Es 31 de enero y Gloria y Alexander (quienes pidieron que no publicáramos sus apellidos por razones de seguridad) solo han estado en Denver por tres días. Hablan conmigo, con ayuda de una intérprete, en una acera detrás del hotel donde están recibiendo refugio mientras su hijo de 6 años juega cerca.
De las manos de Gloria cuelga una bolsa con sus almuerzos—contenedores llenos con puerco deshebrado, frijoles, arroz y verduras, además de fruta fresca. Alexander toma café caliente y se ríe: “Sabe bien hasta sin azúcar”.
La noche anterior, no cenaron porque no entendieron algunas de las reglas del hotel convertido en refugio que la Ciudad de Denver administra. Dicen que esta comida caliente donada se parece más a lo que están acostumbrados a comer en Colombia.
Desde principios de enero, empleados y voluntarios de SAME (Para que todos puedan comer, por sus siglas en inglés) Café Denver—un restaurante donde las personas pueden pagar, trabajar como voluntarios o donar frutas y verduras frescas para una comida—ha traído 200 almuerzos calientes a este sitio casi todos los lunes, miércoles y viernes. (Para proteger la seguridad de los inmigrantes, el café pidió que no se publicara el hotel exacto.)
Durante el primer servicio de SAME Café Denver, en el cual distribuyó 100 comidas, “se nos acabaron muy rápido”, dice la chef principal Kim Brazile. “Mucha gente terminó yéndose sin comida”.
Según el panel informativo de la ciudad, se han atendido a 38,391 personas inmigrantes desde enero de 2023. El 6 de febrero, la ciudad informó que 3,726 estaban viviendo en refugios, una cantidad menor comparado con la máxima de 5,204 el 11 de enero. El gobierno de la Ciudad y el Condado de Denver administra 10 refugios para inmigrantes, siete de ellos en propiedades de hotel. Para recibir espacio en un refugio, la persona necesita haber estado en el país menos de 30 días.
(Cabe resaltar que los funcionarios del gobierno por lo general se refieren a los recién llegados como migrantes; sin embargo, hemos decidido usar la palabra “inmigrante” en esta historia. Según definiciones ampliamente usadas, los inmigrantes viajan a otro país para establecerse ahí, mientras que los migrantes son personas que están en movimiento ya sea adentro de su propio país o cruzando fronteras. Por lo tanto, las personas recién llegadas eran migrantes cuando estaban en camino, pero ahora se consideran inmigrantes ya que esperan permanecer en los Estados Unidos. En muchos casos, específicamente, son personas que están solicitando asilo.)
Aunque la ciudad proporciona desayuno y cena para todos (y los niños también reciben un almuerzo), la comunidad de Denver ha estado cubriendo lo que falta. SAME Café Denver empezó a participar a pedido de Rachel Handler, líder de un grupo de vecinos locales organizado en Facebook, quien proporciona recursos a inmigrantes recién llegados. Handler ayudó a organizar un tren de comida que sigue funcionando y también ha proporcionado medicamentos donados en este refugio en el este de Denver. Desde el 8 de diciembre, Handler y otros vecinos han servido una comida diaria a por lo menos 100 inmigrantes y recaudado más de $4,000 para comprar medicamentos y otros artículos.
La familia de Gloria voló a la Ciudad de México, tomó autobuses a la frontera con Texas y luego otro autobús a Denver. Ahora, están compartiendo una habitación de hotel con dos camas y un baño con otra familia de cuatro personas. Se pusieron contentos al saber sobre los almuerzos de SAME Café—un descanso de las comidas repetitivas que dan en el hotel.
“Quieres ser agradecida”, Gloria dice, pero la comida que la ciudad proporciona a veces no es suficiente.
Alexander habla animadamente mientras muestra fotos en su teléfono de sus platillos colombianos favoritos, como el sancocho, un guiso espeso, y la bandeja paisa, un gran plato con chorizo, plátano frito, frijoles y más.
“No vinimos aquí para ser la carga de nadie”, Alexander dice. “Necesitamos trabajar y producir e independizarnos”.
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El sótano de SAME Café está lleno del intoxicante aroma de carne asada por horas. Esta mañana a finales de enero, la chef Brazile llegó a las 7 a. m. para preparar libras de arroz y recalentar el puerco que había cocinado durante horas el día antes.
El almacén cuenta con repisas de metal llenas de harina sin gluten y arroz jazmín, contenedores rellenos de calabaza tipo espagueti, filas de vasos y cajas con bolsas de basura. La mayoría de los artículos fueron donados. En un rincón, Brazile y dos voluntarios llenan eficientemente un par de contenedores desechables a la vez con arroz, frijoles, papas, cebollas, pimientos y puerco deshebrado cubierto de salsa de peras.
Los contenedores sellados se pondrán en bolsas refrigeradas flexibles, y luego se subirán a la camioneta del café—junto con dos cajas con manzanas y una caja con peras, café caliente, cubiertos y vasos—y se llevarán a 10 millas de distancia donde los espera una fila de inmigrantes temporalmente alojados en un refugio-hotel en el este de Denver.
Brazile es bastante constante con sus menús: una base de arroz y frijol con pavo o puerco encima. Quiere que sean nutritivos y culturalmente apropiados para los comensales, quienes vienen principalmente de Sudamérica. (Dependiendo de las donaciones, quizás también agregue algo dulce.) Brazile ha escuchado que están disfrutando la comida y que los deja satisfechos.
“Mi esperanza es que puedan sacar dos comidas de un contenedor”, dice.
Aunque es un proyecto nuevo, este trabajo no es desconocido para el equipo de SAME Café Denver. In 2020, cuando la pandemia de COVID-19 los obligó a cerrar el restaurante temporalmente, modificaron su labor para proporcionar comida para llevar y de entrega a domicilio entre integrantes de la comunidad sin acceso a vivienda ni transporte.
Los almuerzos para los inmigrantes le cuesta a SAME Café alrededor de $3 por contenedor. El restaurante ha logrado prepararlos totalmente gracias a donaciones financieras y de productos sin usar sus propias provisiones, pero el negocio paga por el café, los contenedores, la mano de obra y la gasolina. Ya recaudaron más de $4,500 para respaldar el esfuerzo. (Las personas interesadas pueden anotarse para trabajar como voluntarios o donar comida o dinero. La ciudad también mantiene una lista de donaciones que se necesitan.)
“Se está convirtiendo en una parte de nuestros servicios diarios aquí”, dice Carrie Shores, la directora ejecutiva de SAME Café Denver. “Esto es algo que hacemos todos los días. No solo respondemos a una crisis o necesidad temporal”.
Arriba de donde Brazile y los voluntarios están llenando contenedores con comida, SAME Café sigue ofreciendo sus almuerzos regulares, sirviendo comidas saludables hechas con ingredientes caseros de lunes a viernes de 11 a. m. a 2:30 p. m. Maria Determan, la coordinadora bilingüe de alcance comunitario, reparte tarjetas en español para invitar a las personas que reciben almuerzos a que vayan a comer gratis en SAME, y para promover el restaurante como un recurso. Una familia le dijo que habían caminado dos horas para llegar al café, comer y ver caras conocidas.
SAME Café planea seguir ofreciendo comidas directamente en el refugio-hotel hasta finales de febrero. Sin embargo, Shores dice que el proyecto funciona esencialmente de mes a mes según la necesidad, la disponibilidad del personal del restaurante y las donaciones. Y la necesidad está cambiando.
A mediados de enero, el alcalde de Denver Mike Johnston anunció que el 5 de febrero el gobierno empezará a limitar cuánto tiempo los inmigrantes pueden permanecer en refugios administrados por la ciudad—42 días para las familias y 14 días para las personas solas. (Esto significa el regreso a una antigua norma que la administración pausó en noviembre de 2023 debido a temperaturas heladas.) El alcalde dijo que problemas presupuestarios y la falta de apoyo por parte del gobierno federal están causando que sea imposible seguir proporcionando servicios al mismo ritmo.
Se espera que docenas de personas tengan que salir de los refugios todos los días en los próximos dos meses. SAME Café Denver quizás empiece a distribuir almuerzos en otro refugio si hay menos personas en el hotel en el este de Denver después de que deban salirse.
“Estamos aquí para [dar] apoyo, y el apoyo seguirá siempre y cuando la necesidad exista y tengamos la capacidad”, Shores dice, “pero también sabemos que la cosas pueden cambiar muy rápidamente”.
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El sustento es, por supuesto, solo una de las necesidades cruciales de los inmigrantes nuevos. La otra es una manera de ganar dinero para que puedan construir una vida aquí o en otro lugar de EE. UU.
Daniel, de 31 años, se ha estado quedando en el refugio-hotel en el este de Denver por un mes con su esposa y dos hijos (de 7 y 4 años) y debe salir el 30 de marzo.
“Cuando nos saquen, ¿qué vamos a hacer?” pregunta después de agarrar la comida proporcionada por SAME Café. Ha hecho trabajos ocasionales que ponen un poco de dinero en su bolsillo, pero no es suficiente para cubrir un alquiler.
El alquiler medio por una vivienda de una recámara es de $1,531 en Denver y $1,403 en Aurora, y Denver sigue estando decenas de miles de unidades asequibles por debajo de las necesarias.
“La autorización para trabajar es un proceso federal”, dice Jon Ewing, vocero para el Departamento de Servicios Humanos de Denver. El estatus de las personas inmigrantes cuando llegan al país afecta cuándo y cómo pueden solicitar un permiso de trabajo. (Denverite recientemente publicó un artículo explicando cómo se puede tener acceso a estos permisos y por qué el proceso tarda tanto.) La ciudad está agregando más talleres de asistencia legal y laboral para proporcionar información y ayuda, y el alcalde Johnston ha estado explorando formas de contratar a inmigrantes para que trabajen para la ciudad, pero el proceso es confuso.
El personal de la ciudad habla con los inmigrantes recién llegados sobre lo costosa que la ciudad es y los anima a pensar en lugares donde quizás puedan encontrar trabajo más fácilmente. Algunas de las personas que llegan a Denver no tienen la intención de establecerse aquí, Erwing dice; en esos casos, la ciudad las ayuda a comprar boletos de autobús a sus destinos preferidos, en los que tal vez ya tengan parientes o amigos establecidos.
“Nadie está siendo obligado a subirse a un autobús o nada como eso. Pero sí tratamos de darles consejo sobre sus opciones”, Ewing dice. “Casi la mitad de las personas que hemos atendido han querido un boleto de autobús para otro lugar”.
Ewing dice que el apoyo comunitario como el de SAME Café Denver y el tren de comida han sido esenciales para proporcionar recursos adecuados en medio de limitaciones presupuestarias para la ciudad. “No puedo agradecerle lo suficiente a la comunidad por todo lo que han hecho. Vamos a necesitarlos durante los próximos meses. Totalmente espero que [la cantidad de] llegadas aumenten otra vez con todo”.
La acera afuera del hotel en el este de Denver está menos llena que a principios de enero, pero igual hay bastantes personas para alimentar. Es un día de enero sorprendentemente cálido, y niños corren por aquí, transformando cajas vacías en trineos que usan para bajar por un montículo de tierra. Un niño se sienta sobre una alcantarilla, mordiendo una manzana crujiente.
Julia Carrasquero llegó a Denver con siete integrantes de su familia. Tardaron seis meses para llegar, a pie, desde Venezuela hasta la frontera con EE. UU. Más allá de la comida, la cual le gusta, los medicamentos que Handler distribuye a través de donaciones son esenciales. El nieto de Carrasquero está enfermo de varicela, la cual se ha propagado entre los niños.
Más niños que adultos esperan a que lleguen los almuerzos de SAME Café. A las personas inmigrantes las invitan para que ayuden a distribuir la comida entre sus compañeros de hospedaje detrás de dos mesas plegables. Otras ayudan a dirigir la fila para que avance un par de comensales a la vez y eviten la aglomeración.
“Es una enorme parte de esto que sea una experiencia digna”, Determan dice. “No estamos sirviendo la comida—estamos proporcionando la comida. Cualquier cosa que tengamos, la damos”.
Traducido por Alejandra X. Castañeda