabilidad de sufrir de mala salud física y mental, abuso de sustancias y comportamientos riesgosos.
Jesse encajó ese patrón. Durante sus primeros años de adolescente, tuvo múltiples enfrentamientos con la policía y pasó varias veces en cárceles para menores. Probó las drogas, se metió en muchas peleas y sintió ira casi constantemente.
Luego, en el otoño de 2018, su exconsejera de la preparatoria le presentó a Jennifer Jackson, la nueva directora de la Academia de Aprendizaje Urbano (Academy of Urban Learning o AUL), una escuela preparatoria charter pública a poca distancia de North High School. Sabiendo que no tenía nada que perder, Jesse se inscribió.
Esa decisión cambió su vida.
AUL se enfoca principalmente en una práctica relativamente nueva conocida como la enseñanza informada sobre el trauma, la cual usa la neuropsicología para ayudar a los educadores a trabajar de manera productiva con estudiantes cuya habilidad para enfocarse se limita debido al efecto emocional y psicológico de traumas en la infancia.
Para los estudiantes acostumbrados a que los consideren problemáticos, asistir a AUL es una experiencia totalmente nueva. “Aquí es como una gran familia. Nadie te juzga”, Jesse dijo. “Les importas.
“Me ha ayudado mucho a corregirme. Ahora me importa la escuela y veo un futuro frente a mí”.
Jesse no es el único. Historias similares abundan entre los 135 estudiantes que asisten a AUL. Y hay datos que respaldan sus experiencias: en 2018-19, el primer año completo en el que se implementó la enseñanza informada sobre el trauma, AUL mejoró de la parte más baja en el nivel rojo, el nivel más bajo en el sistema de evaluación de las Escuelas Públicas de Denver, a casi la parte superior del nivel naranja, la siguiente categoría. Todo los estudiantes en el penúltimo y último año de preparatoria tomaron el examen SAT para ingresar a la universidad. La asistencia mejoró significativamente, del 74% el año pasado al 88% por ahora este año.
Lentamente, otras escuelas en Colorado están empezando a utilizar la enseñanza informada sobre el trauma para aumentar el aprendizaje y reducir los comportamientos problemáticos. Pero ninguna escuela ha adoptado el método tan ampliamente como AUL, la cual se anuncia en su sitio web como “una high school informada sobre el trauma, basada en proyectos y alternativa”.
La directora Jackson tuvo su primera experiencia con la enseñanza informada sobre el trauma cuando trabajó como directora en la Academia Cole de Artes y Ciencias (Cole Arts and Sciences Academy), una escuela primaria pública en el nordeste de Denver. Halley Gruber, exmaestra de Cole, y su hermana, Katie Lohmiller, quien tiene un doctorado en salud pública y trabajó en escuelas durante nueve años, formaron una compañía llamada Grupo de Acceso a la Educación (Education Access Group) en 2016 para capacitar a escuelas en la enseñanza informada sobre el trauma. Jackson las contrató para trabajar con los maestros de Cole, en donde el comportamiento era un desafío importante.
Gruber y Lohmiller se capacitaron bajo la orientación del médico Bruce D. Perry, PhD, de Neurosequential Network, uno de los expertos más importantes sobre el impacto del trauma en el desarrollo cerebral de los niños, adolescentes y adultos jóvenes. Los elementos centrales del método que el Dr. Perry utiliza son lo que él llama las seis “Erres” que rigen las interacciones, tanto interpersonales como académicas, mediante las cuales los traumas infantiles empiezan a sanarse:
Gruber dijo que su experiencia en el salón de clase le enseñó que “los estrese tóxicos”, el concepto que prefiere usar en lugar de “traumas”, que los estudiantes sufren estaban dando lugar a malos comportamientos e interrupciones crónicas en el ambiente de aprendizaje. “Sentía que los problemas de comportamiento eran lo que impedían que yo y mis estudiantes fuéramos exitosos en ese ambiente”, dijo.
Su “momento eureka” surgió cuando se dio cuenta de que el verdadero problema no eran los niños; era “la manera como los adultos estaban interactuando con ellos”. Ahí fue cuando las seis Erres se integraron.
“No podemos controlar lo que les pasa a los niños fuera de la escuela, o todo lo que hacen debido a eso, así que debemos enfocarnos en cómo los adultos reaccionan ante ese comportamiento”, Gruber dijo. Y es más fácil para los adultos mantener su objetividad frente a un estudiante enfurecido si entienden lo que está pasando en cualquier momento en el cerebro de ese niño.
Para niños como Jesse, esto se siente como un nuevo mundo de adultos cariñosos y comprensivos que no necesitan interactuar contigo peleándose constantemente por quién tiene el poder.
Interactuando con los estudiantes a su nivel
El personal de AUL tiene una actitud colectiva de sinceridad con los estudiantes. Por lo tanto, la escuela no se parece para nada a ninguna de las otras escuelas que ofrecen una enseñanza alternativa, escuelas a las que van los niños que han tenido dificultades en ambientes más tradicionales como última opción antes de graduarse.
Jackson tiene cajas llenas de bocadillos y bebidas en su oficina. Los estudiantes pueden entrar cuando quieran, sin tocar a la puerta, para agarrar una bolsa de palomitas de maíz o agua. Si un estudiante se siente triste, aburrido o inquieto, está bien que se pare y salga del salón de clase, vaya al baño o se mueva por unos minutos. No está bien deambular por los pasillos, pero tomarse un descanso rápido es aceptable. AUL dejó de usar su guarda de seguridad el año pasado y por ahora no ha tenido ninguna pelea.
En los salones de clase, los estudiantes aparentan estar interesados. Un día de octubre, visitantes observaron mientras los estudiantes participaron en una animada plática sobre los orígenes de los prejuicios y la discriminación. Ninguno de los estudiantes tenía la cabeza baja sobre su escritorio ni estaba con la mirada perdida en el horizonte. Todos estaban físicamente inclinados hacia la conversación.
La maestra Magen Kilcoyne preguntó: “Si una persona de cierta apariencia te lastima de alguna manera, ¿cuánto tiempo te tardarías en liberarte del prejuicio que se desarrolla por eso y que te ayudaría a liberarte de ese prejuicio?”
“Si quieres a alguien que viene de ese mismo grupo”, dijo una estudiante. “Tener buenas experiencias con muchas personas de ese grupo”, dijo un estudiante.
Después, cuando le preguntamos a Kilcoyne qué hace para que los estudiantes se interesen tanto, respondió que siempre piensa en lo que le dijo una maestra veterana en AUL cuando empezó a trabajar en la escuela: “Si quieres triunfar aquí, solo tienes que relajarte”.
También dijo que nunca empieza a dar clases hasta que haya logrado que todos los estudiantes se rían. “Puede ser algo estúpido que mi [perro] galés hizo o que mi novio dijo. Lo que funcione”, dijo.
Kilcoyne, que está en proceso de certificarse en la enseñanza informada sobre el trauma para capacitar a otros maestros en AUL, dijo que la paciencia y autoconciencia en los maestros son tan importantes como relajarse. “Tenemos que estar conscientes de los comportamientos que nos hacen reaccionar. Porque si reaccionamos, entonces el salón se descontrola. Tenemos que preguntarnos constantemente: ¿cualquier tipo de lucha de poder, cualquier aserción de poder, beneficiará el espacio? ¿Vale la pena alguna vez?”
Jackson se refiere al método que su escuela utiliza como “Maslow antes que Bloom”. Abraham Maslow era un psicólogo estadounidense que desarrolló un modelo de cinco categorías para las necesidades humanas. Teorizó que las necesidades más elementales, es decir, la seguridad fisiológica y emocional, deben por lo menos cubrirse parcialmente antes que un ser humano pueda poner atención a necesidades superiores, como el amor y la pertenencia, la autoestima y, por último, la autorrealización.
Benjamin Bloom, otro psicólogo estadounidense, inventó la Taxonomía de Bloom, la cual describe una serie secuencial de seis procesos que los estudiantes deben atravesar para adquirir conocimientos. El proceso más básico es recordar, el cual avanza hacia el entendimiento, la ejecución, el análisis, la evaluación, y, el más alto nivel: la creación.
A Jackson, quien habla con simpleza, le gusta describirlo de forma más elemental: Un estudiante que está tan enojado que está tirando sillas no será capaz, emocional e intelectualmente, de estar listo o querer estudiar ecuaciones cuadrática, por un decir.
“Hemos tenido que modificar la manera como hablamos sobre los niños y trabajamos con ellos”, Jackson dijo. “Un niño no está evitando estudiar si se está desasociando. Si un [estudiante] te está gritando, no solo te está desafiando. Hay una causa subyacente y, si dejas de pensar que es algo personal, es más fácil abordarlo”.
Con un adolescente como Jesse, eso significa entender su pasado, entender la neuropsicología detrás de sus reacciones e interactuar con él a su nivel en lugar del nivel que la maestra quisiera.
Según Jesse, estas modificación han marcado la diferencia.
“El otro día estaba muy triste porque me peleé con mi novia”, recuerda. “Estaba caminando cerca de la parada del autobús y una de las maestras me vio y vino y me preguntó qué me pasaba. Le dije y habló conmigo hasta que me calmé. Pero no estaba listo para regresar al salón, así que me dejó sentarme en una oficina y estudiar ahí. Todos los adultos a mi alrededor, me hicieron sentir mejor, y después de un rato me sentí listo para regresar a mi salón”.