Una publicación de The Colorado Trust
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Cuando 2018 llegaba a su fin, me desperté una mañana fría y gris pensando en la cena de Navidad, cuando mi padre leyó una parte de uno de sus sermones antiguos. Mi padre fue un ministro presbiteriano la mayor parte de su vida profesional. Guardó todos sus sermones en cajas y, como otras personas entradas en años suelen hacer, estaba empezando a tirar cajas guardadas cuando encontró esta caja del tesoro con sus sermones.

Al volverlos a leer, ha descubierto los muchos capítulos de felicidad y dolor que ha sentido en su vida. Un sermón apareció para leerlo durante la cena de Navidad. Era de 1993, un sermón que dio en Kalamazoo, Michigan. En él resaltó una frase que se atribuye al autor Henry James:

Tres cosas en la vida humana son importantes:
la primera es ser bondadosos;
la segunda es ser bondadosos;
y la tercera es ser bondadosos.

Al leer la última oración, mi padre se puso a llorar. En mí también surgieron muchas emociones y pensamientos. Primero, mi voz autocrítica habló, como siempre, recordándome todas las veces que no he sido lo suficientemente bondadosa con suficientes personas. Luego me puse a pensar en mi trabajo, en lo que significa ser una aliada blanca, para desarmar las realidades duras del racismo y de la opresión en este país en el que aparecen a diario en mi vida y mi trabajo. ¿De qué manera encaja el ser bondadosa dentro de este marco?

Me encontré volviendo a leer, por enésima vez, el artículo de Tema Okun llamado White Supremacy Culture (“La cultura de la supremacía blanca”). Siempre me sorprende lo mucho que me veo reflejada en él y la manera como he practicado mi liderazgo.

Con frecuencia pensamos que la supremacía blanca son los nacionalistas blancos y “grupos de odio” extremistas marchando con antorchas y protestando contra la remoción de las estatuas confederativas. Esta definición oscurece la realidad de un mayor sistema en funcionamiento. La supremacía blanca, como concepto, incluye la supuesta superioridad de las personas definidas y percibidas como blancas y las acciones y prácticas con base en esas suposiciones. La supremacía blanca, en este contexto, no se refiere a las personas blancas individualmente ni a sus intenciones o acciones individuales, sino a un sistema político, económico y social de dominación generalizada. Como Ta-Nehisi Coates dice en su ensayo The Case for Reparations (“El caso a favor de las indemnizaciones”): “La supremacía blanca no es solamente el trabajo de demagogos impetuosos, o un asunto de falsa consciencia, sino una fuerza tan fundamental para Estados Unidos que es difícil imaginar un país sin ella”.

Nombrar la supremacía blanca cambia la conversación. Pone a la vista el sistema y modifica el lugar del cambio hacia las personas blancas, en donde pertenece. También nos dice hacia dónde dirigir nuestro trabajo de toda la vida, único de nosotros, desafiando la complicidad con y la inversión en el racismo.

Las características de la cultura de la supremacía blanca, según Okun, incluyen el perfeccionismo, un sentido de urgencia, ponerse a la defensiva, valorar la cantidad por encima de la calidad, adorar la palabra escrita, creer que solo existe una manera correcta, el paternalismo, el pensamiento “una de dos”, acaparar el poder, temerle al conflicto abierto, el individualismo, creer que soy la única que puede hacer esto bien, creer que el progreso significa “más grande” y más”, creer en la objetividad y demandar el derecho a la comodidad.

Estas son características de las que me he beneficiado directamente, ya sea económicamente, con ascensos [laborales] o con acceso al poder. Y son características que mantienen el racismo y la opresión vivos y funcionando en este país. Un sinnúmero de veces, en mi campaña para comportarme conscientemente, me he preguntado qué pasaría si se desarmara la cultura de las organizaciones principalmente supremacistas blancas para las que he trabajado a lo largo de mi carrera profesional.

Y siempre regreso a la bondad. Para mí, eso ha significado aprender y practicar una serie totalmente diferente de habilidades, las cuales incluyen enfocarse en las historias usualmente no contadas de las personas con experiencias vividas, fortalecer continuamente las relaciones y la confianza, escuchar para detectar el dolor y el miedo reales, darle tiempo al tiempo y a la paciencia, honrar las culturas y comunidades que se han enterrado e ignorado por sus diferencias, permanecer abierta a ideas que no se han escuchado antes, sanar y aceptar.

Ya que nosotros en The Trust también estamos andando por un camino para desarmar la supremacía blanca y compartir nuestro poder y privilegio, con frecuencia me pregunto cómo sería un lugar de trabajo que no se base en la cultura de la blancura. Me emociona pensar en un lugar en donde las personas se traten como iguales, con un respeto profundo por las experiencias vividas, con una seguridad y una confianza inflexibles donde se permitan compartir y ser vulnerables. Un lugar en donde la bondad y el cariño son los valores centrales con los que se evalúa el éxito. Tenemos mucho camino por andar, ya que el “efecto de la banda elástica” de volver a practicar la supremacía blanca es difícil de deshacer. Y simplemente debe empezar y continuar con nosotros, las personas blancas, quienes mantienen vivas estas características día a día.

Al citar a otros académicos, la educadora sobre la justicia racial y social Robin DiAngelo escribió en su famoso artículo White Fragility (“La fragilidad blanca”) que:

Mientras que los esfuerzos antirracistas buscan transformar el racismo institucionalizado, la educación antirracista quizás sea más eficaz para empezar en el nivel micro. El objetivo es generar el desarrollo de perspectivas y habilidades que permitan que todas las personas, sin importar su ubicación racial, inicien activamente el cambio. Ya que los individuos que viven dentro de un sistema racista están enredados en sus relaciones, esto significa que todos son responsables por perpetuar o por transformar ese sistema. Sin embargo, aunque todos los individuos desempeñan un papel manteniendo el sistema activo, la responsabilidad por cambiarlo no se comparte equitativamente. El racismo blanco es básicamente un problema blanco y la responsabilidad de interrumpirlo le pertenece a la gente blanca.

Estamos en el año 2019 y el trabajo solo sigue aumentando. Sé que tengo muchas cosas de las que no me doy cuenta e inversiones inconscientes en la superioridad blanca. Esta sociedad reafirma mis inversiones todos los días. He contribuido a mantener este sistema. Me beneficia injustamente y tengo la responsabilidad de interrumpirlo. Es un honor para mí trabajar y contribuir en un lugar en donde puedo decir estas cosas y luchar para que exista un mundo diferente en donde la equidad es el principal impulso.

Gwyn Barley, PhD

Vicepresidenta de colaboraciones comunitarias y subsidios

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