En el sudeste de Colorado Springs, Du’Wayne Hall tarda dos horas en llegar a King Soopers en autobús, y dos horas en regresar.
Cerca de ahí, Andrew Ware, de 17 años, va a la escuela cansado después de trabajar en Burger King ganando el salario mínimo para ayudar a su familiar a pagar las facturas.
En la misma parte de la ciudad, Margie Chavarria espera, y espera, para que el departamento local de policía resuelva un crimen devastador: el brutal asesinato de su hija de 22 años, Cindy.
Un nueva e importante serie, publicada a finales de noviembre en The Gazette, el periódico con mayor circulación en Colorado Springs, entrelaza las historias de estas tres personas, y muchas otras. Quizás nunca lleguen a conocerse, pero como habitantes del sudeste de Colorado Springs, Hall, Ware y Chavarria viven vidas afectadas, de varias formas, por el lugar donde residen.
Aunque gran parte del resto de Colorado Springs se ha transformado a raíz del desarrollo y la reinversión, el sudeste se ha visto limitado por decisiones políticas. Estas pusieron autopistas entre vecindarios, priorizaron a los automóviles en lugar de a los peatones, concentraron la riqueza en algunas comunidades a costa de otras y permitieron que la poderosa negligencia de los propietarios abrumara las áreas inusuales de vivienda asequible.
La serie cuenta estas historias sencillamente, sin disimular la triste realidad. Al mismo tiempo, se rehúsa a designar a los habitantes del sudeste de la ciudad como víctimas o mártires. La comunidad también es un lugar en donde las personas se cuidan entre ellas. Los vecinos compiten para podar un pasto (césped, grama) ganador. Ware es el orgulloso capitán del equipo de fútbol americano.
Se merecen algo mejor.
Historias similares ocurren en todas las ciudades de Estados Unidos. Como Matt Mayberry, quien dirige el Museo de Pioneros de Colorado Springs, le dijo al periódico: “Es un error observar lo que está ocurriendo en Colorado Springs y no verlo como parte de una tendencia nacional”.
Estas son historias sobre el desarrollo de la infraestructura, la educación y la vigilancia policíaca. También son historias sobre la salud. No porque se enfoquen en los cuidados de salud, aunque una sección sí lo hace, pero porque demuestran muy bien cómo nuestras vidas dependen de nuestros ambientes, aún más que de los cuidados médicos que recibimos o lo mucho que nos comprometamos a la buena nutrición y al ejercicio.
Así es como las desigualdades en salud se manifiestan. No es práctico comprar mucha comida sana si tardamos cuatro horas para ir al supermercado. Graduarse de la preparatoria (high school) es un elemento predictor importante de la longevidad y más difícil de lograr si el salario de tus padres no cubre las necesidades. Las vidas son más cortas y menos sanas en lugares donde se permite que empeoren los crímenes violentos.
La serie no ahonda en las desigualdades raciales arraigadas en los planes de la ciudad. El sudeste de Colorado Springs tiene un mayor porcentaje de personas de color que muchas de las otras comunidades vecinas, y esto no es una coincidencia. Esto también es el resultado de decisiones políticas, dice Mia Ramirez, socia comunitaria con The Colorado Trust para la región de Colorado Springs. Algunas de ellas tienes raíces más profundas que las de la historia que exploró The Gazette.
“Históricamente, si eras una persona negra, solo podías vivir, comer, comprar, nadar, etc., en ciertas áreas de la ciudad”, Ramirez dice. La segregación se ponía en práctica en parte a través de los contratos de vivienda que específicamente prohibían que las personas afroamericanas vivieran en muchos vecindarios; el lado sur se estableció como una excepción.
Todos queremos que nuestras opciones importen. Queremos que nuestras vidas dependan de cómo las vivimos, y que no las determine el color de nuestra piel o el lugar donde nacimos. Puede ser doloroso saber que estas cosas importan más para nuestra salud de lo que deberían.
Para resolver estas desigualdades, Ramirez dice, no se requiere un acto caritativo. Se requiere justicia.