Por Kristin Jones
El poblado de Parachute está ubicado en la ruta I-70, casi a la misma distancia de las ciudades de Grand Junction y Glenwood Springs. Muchas de las personas que viven en Parachute se trasladan a una de esas ciudades, o a otras comunidades cercanas, para trabajar. El poblado es una comunidad dormitorio, un lugar en donde las personas con bajos ingresos pueden costear la vivienda, en una parte del estado dominada por las altas y bajas de la industria petrolera y gasífera en la Ladera Occidental y los centros de esquí hacia el este.
Cerca del 38 por ciento de los hogares en Parachute ganan menos de $25,000 al año, según datos censales de 2014. Los ingresos medios son de $31,302 y la población es 33 por ciento hispana.
Subiendo la colina desde Parachute, del lado sur de la carretera, se encuentra Battlement Mesa, un desarrollo residencial y comercial protegido por cláusulas y reglamentos para el uso de las tierras. Ahí viven más personas blancas y pudientes; los ingresos medios son de $64,948 y la población hispana constituye el 23 por ciento.
Las dos comunidades comparten escuelas, calles, parques, una nueva biblioteca pública, un supermercado y la misma salida de la autopista.
Las familias con bajos ingresos que viven aquí enfrentan desigualdades visibles en sus vidas diarias. Quizás trabajan en la industria del servicio en Aspen; envían a sus hijos a una escuela con otros niños que pueden ir a esquiar en el invierno y hacer rafting en el verano; hablan otro idioma que no es el dominante; o, tienen dificultades para pagar por los alimentos que se venden en la tienda local o por el seguro médico disponible en el mercado estatal.
¿De qué forma afectan su salud estas desigualdades? ¿Están en mejor posición los residentes con bajos ingresos en Parachute que si vivieran en otro lugar porque tienen acceso a las mismas escuelas, bibliotecas y calles que sus vecinos más pudientes? ¿O están en peor situación porque los rodean cosas a las cuales no tienen total acceso?
La ciencia no responde a estas preguntas. Los datos de salud pueden ofrecer pistas sobre factores como la mortalidad infantil, el peso al nacer, la prevalencia de enfermedades o la expectativa de vida. Pero es raro que registren la calidad de vida o el bienestar de una persona.
Un estudio nacional que publicaron en abril el economista Raj Chetty y varios colegas de la Universidad de Stanford representó un esfuerzo innovador para iluminar la relación entre los ingresos y la expectativa de vida. Los autores encontraron una enorme y creciente discrepancia en la duración de la vida de las personas ricas y pobres en Estados Unidos. Los hombres cuyos ingresos figuran en el 1 por ciento más alto vivieron 14.6 años más en promedio que los hombres en el 1 por ciento más bajo; las mujeres pudientes vivieron 10.1 años más que las mujeres que viven en la pobreza.
También encontraron una gran diferencia en la longevidad de las personas con bajos ingresos dependiendo del lugar donde viven. Solo dentro del estado de Colorado, encontraron diferencias marcadas, según imágenes creadas por el diario The New York Times basadas en ese mismo estudio.
La expectativa de vida de una persona que vive en la pobreza en el área de Pueblo es de alrededor de 77.5 años, casi seis años menos que la de una persona que vive en la pobreza en el área de Glenwood Springs. Para e; estudio, esta última área incluye los condados de Eagle y Garfield, en donde Parachute se encuentra.
El estudio no ofrece una razón de las diferencias en longevidad. Pero sí analiza algunas de las correlaciones: por ejemplo, el porcentaje de gente que vive en la pobreza y fuma (20.4 por ciento en el área de Glenwood Springs, 33.1 por ciento en el área de Pueblo); el porcentaje que es inmigrante (13.4 por ciento en Glenwood Springs y 3.8 en Pueblo; tener un alto porcentaje de inmigrantes es generalmente un factor protector para la salud, según estudios); el valor medio de la vivienda ($430,000 en Glenwood Springs, $120,000 en Pueblo); y, los gastos per cápita del gobierno local ($5,300 en Glenwood Springs y $2,400 en Pueblo).
El estudio encontró una correlación más débil con el porcentaje de personas que viven en la pobreza y sufren de obesidad en la región, cuánto ejercicio hacen y la tasa de graduados de la universidad. Tampoco encontró una correlación entre la expectativa de vida de las personas que viven en la pobreza y los gastos per cápita en Medicare, ni entre el porcentaje de personas sin seguro médico (hay menos personas sin seguro en el área de Pueblo que en la zona montañosa con centros de esquí, en donde el costo de las mensualidades es enorme).
Johnny Jasso paga $719 al mes en Parachute por una vivienda de tres habitaciones, la cual comparte con su novia y sus tres hijos, además de la hermana menor de su novia. A los niños lo suficientemente mayores para ir a la escuela les encanta; Jasso ha quedado deslumbrado con los maestros.
No es la situación perfecta: le gustaría poder costear una cobertura médica y tener acceso a servicios de salud. Le gustaría que hubiera bicicletas comunitarias en la ciudad para que los niños que no pueden comprar bicicletas aprovechen todos los senderos que hay por aquí. Le gustaría que la semana escolar durara cinco días en lugar de cuatro y que los niños no tuvieran que subir la colina a Battlement Mesa.
“Definitivamente se siente la diferencia” entre los dos lugares, dice.
Jasso también está yendo a la escuela, para convertirse en consejero de personas que abusan de drogas, lo cual puede ser mucho, además de ser padre y de su trabajo durante el día haciendo investigaciones para un despacho jurídico. Dice que le gusta el ambiente de comunidad pequeña que hay en Parachute.
“Siempre viví en una ciudad grande. Minneapolis, Denver, Houston, Austin. Es un buen cambio de ritmo. Puedes bajar la velocidad”, dice. “Vivir por aquí no es estresante. No tienes que preocuparte de que te den un balazo, te roben”.
Jennifer Ludwig es la directora de salud pública en el Condado de Eagle, en donde las expectativas de vida de las personas con bajos ingresos son las mejores en el estado (aún mejor que en el Condado de Garfield). También figuran entre las mejores a nivel nacional, según el estudio de Chetty.
Ludwig menciona las inversiones fuertes que hacen el gobierno y las agencias no lucrativas en el Condado de Eagle y que benefician a los residentes con bajos ingresos. Estas inversiones incluyen aquellas dedicadas a la educación, las carreteras, las veredas, el transporte público y las viviendas asequibles. El condado también tiene políticas estrictas contra el tabaco, más estrictas que las leyes estatales, para prohibir que se fume hasta en muchos lugares al aire libre.
“Lo que puede mejorar los resultados de salud es la inversión en la comunidad”, dice.
Sin embargo, Ludwig dice que comparando las vidas de los residentes que viven en la pobreza aquí con los de aquellos que viven en otros lugares: “No diría que la vida es más fácil, especialmente para las personas que podrían estar socialmente aisladas, lingüísticamente aisladas, trabajando en varios lugares, lidiando con el transporte, personas que quizás tengan que tomar tres autobuses para llegar a su trabajo”, por ejemplo.
Ludwig trabajó en el departamento de salud de Pueblo antes de mudarse al Condado de Eagle. Le impresionó la inmensa diferencia cultural entre los dos lugares. En Pueblo, el gobierno invierte mucho menos y eso se demuestra en los servicios disponibles para la gente. Pero también se celebra mucho más la diversidad cultural, Ludwig dijo. Hay muchas más personas verdaderamente biculturales que, aunque no son inmigrantes, hablan y celebran el idioma de sus antepasados.
Maria Reyez trabaja en la oficina de Rifle del departamento de salud pública en el Condado de Garfield y vive en Battlement Mesa. Dice que ha visto cómo el idioma puede ser un obstáculo para ciertos inmigrantes nuevos que viven en el área. No se ofrece ninguna clase de inglés en la comunidad.
Reyez se crio hablando español como lengua materna en El Paso, Texas, y lo recuerda como un lugar más integrado que aquí. No conoce a ninguna otra familia hispana que viva en su vecindario. Sin embargo, se lleva bien con todos sus otros vecinos y, como a Jasso, le gusta la tranquilidad del área y su belleza.
“Me gustaría que hubiera un solo nombre para las dos [Battlement Mesa y Parachute]”, dice. “Esa es la cuestión más grande para que la gente sienta diferente. ‘Yo soy de Parachute. Tú eres de Battlement Mesa’. Si todos dijéramos Parachute, sería más fácil”.
Ludwig señala que una limitación del estudio de Chetty es que no incluye totalmente las expectativas de vida de las personas transitorias con bajos recursos como aquellas que viven en gran parte de los centros de esquí: “Quizás tengamos una tasa baja de mortalidad en el Condado de Eagle porque la gente se va cuando llega a cierta edad”.
También hay evidencia de que la ubicación geográfica afecta de forma diferente a las personas según el grupo racial al que pertenecen. Por ejemplo, este estudio muestra que las personas afroamericanas que viven en zonas rurales de EE. UU. se enfrentan a desventajas significativas en comparación con sus vecinos blancos y las personas negras que viven en zonas urbanas.
Cuando le preguntamos si preferiría vivir en donde todos son igualmente pobres o en donde existen diferencias marcadas, Jasso contesta: “No estoy de acuerdo con ninguna [de esas opciones]. Creo que las personas somos personas. Somos seres humanos. Todos nos merecemos que nos traten igual”.