Una mañana con 26º Fahrenheit en febrero, tarimas de madera con cajas extragrandes de comida descansan sobre el estacionamiento de la Iglesia Episcopal St. Paul. Casi una docena de automóviles esperan estacionados. Más van llegando con un par de minutos de diferencia entre sí.
Uno por uno, voluntarios van llamando a los automóviles y subiendo las cajas llenas de pan, comida enlatada, pollo congelado, manzanas, papas y otros alimentos a las cajuelas abiertas antes de avanzar al siguiente vehículo. Cada automóvil tiene un número escrito en un papel anaranjado pegado al parabrisas para mantener el orden.
Food Bank of the Rockies ha estado administrando esta despensa móvil de alimentos desde junio, y siempre recibe muchas personas. Es uno de los aproximadamente 80 eventos de distribución de este tipo que la organización no lucrativa organiza cada vez. Este evento está abierto de 9 a 11 de la mañana el primer y tercer miércoles del mes, y ofrece servicios a cerca de 100 familias cada vez.
La camioneta blanca de Reggie está marcada con el número 41. (Nos pidió que no usáramos su apellido.) Reggie usualmente trabaja como tramoyista en obras teatrales, pero desde marzo de 2020 que no tiene empleo. Recoge comida para su familia una vez al mes, más o menos (su esposo es un estilista parcialmente retirado) y comparte los alimentos adicionales con sus vecinos que tienen ingresos fijos. Trata de limitar sus visitas según la situación de su familia, la cual varía cada semana.
“Me rehúso a aprovecharme de la situación si otras personas están más necesitadas”, dice, con sus ojos azules lagrimeando debajo de una boina gris. Pero la despensa de alimentos es “esencial”, dice. “Es indispensable para vivir, especialmente para aquellas personas que quizás no reúnan requisitos para recibir cupones de alimentos”. Aunque Reggie y su esposo están recibiendo beneficios de desempleo, su presupuesto es “extremadamente justo”, y el préstamo de su casa está bajo un plan de postergación de pagos.
Hoy, Reggie no está desafiando el frío para sí misma; vino para ayudar a un par de colegas a quienes recientemente se les acabó la comida y que no tienen acceso fácil a un medio de transporte. Al poco tiempo de pasar por la fila para recoger alimentos, un voluntario se acerca a la coordinadora del evento para decirle que solo queda suficiente comida para siete familias más. No son ni las 9:30 de la mañana.
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La falta de acceso a suficiente comida nutritiva, también conocida como inseguridad alimentaria, no es un problema nuevo. Por lo contrario, COVID-19 aumentó las ya existentes desigualdades igual que lo hizo con muchos otros problemas de salud pública y sociales. En Colorado, la inseguridad alimentaria “se ha triplicado o cuadriplicado”, dice Brett Reeder, director de servicios al cliente para Hunger Free Colorado. “Las personas realmente están enfrentando dificultades”.
Esta organización no lucrativa que opera a nivel estatal ha estado implementando encuestas trimestrales desde junio de 2020. En su encuesta más reciente, en diciembre, un impactante 38 por ciento de encuestados dijeron enfrentar inseguridad alimentaria. Ese porcentaje marcó la tasa más alta desde que la encuesta empezó a realizarse, y casi duplica las tasas observadas durante la Gran Recesión. Las cifras ya eran demasiada altas antes de la pandemia, con una de cada 10 personas en Colorado (y uno de cada seis niños) sufriendo inseguridad alimentaria. Hunger Free Colorado incluye amplias consideraciones cuando evalúa la inseguridad alimentaria, incluido si las personas pueden tener acceso regular a y son capaces de pagar por alimentos, al igual que la calidad y variedad de los ingrediente disponibles.
“Cuando hablamos sobre uno de los estados más pudientes en una de las naciones más pudientes del mundo, ese nivel es inaceptable”, dice Erin Ulric, directora de implementaciones del Plan de Colorado para Acabar con el Hambre (Colorado Blueprint to End Hunger, en inglés), el plan estatal de cinco años. “Lo que hemos visto con COVID va más allá de nuestras peores pesadillas. Estamos hablando de un porcentaje tres veces más alto de lo que inicialmente no era aceptable”.
La Oficina del Censo de EE. UU. no ha encontrado niveles tan altos como estos, aunque depende de factores un poco diferentes. Su Encuesta del Pulso de los Hogares evalúa la suficiencia alimentaria en los siete días anteriores. En su evaluación más reciente, reunida durante un período de 13 días a finales de enero, casi el 10 por ciento de los hogares encuestados en Colorado, y alrededor del 11 por ciento a nivel nacional, dijeron que “a veces” o “con frecuencia” no tuvieron suficiente para comer la semana anterior.
Eso concuerda con los datos que el Departamento de Agricultura de EE. UU. (USDA, por sus siglas en inglés) reunió en 2019 antes de la pandemia, La definición que usó es más amplia (la falta de “acceso a suficiente comida para una vida activa y sana de todos los integrantes del hogar”) para calcular que el 10.5 por ciento de hogares en EE. UU. enfrentan inseguridad alimentaria.
“Hay diferentes definiciones, diferentes medidas, diferentes datos evaluados”, lo cual causa dificultades para reunir datos precisos, reconoció Reeder, de Hunger Free Colorado. Pero, dice, “con base en la mayoría de los datos, [la inseguridad alimentaria] ha aumentado y, en algunos casos, bastante… Es peor de lo que estamos acostumbrados a observar”.
Más allá de los efectos colaterales económicos de la pandemia, el precio de los alimentos quizás también sea un factor. El USDA encontró que los precios de los alimentos en el supermercado aumentaron un 3.7 por ciento entre enero de 2020 y enero de 2021.
Food Bank of the Rockies, la cual ofrece servicios en 30 condados de Colorado y todo Wyoming, está distribuyendo alrededor de 60 por ciento más comida cada mes que antes de la pandemia. Para este año fiscal, el cual termina en junio, calculan que distribuirán 40 millones de libras adicionales de comida en comparación con el año anterior.
La organización y sus socios también están observando más clientes nuevos: “Aproximadamente el 40 por ciento de las personas que estamos atendiendo nunca habían necesitado ayuda con la comida antes de ahora”, dice Erin Pulling, directora ejecutiva.
Aunque Pulling ha detectado un aumento en las necesidades por toda la zona que cubre la organización, dice que algunas de las comunidades más afectadas en Colorado están en la Ladera Occidental, particularmente en las comunidades montañosas y los pueblos con centros de esquí en donde los trabajos con frecuencia son temporales y poco abundantes para empezar. “Algunas despensas móviles en comunidades montañosas, especialmente en el área de Aspen, han cuadruplicado [sus necesidades], dice.
En el sur de Colorado, otra área preocupante, tres hospitales de Centura Health se han ofrecido como puntos de acceso y asociado con Care and Share Food Bank para actuar como despensas de alimentos para pacientes y empleados en Colorado Springs, Cañon City y Pueblo. (Se calcula que los tres condados en los que estas ciudades están ubicadas enfrentarán un aumento de casi un tercio en la inseguridad alimentaria en comparación con 2018, según cálculos de Feeding America.) Los sitios de Centura están distribuyendo entre 100 y 400 cajas con 25 libras de alimentos (la gran mayoría a través del programa Farmers to Families del USDA) cada semana, dependiendo del sitio. Christi-Marie Butler, directora de estrategias y operaciones filantrópicas del grupo en Centura, dijo que empezó a entender la enormidad de la inseguridad alimentaria cuando vio a los automóviles esperando en fila durante los días de distribución y escuchó a un empleado tras otro decir: “Soy el único proveedor de mi familia en estos momentos”, o: “Yo y mi vecino nos dividimos esto porque no tenemos acceso fácil [a comida]”.
“Desempeñamos un papel crucial”, Butler agrega. “No puedes tomar en serio la salud si no consideras la comida, y no puedes tomar en serio la comida si no usas hospitales… Este es el trabajo que podría afectar considerablemente la salud de la comunidad”.
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La pobreza y el desempleo son indicadores clave de la inseguridad alimentaria, y la tasa de desempleo en Colorado se ha mantenido alrededor de más del 8 por ciento, el porcentaje más alto desde junio de 2020. Problemas técnicos con el lanzamiento del nuevo sistema de desempleo de Colorado en enero, y extensiones retrasadas de programas de beneficios federales, han dejado a muchas personas en apuros, sin dinero ni comida antes que su siguiente cheque llegue.
“El hambre no tiene una sola historia. No afecta solo a un tipo de persona”, dice Joanna Wise, directora de mercadeo y comunicaciones para Care and Share. “No existe una sola situación que dé lugar a la inseguridad alimentaria”.
Por eso las personas necesitan varias formas de llenar sus refrigeradores y estómagos. Durante la pandemia, iniciativas a nivel comunidad se han hecho cargo de cubrir las brechas en los servicios.
A partir de los primeros días de diciembre, refrigeradores pintados con colores vívidos ofreciendo comida gratis empezaron a aparecer afuera de negocios pequeños en Denver. Cualquier persona que lo necesite, puede llegar caminando, en bicicleta o automóvil y usar uno de los seis refrigeradores disponibles actualmente para agarrar frutas y verduras frescas, comidas preparadas (en una cocina comercial) y hasta comida para bebés. Muebles para archivos se convirtieron en alacenas, llenas de productos imperecederos y artículos de aseo personal. Integrantes de la comunidad donan anónimamente la mayor parte de los productos.
Denver Community Fridges (DCF) es la idea de Eli Zain, de 24 años de edad, quien se sintió inspirado por proyectos similares de ayuda mutua en áreas metropolitanas de la Ciudad de Nueva York y Los Ángeles.
“Queremos instalarlos en áreas con mucho tráfico en donde la gente pueda ver fácilmente dónde están los refrigeradores y lo que son”, Zain dice. “Hacen que sea muy difícil ignorar la inseguridad alimentaria en tu propia comunidad”.
Voluntarios y empleados de DCF mantienen los refrigeradores limpios y notifican al vecindario, con frecuencia por Instagram, cuando los productos se están acabando.
“No se debería requerir ningún privilegio para tener acceso decente a comida”, dice Koan Goedman, fundador y dueño de Huckleberry Roasters. El café ubicado en el vecindario de Sunnyside en Denver ha albergado un refrigerador por más de dos meses; la tienda suministra la electricidad para que funcione. “[Los refrigeradores comunitarios] no tienen una perspectiva caritativa. Esto realmente tiene que ver con personas siendo atendidas por integrantes de la comunidad que ven que existe una necesidad”.
Ya que el servicio es directo (sin contacto), Zain no cuenta con datos para compartir, pero señala que los refrigeradores se “llenan hasta el tope antes de las 11 [de la mañana] o del mediodía usualmente todos los días” y luego se vacían otra vez la mañana siguiente. “[Permiten que las personas tengan] la libertad de decidir lo que comen”, Zain dice.
DCF espera agregar más refrigeradores en vecindarios donde se necesitan, como en West Colfax y Capitol Hill, en un futuro cercano. Otras personas están trabajando en implementar esfuerzos similares en Boulder y Englewood.
También en diciembre, con la ayuda de algunos colaboradores, el club de jazz Dazzle Denver ubicado en el centro de la ciudad lanzó Bread & Jam, una mezcla de transmisión de música en vivo por internet (donde se le paga a la banda que toque), foro de apoyo y despensa gratis de comida para músicos locales. El evento se realiza de viernes a domingo.
“Conozco a personas directamente que están comiendo una manzana de desayuno y nada más hasta la cena, y se las arreglan con una comida al día” dice Cass Clayton, cantante de soul-rock que está trabajando como voluntario en el esfuerzo.
En el cuarto de atrás en Dazzle, músicos y otros colegas de la industria pueden abastecerse con productos imperecederos, verduras duraderas y artículos de aseo personal. (Se aceptan donaciones durante los fines de semana.) “Queremos que los músicos sepan que sus alacenas no tienen que estar [completamente] vacías para venir”, Clayton dice. “Queremos que la gente pueda usar sus finanzas para otras cosas y pagar por la electricidad o comprarle a su hijo un regalo de cumpleaños”.
Estas soluciones locales son beneficiosas, pero son solo respuestas temporales porque su alcance es limitado. Bread & Jam, por ejemplo, está ayudando a 30 a 40 personas cada semana. En comparación, el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP, por sus siglas en inglés y antes conocido como cupones de alimentos) proporciona servicios a más de 250,000 hogares en Colorado.
“SNAP es por mucho la solución más grande y [de respuesta más reactiva]”, Reeder de Hunger Free Colorado dice. “Antes de la pandemia, alrededor de nueve veces más comida se distribuyó entre personas a través de SNAP que por la red de [bancos de alimentos de] Feeding America”.
Colorado ha elegido recibir la distribución máxima de beneficios de SNAP durante la pandemia, pero el programa tiene sus propios desafíos: El estado ocupa el puesto número 44 en el país de acuerdo con la cantidad de personas inscritas, según el informe del Plan de Colorado para Acabar con el Hambre. Más de un tercio de los residentes que enfrentan inseguridad alimentaria ganan demasiado para reunir los requisitos de SNAP o del Programa Especial de Nutrición Suplementaria para Mujeres, Infantes y Niños (WIC, por sus siglas en
inglés); el límite para que una madre con dos hijos tenga acceso a SNAP es un ingreso en bruto de $28,236. El alto costo de vivir en Colorado también significa que el dinero que SNAP proporciona no alcanza para mucho. Además, las personas indocumentadas, en su mayoría no reúnen los requisitos del programa y necesitan buscar ayuda en otros lugares. (Se calcula que hay cerca de 200,000 inmigrantes indocumentados en Colorado.)
Para que los alimentos lleguen a algunas de esas comunidades marginadas, el Plan para Acabar con el Hambre creó el Fondo de Emergencia para Aliviar el Hambre por COVID-19; hasta ahora, cerca de $5.2 millones se han distribuido entre organizaciones comunitarias. Se espera que pronto se abrirá otra ronda, potencialmente final, de subsidios.
Juntos, esta colección de programas e iniciativas constituyen una red de atención para aquellas personas sin lo suficiente para comer. “Significa más que comida”, dice Wise de Care and Share. “Cuando podemos suministrar alimentos, también podemos ofrecer esperanza y alivio y una sensación de normalidad para la gente donde no tienen que estresarse ni preocuparse de cómo pagarán por la compra del supermercado y alimentarán a sus familias”.
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La inseguridad alimentaria no afecta de la misma forma a todas las comunidades. Aunque el acceso a alimentos puede ser difícil para muchos grupos, como las personas sin y con hogar, quienes tienen un trabajo y quienes no, gente que vive sola y familias, las comunidades de color se enfrentan más intensamente al estrés por hambre. (Cabe señalar que estas comunidades ya sufren tasas más altas de mortalidad por COVID-19 y se han visto más afectadas por las repercusiones económicas debido a los cierres de negocios.) Según la encuesta que Hunger Free Colorado realizó en diciembre de 2020, el 52 por ciento de las personas no blancas y latinas enfrentan inseguridad alimentaria, en comparación con el 30 por ciento de las personas blancas. “Las disparidades no solo están ahí, sino que son mayores que antes”, Reeder dice.
Las familias con niños también enfrentan dificultades de forma desproporcionada. Sin clases presenciales para compartir la carga de algunas comidas, un mayor número de padres se ven forzados a tomar decisiones imposibles entre comprar comida, pagar por los servicios públicos o cubrir el alquiler. (En 2019, más de 371,000 estudiantes en Colorado reunieron requisitos para recibir almuerzos gratis o a precio reducido en sus escuelas.) Aunque los distritos escolares y el gobierno federal y estatal siguen proporcionando comidas durante la transición a la enseñanza virtual, hay desafíos de salud y logística que continúan limitando el acceso.
El 52 por ciento de los hogares con niños en Colorado enfrentan desafíos para adquirir alimentos nutritivos, y uno de cada cinco niños no está recibiendo una alimentación adecuada, según el informe de Hunger Free Colorado. Para arreglárselas, muchos padres están comiendo menos o saltándose totalmente las comidas.
La inseguridad alimentaria tiene consecuencias a largo plazo para la salud, como tasas más altas de obesidad, diabetes, enfermedades cardíacas, depresión y suicidio. Los niños con hambre sufren más desafíos de salud física y mental, más problemas de comportamiento y peores resultados académicos. Para las personas mayores, enfrentar hasta un nivel mínimo de inseguridad alimentaria puede constituir “aproximadamente el equivalente a ser 14 años mayor”.
También se calcula que la inseguridad alimentaria le cuesta al país “$77.5 billones anuales en gastos relacionados con los cuidados de salud.”
“La comida es el fundamento básico para que tengamos una comunidad que funcione a un alto nivel”, dice Pulling de Food Bank of the Rockies. “Es crucial para mantener la vivienda, el empleo, para desempeñarse en la escuela, para la preparación laboral, para el rendimiento laboral. Aunque alguien termine comiendo, pero si le preocupa saber de dónde viene esa comida y si podrá pagar por ella, o de si la alimentación es de calidad inferior, entonces observaremos los impactos en todas esas áreas”.
Estos costos, para los bolsillos de nuestra comunidad y la salud física y mental, probablemente se mantengan en aumento aunque Colorado esté empezando a dirigir su atención hacia la recuperación debido a la pandemia.
“Creo que esta será nuestra nueva normalidad”, Pulling dice. “No creo que la cantidad de comida que estamos distribuyendo regrese [a los niveles] que teníamos antes de COVID por muchos años más”.
Traducido por Alejandra X. Castañeda