El sonido constante de palas golpeando la tierra de un huerto en Palisade, Colorado, señala la ubicación de media docena de trabajadores—todos mexicanos, aquí con visas de trabajo—en la que están reemplazando árboles de duraznos que una helada tardía mató hace tres años. Los trabajadores agarran árboles jóvenes envueltos en plástico amarillo y que les llegan a las rodillas, y los entierran en la tierra húmeda, asegurando sus raíces con los golpes de sus palas.
Algunos de estos trabajadores agrícolas estuvieron en los mismos huertos cerca de las colinas de Gran Mesa en la Ladera Occidental de Colorado cuando temperaturas heladas marchitaron y ennegrecieron los árboles. Les dio tristeza tener que cortar árboles quebradizos que habían estado cuidando durante las temporadas anteriores de plantación, poda, raleo y cosecha. Dicen que esperan estar aquí para ver que estos árboles nuevos empiecen a producir fruta en varios años.
Estos trabajadores sienten que han invertido en la prosperidad de Rancho Durazno. Se dedican a realizar una dura tarea en este rancho de 40 acres, una tarea que pocos residentes locales están dispuestos a realizar. Según entrevistas entre múltiples trabajadores migrantes, al igual que el director de un grupo de servicios para el migrante en Palisade, a los trabajadores de Rancho Durazno los premian con condiciones laborales, vivienda y una paga decentes. El respeto mutuo prospera aquí junto con la fruta.
Por eso regresan con visas de trabajo año tras año para cuidar de los árboles y suplementar los ingresos cada vez menores que obtienen durante la temporada de pesca en Paredoncito, el diminuto pueblo costero en Sonora, México, donde la mayoría tiene su hogar.
“Está muy bien”, dijo Adolfo Yebismea Jupa, de 52 años, quien empezó a trabajar en Rancho Durazno hace 14 años. A través de un intérprete, agregó: “Tenemos todo lo que queremos aquí”.
“Nos tratan bien. Nos demuestran respeto”, dijo el yerno de Yebismea Jupa, Luis Ángel Guzmán Mancillas, quien también habló a través de un intérprete. (Ninguno de los dueños ni supervisores de Rancho Durazno estuvieron presentes durante estas entrevistas.)
A partir de esta temporada, estos trabajadores en Rancho Durazno se unirán a un esfuerzo más amplio que aumentará las protecciones en Colorado para que más trabajadores agrícolas y ganaderos sean tratados con el mismo respeto.
Mediante una votación unánime que hicieron en un cobertizo de empaque el verano pasado, los trabajadores de Rancho Durazno les dieron a los dueños el visto bueno para unirse al Programa de Comida Justa, un movimiento innovador a favor de los derechos humanos que empezó hace una docena de años en los campos de tomate de Florida. La aprobación de los trabajadores de Rancho Durazno resultó en que el rancho se convirtiera en la primera empresa agrícola en Colorado que se unió al movimiento.
“Este programa es totalmente nuevo en esta parte del país. Hasta hace poco, no muchos de nosotros lo conocíamos”, dijo Gwen Cameron, copropietaria de Rancho Durazno con su padre, Tom. Cameron les presentó el programa a sus trabajadores e invitó a organizadores de Florida para que vinieran a hablar con ellos sobre cómo está estructurado el Programa de Comida Justa y cómo afectaría las operaciones y el trabajo diarios.
En Rancho Durazno, los cambios serán pocos. Con base en varias entrevistas, el huerto orgánico de mediano tamaño parece ya tener una reputación tanto entre trabajadores como otros productores de tratar bien a sus empleados. Pero que Rancho Durazno se agregue a la creciente lista nacional de participantes en el Programa de Comida Justa servirá para informar a otros productores de Colorado que la puerta está abierta para ofrecer protecciones adicionales de derechos humanos, más allá de las incluidas en la ley estatal de 2021. Esta ley fue diseñada para rectificar algunos de los abusos persistentes en el trabajo agrícola migrante por décadas.
A diferencia de los requisitos que se imponen con la ley de Derechos de los Trabajadores Agrícolas, las protecciones del Programa de Comida Justa están impulsadas por los trabajadores mismos y son voluntarias. Además, una vez que el productor o comprador se une, debe cumplir las reglas del programa. “Es cooperativo en lugar de confrontativo”, es como el agrónomo y consultor de tierras en Alamosa Patrick O’Neill explica la iniciativa.
O’Neill dijo que eso no significa que esté basado en conceptos sentimentales. Hay una serie de pasos estrictos que deben cumplirse antes de ser admitido en el programa. El Programa de Comida Justa requiere un compromiso legalmente vinculante de los productores y de las compañías de alimentos que les compran. Hay métodos verificables para asegurar que a los trabajadores los traten bien.
O’Neill dijo que empezó a evaluar programas de trabajo agrícola alrededor del país para algunos de los productores en Colorado a quienes les ofrece servicios de consultaría. Después de seis meses de búsqueda y un viaje de reconocimiento a Florida, determinó que el Programa de Comida Justa “sobresale por mucho entre el resto”.
Dan Waldvogle, director del Sindicato de Granjeros en las Montañas Rocosas, concuerda.
“Este es un programa con mucha integridad”, Waldvogle dijo. No planea todavía “respaldar en un 100 por ciento el Programa de Comida Justa” para sus miembros, pero está esperando ver si y cómo las reglas del programa pueden modificarse para concordar con los huertos y campos de Colorado. Sin embargo, Waldvogle planea incluir conceptos del Programa de Comida Justa como parte de las recomendaciones de su organización para crear la próxima propuesta nacional legislativa agrícola.
Waldvogel dijo que considera el Programa de Comida Justa, los esfuerzos a favor del derecho del trabajador y la ley de 2021 como una “llamada de atención para nuestra organización”.
El Programa de Comida Justa es, esencialmente, un esfuerzo a favor de los derechos humanos de los trabajadores a quienes con demasiada frecuencia se los infravalora en la cadena de suministros alimentarios. El programa se considera innovador porque establece una colaboración legal entre los trabajadores agrícolas, los productores y las compañías que compran alimentos. Esta colaboración busca, a través de una serie de controles, equilibrios y recompensas, erradicar el trabajo forzoso y el maltrato de los trabajadores.
Les da a los productores una ventaja de mercadeo con compradores que aceptan adherirse a los principios del programa. También está diseñado para incluir a los consumidores en la ecuación, permitiéndoles elegir productos comprobados de productores que tratan bien a sus trabajadores.
El programa empezó en Florida con la Coalición de Trabajadores de Immokalee, trabajadores en los campos de tomate que se reunieron en una iglesia en 1993 para hablar sobre lo que debían hacer debido a años de salarios en declive. La creciente cantidad de integrantes del grupo terminó por usar paros laborales, huelgas de hambre y una marcha de 234 millas de Ft. Myers a Orlando para atraer atención a su causa. El programa terminó incluyendo a más del 90 por ciento de los 30,000 trabajadores agrícolas migrantes que trabajan en los campos de tomate.
Después de que los salarios aumentaron, el grupo, en el año 2000, se enfocó en luchar contra la servidumbre involuntaria de los trabajadores y desencadenó investigaciones que encontraron que a algunos trabajadores agrícolas los estaban tratando como esclavos en la actualidad. Las investigaciones resultaron en que se liberaran a más de 1,200 trabajadores a quienes los estaban forzando a trabajar contra su voluntad, algunos durante décadas.
La coalición logró aparecer en muchos titulares de prensa cuando atacó a Taco Bell, un importante comprador de tomates de Florida. Después de una lucha de cuatro años, Taco Bell aceptó cumplir con las demandas de la coalición para mejorar los salarios y las condiciones de trabajo de los trabajadores agrícolas que cosechan los tomates picados que aparecen en sus productos.
Los esfuerzos iniciales de la coalición se transformaron en el Programa de Comida Justa en 2011 y atrajeron a 14 compañías multibillonarias, como Walmart, McDonald’s, Subway, Sodexo, Trader Joe’s y Whole Foods, para que aceptaran adherirse al Código de Conducta del Programa de Comida Justa. Las compañías aceptaron comprar ciertas categorías de frutas y verduras, como tomate y lechuga, de productores que han aceptado las reglas de Comida Justa.
El código de conducta es una lista de prácticas de empleo compuesta de cinco partes, desde el control de tiempo y los descansos bajo sombra hasta la atención médica y la reducción a la exposición a sustancias químicas peligrosas. También describen con detalles una serie de violaciones, como el acoso sexual, las amenazas de violencia y el no pagar todo el sueldo ganado. Las consecuencias por esas violaciones varían entre obligar a que se corrijan rápidamente y la suspensión del programa. La segunda incluye un golpe de mala publicidad.
Para hacer cumplir y monitorear esas reglas, la coalición estableció un Consejo de Estándares de Comida Justa, un grupo externo que realiza auditorías regularmente e investiga quejas por violaciones. Los trabajadores pueden enviar quejas a través de una línea telefónica anónima disponible las 24 horas.
La prima de la Comida Justa es el elemento final del programa. Es un pequeño pago, con frecuencia por libra, que los compradores les dan a los productores y que se transfiere a los trabajadores como un bono independiente en sus sueldos regulares. Desde que el programa se formó, la prima ha significado $38 millones más en los bolsillos de los trabajadores.
El Programa de Comida Justa también ha resultado en ganancias de otras formas. Entre ellas figura una mayor influencia de los trabajadores que ha dado lugar a felicitaciones para el programa.
En un escrito publicado en Harvard Business Review, The Bridgespan Group nombró al programa entre las 15 “iniciativas notables” en el sector social. Ocho facultades de leyes formaron un consorcio con Harvard que recomendó que las prácticas del Programa de Comida Justa se incluyeran en la propuesta legislativa agrícola nacional de este año. El programa ha recibido numerosos reconocimientos, incluida la Medalla Presidencial por “esfuerzos extraordinarios para combatir la trata de personas”, el premio al Crecimiento Verde del Consejo de Defensa de Recursos Naturales, y que un fundador del programa recibiera la Beca MacArthur (también conocida como el “subsidio a genios”).
Julie Taylor con el Ministerio Nacional de Trabajadores Agrícolas dijo que las felicitaciones son bien merecidas debido a que el Programa de Comida Justa ha establecido una excelente trayectoria escuchando a los trabajadores y sus necesidades.
“Preguntarle al 80 por ciento de los trabajadores cómo les va, en lugar de preguntarle al 10 por ciento, marca una gran diferencia”, dijo. “Las quejas se investigan rápidamente y se abordan rápidamente”.
Aunque es nuevo en Colorado, el Programa de Comida Justa ya está ganando el respeto de otros grupos de ayuda para el trabajador migrante en el estado.
“Esto parece ofrecer un buen beneficio para los trabajadores”, dijo Ricardo Perez, director ejecutivo del Proyecto de Asuntos Hispanos (un beneficiario de The Colorado Trust), el cual ha dado seguimiento por años a las quejas de los trabajadores agrícolas en la Ladera Occidental.
Perez dijo que ha observado menos abusos contra los trabajadores en general por la región, pero “todavía hay problemas todos los días y no tenemos la capacidad de monitorear todos los problemas”.
El programa empezó en Florida con la Coalición de Trabajadores de Immokalee, trabajadores en los campos de tomate que se reunieron en una iglesia en 1993 para hablar sobre lo que debían hacer debido a años de salarios en declive. La creciente cantidad de integrantes del grupo terminó por usar paros laborales, huelgas de hambre y una marcha de 234 millas de Ft. Myers a Orlando para atraer atención a su causa. El programa terminó incluyendo a más del 90 por ciento de los 30,000 trabajadores agrícolas migrantes que trabajan en los campos de tomate.
Después de que los salarios aumentaron, el grupo, en el año 2000, se enfocó en luchar contra la servidumbre involuntaria de los trabajadores y desencadenó investigaciones que encontraron que a algunos trabajadores agrícolas los estaban tratando como esclavos en la actualidad. Las investigaciones resultaron en que se liberaran a más de 1,200 trabajadores a quienes los estaban forzando a trabajar contra su voluntad, algunos durante décadas.
La coalición logró aparecer en muchos titulares de prensa cuando atacó a Taco Bell, un importante comprador de tomates de Florida. Después de una lucha de cuatro años, Taco Bell aceptó cumplir con las demandas de la coalición para mejorar los salarios y las condiciones de trabajo de los trabajadores agrícolas que cosechan los tomates picados que aparecen en sus productos.
Los esfuerzos iniciales de la coalición se transformaron en el Programa de Comida Justa en 2011 y atrajeron a 14 compañías multibillonarias, como Walmart, McDonald’s, Subway, Sodexo, Trader Joe’s y Whole Foods, para que aceptaran adherirse al Código de Conducta del Programa de Comida Justa. Las compañías aceptaron comprar ciertas categorías de frutas y verduras, como tomate y lechuga, de productores que han aceptado las reglas de Comida Justa.
El código de conducta es una lista de prácticas de empleo compuesta de cinco partes, desde el control de tiempo y los descansos bajo sombra hasta la atención médica y la reducción a la exposición a sustancias químicas peligrosas. También describen con detalles una serie de violaciones, como el acoso sexual, las amenazas de violencia y el no pagar todo el sueldo ganado. Las consecuencias por esas violaciones varían entre obligar a que se corrijan rápidamente y la suspensión del programa. La segunda incluye un golpe de mala publicidad.
Para hacer cumplir y monitorear esas reglas, la coalición estableció un Consejo de Estándares de Comida Justa, un grupo externo que realiza auditorías regularmente e investiga quejas por violaciones. Los trabajadores pueden enviar quejas a través de una línea telefónica anónima disponible las 24 horas.
La prima de la Comida Justa es el elemento final del programa. Es un pequeño pago, con frecuencia por libra, que los compradores les dan a los productores y que se transfiere a los trabajadores como un bono independiente en sus sueldos regulares. Desde que el programa se formó, la prima ha significado $38 millones más en los bolsillos de los trabajadores.
El Programa de Comida Justa también ha resultado en ganancias de otras formas. Entre ellas figura una mayor influencia de los trabajadores que ha dado lugar a felicitaciones para el programa.
En un escrito publicado en Harvard Business Review, The Bridgespan Group nombró al programa entre las 15 “iniciativas notables” en el sector social. Ocho facultades de leyes formaron un consorcio con Harvard que recomendó que las prácticas del Programa de Comida Justa se incluyeran en la propuesta legislativa agrícola nacional de este año. El programa ha recibido numerosos reconocimientos, incluida la Medalla Presidencial por “esfuerzos extraordinarios para combatir la trata de personas”, el premio al Crecimiento Verde del Consejo de Defensa de Recursos Naturales, y que un fundador del programa recibiera la Beca MacArthur (también conocida como el “subsidio a genios”).
Julie Taylor con el Ministerio Nacional de Trabajadores Agrícolas dijo que las felicitaciones son bien merecidas debido a que el Programa de Comida Justa ha establecido una excelente trayectoria escuchando a los trabajadores y sus necesidades.
“Preguntarle al 80 por ciento de los trabajadores cómo les va, en lugar de preguntarle al 10 por ciento, marca una gran diferencia”, dijo. “Las quejas se investigan rápidamente y se abordan rápidamente”.
Aunque es nuevo en Colorado, el Programa de Comida Justa ya está ganando el respeto de otros grupos de ayuda para el trabajador migrante en el estado.
“Esto parece ofrecer un buen beneficio para los trabajadores”, dijo Ricardo Perez, director ejecutivo del Proyecto de Asuntos Hispanos (un beneficiario de The Colorado Trust), el cual ha dado seguimiento por años a las quejas de los trabajadores agrícolas en la Ladera Occidental.
Perez dijo que ha observado menos abusos contra los trabajadores en general por la región, pero “todavía hay problemas todos los días y no tenemos la capacidad de monitorear todos los problemas”.
“Creo que nuestros programas se complementan entre sí”, dijo Hunter Knapp, director de desarrollo de Project Protect, un grupo formado en 2020 para encontrar y abordar el abuso de los trabajadores agrícolas y ganaderos. Dijo que el Programa de Comida Justa tiene el beneficio de estar más orientado hacia el consumidor, mientras que Project Protect trabaja más tras bastidores proporcionando atención de salud y comida a los trabajadores e investigando quejas con la ayuda de un pequeño grupo de promotores que viajan a granjas y ranchos en Colorado.
Tom Acker, presidente de la organización comunitaria Ladera Occidental Contra la Trata de Personas, dijo que cree que el Programa de Comida Justa realiza la mejor tarea conectando a los consumidores con los trabajadores. “Hace que estén más informados los unos de los otros”, dijo.
El Programa de Comida Justa se ha expandido a 12 estados, con Colorado siendo la adición más reciente, y tres países más. Representantes de la Coalición de Trabajadores de Immokalee vinieron a Colorado el año pasado para presentar el programa a los trabajadores en Rancho Durazno y Tuxedo Corn Company cerca de Olathe. Las reuniones se limitaron a los trabajadores y representantes de la coalición—no se permitió que estuvieran los jefes, una estrategia que les hace saber a los trabajadores que realmente es su decisión.
Tuxedo, quien distribuye el reconocido elote dulce de Olathe, todavía está esperando para ser la segunda compañía en unirse al movimiento en Colorado. Todavía no forma parte oficial de la lista de participantes certificados por el Programa de Comida Justa debido a una complicación laboral.
El copropietario de Tuxedo David Harold dice que los trabajadores de Tuxedo dividen su tiempo con otros productores en el Valle de Uncompahgre, un modelo comercial cooperativo basado en las necesidades impulsadas por el clima y la necesidades cambiantes de las labores agrícolas y el hecho de que múltiples productores mercadean elote a través de Tuxedo. Eso no encaja con las estrictas reglas del Programa de Comida Justa para los productores; existe la posibilidad de que un productor no ligado a las reglas del programa no trate a sus trabajadores tan bien como Tuxedo.
Leonel Perez, un vocero con la Coalición de Trabajadores de Immokalee, dijo que su grupo espera ayudar a Tuxedo para que pueda unirse al programa en un futuro cercano.
“Nos encantaría ver que el programa se expanda a más granjas en la región. Estamos conversando con otras granjas locales”, agregó.
Harold dijo que cree que ya trata a sus trabajadores justamente y con respeto. Pero tuvo que dar algunos pasos más para completar las pautas del Programa de Comida Justa, incluyendo sus sistemas para controlar el tiempo y de contabilidad, y construir refugios con sombra obligatorios. Esto último todavía es una labor en desarrollo. Harold dice que la vivienda que ofrece ya cumple con los estándares, y tan pronto como “las tecnicidades complejas” de los trabajadores compartidos se resuelvan, estará listo para unirse.
Harold, quien había criticado partes de la ley estatal de los Derechos de los Trabajadores Agrícolas porque según él eran demasiado punitivas y se enfocaron en poner a los defensores de la justicia contra los granjeros, dijo que apoya totalmente el Programa de Comida Justa porque usa la cooperación para mejorar el trato de los trabajadores.
“Necesitamos tratar mejor a nuestros trabajadores y ya era hora de que lo hiciéramos”, Harold dijo. “Este programa nos ayuda a cultivar una cultura en la granja donde podemos tener una conversación significativa”.
Selso Roque, un trabajador mexicano que ha estado en Tuxedo Corn por 25 años, dijo que ya está pasando.
“Si no estamos de acuerdo en algo, lo hablamos y lo arreglamos”, dijo Roque un día cuando estaba dándole mantenimiento a una segadora porque el clima húmedo y frío había retrasado la labor de campo.
Los trabajadores en Rancho Durazno dicen que también sienten que pueden decir lo que piensan y dar su opinión, lo cual Gwen Cameron aprecia. Después de todo, algunos de los trabajadores han estado ahí desde que era una niña pequeña paseando por los huertos con sus padres.
Desde que el Programa de Comida Justa le dio nuevas ideas para interactuar con sus trabajadores, dijo que ha estado teniendo conversaciones individuales cada mes con cada uno de sus trabajadores para preguntarles cómo están las cosas. Anota sus respuestas para las auditorías del Programa de Comida Justa.
Jonathan Navidad Yevismea, un sobrino de 22 años de Adolfo Jupa Yebismea (los nombres se traducen del al español, lo cual causa pequeñas variaciones en cómo se deletrean entre una y otra persona, a pesar de ser el mismo apellido), dijo que aprecia el nivel de conexión humana y siente en su tercer año trabajando en Rancho Durazno que está contribuyendo a algo más grande que solo una granja. Dijo que anteriormente había trabajado en granjas lecheras en Minnesota donde observó abusos contra los trabajadores. “A algunos trabajadores los trataban como esclavos”, dijo.
Calle arriba de Rancho Durazno, los propietarios de Talbott Farms, el mayor empleador de trabajadores agrícolas en el área de Palisade, están observando cómo funciona el Programa de Comida Justa para sus vecinos.
Los propietarios Bruce y Charlie Talbott dijeron que, como Rancho Durazno y Tuxedo, no sienten que tengan problemas con sus trabajadores. Bruce Talbott señaló que hay una razón más allá de lo moral que causa que su compañía quiera tratar bien a los trabajadores.
“El país entero enfrenta una falta de trabajadores”, dijo. “Si no tratamos bien a nuestros trabajadores, se irán”.
Charlie Talbott dijo que no le gusta la idea de agregar más complejidad a las amplias operaciones de su familia. El Programa de Comida Justa agregaría un nivel más de monitoreo y documentación a los muchos con los que la granja ya cumple a través del programa federal de visas para trabajadores agrícolas y las reglas de seguridad alimentaria.
“Sentimos que hasta cierto punto si el beneficio de [unirnos al Programa de Comida Justa] supera los pasos y costos, estaríamos dispuestos a hacerlo”, dijo. “Estamos como en un modo de esperar y ver”.
Mientras tanto, Rancho Durazno está totalmente comprometido.
“Es una buena manera de comunicar nuestros valores a nuestros clientes”, Gwen Cameron dijo. “Creo que el público en general está más consciente e interesado en el trato de los trabajadores agrícolas, y el Programa de Comida Justa hizo que me diera cuenta de que necesitamos hacer un mejor trabajo compartiendo nuestra historia”.
Sus trabajadores se sentían orgullosos de contar esa historia mientras esperaban recientemente por sus visitas con empleados de una clínica de salud que Cameron trae a la granja para su beneficio.
Yebismea Jupa dijo que ha podido mandar a dos hijas a la universidad. Ambas ahora son maestras en México.
Mancillas dijo que trajo a su hijo de 10 años a Rancho Durazno con la esperanza de que quiera trabajar ahí algún día—“pero solo si quiere”, subraya.
Navidad Yevismea dijo que recomienda el Programa de Comida Justa a otros trabajadores en la red de huertos y viñedos alrededor de Palisade.
“Honestamente, recomiendo este programa porque hay trabajadores a quienes no los tratan tan bien como aquí”, dijo. “Aquí, estoy recibiendo todo lo que me prometieron”.
Traducido por Alejandra X. Castañeda