Con el comienzo de un nuevo año escolar en las Escuelas Públicas de Denver (DPS, por sus siglas en inglés), lxs estudiantes que menstrúan quizás se sorprendan al encontrar nuevos productos junto al papel higiénico y jabón en los baños para niñas, personas de todo género y maestrxs: tampones y toallas sanitarias gratis.
Mientras que las escuelas públicas y privadas en el estado ofrecen tampones y toallas sanitarias a la venta en los baños, hasta hace poco obtener acceso a productos gratis significaba que tenías que pedírselos al personal de enfermería o administración, una tarea a veces vergonzosa para lxs estudiantes jóvenes, especialmente si son transgénero o de género no binario. DPS figura entre los primeros distritos escolares en el estado que ahora ofrecen productos menstruales gratis disponibles fácilmente en todas las escuelas primarias, secundarias y preparatorias.
Una estudiante de DPS sugirió implementar el programa, y el equipo de liderazgo de DPS lo apoyó. “Una estudiante de high school nos presentó la idea en 2020”, dice Trena Marsal, directora ejecutiva de administración de instalaciones en DPS. La estudiante conocía a una compañera de clases que estaba usando productos menstruales por períodos más largos de lo recomendado porque no tenía suficiente dinero para comprar productos para todo el mes.
Marsal dice que el proyecto piloto actual, con un costo anual de alrededor de $50,000 para el sistema escolar, se evaluará durante el año, “no para cerrarlo sino para ver si estamos cubriendo totalmente la necesidad”. >
El distrito escolar, el más grande en Colorado, está uniéndose a cerca de una docena de iniciativas en el estado, muchas lanzadas hace uno o dos años, que buscan reducir el número de personas menstruantes que, cuando no pueden comprar tampones y toallas sanitarias, faltan a la escuela o al trabajo; usan productos por más tiempo de lo que se indica para su seguridad y comodidad; o, encuentran productos improvisados como trapos o algodón cuando la opción es entre comprar artículos sanitarios o pañales, gasolina o comida.
Otras consecuencias de la “pobreza menstrual” pueden incluir la vergüenza, la baja autoestima, la incomodidad, el olor, el estrés y los riesgos para la salud, dice la médica Anne Banfield, vicepresidenta de sección del Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos que trabaja en asuntos de equidad menstrual con grupos nacionales de defensa.
“Usar el mismo tampón o toalla [sanitaria] demasiado tiempo arriesga que se desarrollen irritaciones y sarpullidos muy incómodos en la piel, y el uso prolongado del mismo tampón se ha relacionado con el síndrome de shock tóxico, una complicación inusual y mortal de algunas infecciones bacterianas”, Banfield dijo.
El problema de la equidad menstrual recientemente ha recibido más atención en muchos estados, incluido Colorado, donde los productos para la menstruación ahora están disponibles gratis en algunos baños del capitolio estatal.
“La necesidad ciertamente no es nueva, pero con el aumento de la atención hacia la equidad de género, racial y social en EE. UU., hemos visto nuevas iniciativas, y leyes, alrededor del país para ofrecer estos productos gratis a quienes no pueden costearlos”, dice Jennifer Weiss-Wolf, vicepresidenta del Centro Brennan para la Justicia en la Facultad de Leyes de la Universidad de Nueva York y autora de un libro publicado en 2017 que ayudó a enfocar la atención en este problema. Weiss-Wolf también es cofundadora de Equidad menstrual (Menstrual Equity, en inglés), una organización no lucrativa enfocada en la equidad menstrual, incluida la eliminación del impuesto a la venta en los productos menstruales. Más de 30 estados, pero no Colorado, ya eliminaron ese impuesto.
¿Por qué enfocarse en el impuesto a la venta, el cual en Colorado suma solo 20 centavos por una caja de tampones de $7? “Además de que es lo justo (a la ensalada en bolsa no se le agrega impuesto en Colorado, pero a los tampones sí), cuando estás tratando de encontrar cambio debajo del sofá porque te acaba de empezar la menstruación, esos 20 centavos pueden marcar la diferencia entre si compras lo que necesitas o no”, dice Dana Marlowe, fundadora y directora ejecutiva de Yo apoyo a las niñas (I Support the Girls, en inglés) una organización nacional que distribuye productos sanitarios y ropa interior a personas que viven en la pobreza y sin techo. El grupo cuenta con oficinas en Colorado Springs, Denver y Fort Collins.
Además, ppoder adquirir tampones a ese precio asume que tienes transporte para ir a la tienda, dice Marlowe: “Si no tienes un automóvil o no tienes tiempo de ir a una tienda de menor costo, estás comprando productos sanitarios en una tienda local de la esquina que con frecuencia aumenta los precios, y el impuesto que pagas, por varios dólares, lo cual empeora aún más el problema”.
Los gastos asociados con la menstruación aumentan más si necesitas más de una caja de tampones o toallas sanitarias por ciclo; usas tanto toallas como tampones cada mes porque tienes un flujo menstrual abundante; o, agregas pantiprotectores para mayor protección, sin mencionar “los pares de calzones que no se pueden lavar porque estás sin techo o te avergüenza lavarlos en público en una lavandería automática”, dice Erin Persaud, directora de operaciones de la oficina de Yo apoyo a las niñas en Denver. Persaud dice que calzones son los artículos que más le solicitan al grupo cada año; en 2020, el grupo distribuyó 500,000 pares de calzones en todo el país.
Emily Jorgensen de Windsor, Colorado, lanzó otra iniciativa, el Proyecto Gracia sobre Gracia, (Grace Upon Grace, en inglés) hace dos años cuando pasó la noche en un hotel de la Ciudad de Nueva York y le cobraron $40 por una caja de tampones y un paquete de toallas sanitarias. Los productos le hubieran costado $14 en una farmacia de franquicias.
“Podía pagarlo, aunque me indignara el costo”, dice Jorgensen, “pero luego me puse a pensar en lo que los productos les estaban costando a las mujeres pobres y cómo los estaban pagando”. Ahora, Jorgensen organiza una distribución mensual de productos en una pequeña bodega en Loveland que atiende a cerca de 500 clientes, con el apoyo de dinero y productos donados.
Hace varios meses, Ariana Ortega, de 28 años de edad, vio una publicación sobre Gracia sobre Gracias en su Facebook que ofrecía productos sanitarios gratis un día en el que se dio cuenta de que no tenía dinero extra para comprar los productos que necesitaba. Como gerenta de arrendamiento para un edificio de apartamentos y madre soltera de un niño de tres años, Ortega, quien vive en Ft. Collins, gana $24,000 al año y observa cómo su salario desaparece rápidamente después de pagar el alquiler, la comida y los servicios públicos.
“Dicen que gano demasiado para [recibir] Medicaid y asistencia alimentaria”, Ortega dice. Y aunque reuniera requisitos para recibir esos beneficios, no ayudarían con la compra de productos para la menstruación: ninguno de los programas los cubre.
“Cuando escuché de Gracia sobre Gracia por primera vez, se me acababan de terminar mis productos menstruales, y el dinero para comprarlos, y no sabía lo que iba a hacer”, Ortega dice. Inmediatamente le envió un mensaje a Emily Jorgensen y, aunque faltaban tres semanas para la próxima distribución, Jorgensen “se reunió conmigo unas horas después de comunicarme con ella”.
No era la primera vez que ha Ortega se le acabaron los productos sanitarios. “Una vez, el último día de mi período [menstrual”, no tenía nada para usar y enrollé un montón de papel de regalo. Me deprimí porque era algo que necesitaba y ni siquiera podía comprarlo”.
Ortega usa tanto toallas sanitarias como tampones durante su período menstrual y había estado gastando entre $25 y $30 al mes. “Voy a la distribución mensual de Gracia sobre Gracia y me dan todo lo que necesito, además de pañales y pull-ups para mi hijo. El dinero que ahorro lo uso para [comprar] comida, gasolina o cualquier otra cosa que mi hijo necesite”.
Kristin Hernandez, de 48 años, también leyó la publicación de Gracia sobre Gracia por internet y se puso en contacto con Jorgensen para ver si reunía requisitos. Su necesidad era tanta que Jorgensen le lleva productos a la casa prefabricada de Hernandez en Loveland cada mes.
Hernandez, cuyo esposo está encarcelado, trabajó en una fábrica hasta 2019, cuando sufrió un choque de automóvil que la dejó discapacitada. Ya no puede trabajar; debido al choque, le amputaron la pierda derecha el verano pasado. “No diría que tenía suficiente [dinero] para lo que necesitaba o quería cuando estaba trabajando, pero siempre podía pagar por tampones”, Hernandez dice.
Ahora la hija de Hernandez, Alex, vino a vivir con ella, junto con sus dos hijos pequeños, lo cual ha duplicado el costo de los productos menstruales en su hogar. Alex no trabaja para así ofrecer cuidados de tiempo completo a su mamá.
“Hice los cálculos cuando leí acerca de Gracia sobre Gracia y me di cuenta de que el dinero que ahorraríamos lo podríamos usar directamente para comprar comida para los niños”, Kristin Hernandez dice.
Las toallas sanitarias y tampones a veces están disponibles a través de otros recursos que no son iniciativas no lucrativas, pero en cantidades variables.
“[Esta necesidad] está recibiendo mayor atención entre bancos de comida, y los productos menstruales con frecuencia se incluyen en listas de artículos que necesitan, pero sigue siendo caso por caso y dependiendo de las donaciones”, dice Ellie Agar, directora de comunicaciones para Hunger Free Colorado.
Greg Pratt, director ejecutivo del Banco de Alimentos Bienvenidos en Denver, dice que la pandemia ha cambiado cómo y qué les dan a los clientes. “Mientras que la despensa solía tener artículos necesarios, incluidos productos sanitarios, ahora la comida se pone en cajas para limitar el contacto entre los clientes y el personal debido a COVID-19, y las cajas no contienen [esos] productos”.
Hernandez obtiene un cantidad fija y la suplementa, si necesita hacerlo, con tampones de más baja calidad que su hija compra en la tienda de descuento cercana. Los productos de más alta calidad que Jorgensen proporciona son importantes al principio del ciclo menstrual, cuando las personas que menstrúan suelen tener un flujo más abundante y necesitan productos más absorbentes.
Un estudio realizado en 2019 encuestó a 183 mujeres con bajos ingresos en el área de St. Louis y encontró que el 64 por ciento “no pudieron costear productos higiénicos menstruales necesarios durante el año anterior”. Abbie McAdams, una estudiante de la Universidad de Denver y fundadora de la organización de equidad menstrual Equidad roja (Red Equity, en inglés) calcula que, con base en la población y niveles de ingresos en el estado, más de 265,000 personas en Colorado corren riesgo de sufrir, si no es que ya la sufren, pobreza menstrual.
Quienes abogan a favor de estas iniciativas siguen pidiendo que programas federales como Medicaid y SNAP (cupones para alimentos) cubran los productos menstruales (al igual que pañales, que algunos grupos no lucrativos de productos menstruales también distribuyen). Un acontecimiento positivo, Weiss-Wolf dice, es que bajo la Ley CARES, creada para aliviar necesidades durante la pandemia por COVID-19, las personas pueden, por primera vez, usar fondos de cuentas de gastos flexibles basadas en el empleador y ahorros de salud para pagar por productos menstruales. Aunque los trabajadores con bajos ingresos probablemente no tengan acceso a ni inviertan en esas cuentas, “es un ejemplo del gobierno federal permitiendo el uso de esos fondos, lo cual es un precedente importante para que otros programas federales paguen por esos productos en el futuro”, Weiss-Wolf dice.
En Colorado, el gobernador Jared Polis firmó una ley en 2019 que puso a disposición productos menstruales gratis en las prisiones federales, y ya se propuso una ley, todavía no aprobada, para que los productos estén disponibles de forma gratuita en cárceles locales y de condados. Este verano, se aprobó una ley que autorizó $100,000 para el Departamento de Educación de Colorado con el objetivo de permitir que las escuelas y distritos escolares públicos proporcionaran productos menstruales sin costo, poniendo como prioridad a las comunidades con gajos ingresos. Las escuelas podrán empezar a solicitar fondos a finales de este año.
Estudiantes en Arvada West High School, quienes conocían a compañerxs que no podían costear productos sanitarios, presentaron la idea ante la representante estatal Brianna Titone de Arvada, quien copatrocinó la propuesta legislativa con la representante Leslie Herod y la senadora Faith Winter. “Esto tiene que ver con eliminar los obstáculos para que lxs estudiantes obtengan lo necesario para [gozar de] una vida saludable”, dice Titone, quien menciona que el próximo paso es exhortar a que se ofrezcan productos menstruales gratis en los baños de negocios privados y edificios públicos, “para convertir esto en un movimiento generalizado”.
A nivel nacional, la congresista Grace Meng de Nueva York presentó, por tercera vez, una propuesta legislativa que ampliaría los fondos y las regulaciones que buscan ofrecer productos menstruales gratis o a un precio más asequible. Los representantes Diana DeGette y Joe Neguse de colorado la copatrocinaron, aunque todavía no existe una propuesta de ley similar en el Senado.
Weiss-Wolf dice que el contenido de la legislación ya está dando frutos al destacar la necesidad y las ideas de ayudar a proporcionar productos menstruales sin costo. Entre los aspectos principales de la propuesta de ley se incluyen:
La Universidad Estatal de Colorado, Universidad de Colorado en Denver, Universidad de Colorado en Boulder y Universidad del Norte de Colorado figuran entre varias universidades que han empezado a proporcionar productos menstruales gratis a estudiantes y maestrxs. Por ejemplo, en la Universidad del Norte de Colorado, esfuerzos de promoción liderados por estudiantes resultaron en fondos para convertir las máquinas expendedoras de productos sanitarios a cambio de dinero en máquinas que expenden productos gratis tanto en baños para mujeres como para personas de género neutral.
El proyecto, conocido como Proyecto E.M. (Project M.E., por “equidad menstrual” en inglés), también proporciona kits para los cuales cualquier estudiante puede registrarse en línea y recibir la cantidad y el tipo de productos sanitarios que necesita. Rosie Glaser, estudiante de posgrado en la Facultad de Salud Pública de Colorado, lanzó el proyecto porque notó que existía la pobreza menstrual entre sus compañerxs de clase hasta en su escuela secundaria en los suburbios de Chicago donde se crio.
Rose Grose, PhD, una profesora adjunta de educación para la salud comunitaria en la Facultad de Salud Pública de la Universidad del Norte de Colorado que no es parte del Proyecto M.E. pero lo apoya, dice que no le sorprende que los proyectos enfocados en la pobreza menstrual continúen y hasta hayan empezado durante la pandemia. “Con COVID-19 afectando la seguridad laboral y de la vivienda, se ha puesto más atención en asuntos relacionados con la equidad en salud en general”, Grose dijo.
Las personas que abogan a favor de esta causa, como McAdams de Equidad roja, se sintieron animadas este verano cuando el gobierno escocés anunció que los productos menstruales muy pronto estarían disponible sin costo. Según reportes, Escocia sería el primer país en el mundo en hacer esto. Pocos de quienes impulsan esta causa piensan que eso pronto sucederá en EE. UU., pero todo avance da crédito y pone atención en el esfuerzo, dice McAdams, quien está desarrollando una coalición de grupos que promueven la equidad menstrual en Colorado y que incluye a Equidad roja, Gracia sobre Gracia y Kits menstruales (Period Kits, en inglés), el cual recientemente distribuyó su millonésimo producto.
Muchos de los grupos consideran que gran parte de su trabajo, y éxito, depende de despertar conciencia sobre el problema. “Organizo varios eventos para hablar sobre la equidad menstrual”, Jorgensen dice. “Nadie abogará a tu favor si no sabe sobre ni siente pasión por tu problema”.
Geoff Davis, gerenta de conformidad para Bayaud Enterprises, una organización basada en Denver que proporciona servicios a personas sin techo, fundó Kits menstruales después de que unx empleadx mencionara que otras personas que trabajaban en Bayaud enfrentaban dificultades para comprar productos sanitarios, y creó eventos para despertar conciencia sobre el tema.
“Puedo explicar lo importante que es con un solo ejemplo”, Davis dice. “Durante la Marcha de las Mujeres el año pasado, por lo menos el 25 por ciento de personas que se acercaron a nuestra mesa pensaron que estábamos recolectando donaciones para niñas y mujeres en África”.
Para Ariana Ortega, Kristen Hernandez y las decenas de miles de personas en Colorado que enfrentan desafíos para comprar productos menstruales cada mes, el problema no es solo de acceso sino de dignidad.
“Conozco a personas que doblaban papel higiénico durante su período menstrual porque no podían comprar toallas sanitarias ni tampones, y ninguna mujer debería hacer eso”, Hernandez dice. “Si alguien reúne requisitos para recibir asistencia pública, entonces los productos menstruales también se deben cubrir. No son un lujo, son una necesidad”.
Traducido por Alejandra X. Castañeda