Una publicación de The Colorado Trust
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Marty y Jeannette Mayhew en su negocio, Marty’s 47th Street Donuts en el este de Denver, el 24 de sept. de 2020. Fotografías de Joe Mahoney / enviado especial de The Colorado Trust

Personas y lugares

Los negocios de personas negras luchan por mantenerse a flote

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Nada en las experiencias anteriores de Jeannette Mayhew y su esposo Marty los preparó para abrir una tienda de donas. Solo vieron una oportunidad, y la aprovecharon.

“Realmente no sabíamos cómo hacer donas”, Mayhew dijo. “El dueño [anterior] dijo, ‘Me quedaré y haré donas hasta que sepan, les pagaremos esto por hora’. Hizo eso por como una semana y dijo: ‘OK, se acabó’. Y se fue. Sin antes avisar”.

Aprendieron. En los 22 años desde entonces, Marty’s 47th Street Donuts se convirtió en un pilar del vecindario de Montbello en Denver, popular con negocios locales y estudiantes que visitaban camino a la escuela.

Luego llegó la pandemia. La tienda de donas se clasificó como un servicio esencial y permaneció abierta aceptando pedidos para llevar. Pero sin clases presenciales en la escuela ni gente yendo a trabajar, el 75 por ciento de sus ventas desaparecieron. La primavera fue una confusión de formularios y solicitudes, mientras Mayhew trataba de obtener asistencia federal y local para mantenerse a flote.

“No sé lo que está pasando ni cómo funcionará esto”, Mayhew me dijo en mayo, después de varios intentos fallidos para obtener un préstamo a través del Programa de Protección de Pago. “Somos [un negocio] muy pequeño, solo una pequeña tienda. Veo las noticias; se lo están dando a todas estas compañías grandes”.

Por razones de seguridad, Marty’s 47th Street Donuts solo está aceptando pedidos de donas para llevar.

El Programa de Protección de Pago, establecido por el Congreso como una forma de ayudar a las pequeñas empresas a sobrellevar la devastación de la pandemia, ha otorgado préstamos a más de 100,000 compañías en Colorado, según un análisis de The Colorado Sun. Cuando por lo menos el 60 por ciento se gasta en salarios de los empleados y el resto en gastos calificados, el préstamo se perdona.

Cuando hablé con Mayhew en mayo, pensó que tendría más información “en tres o cuatro meses”. Pero al final del verano, nada le quedó más claro.

Mayhew nunca recibió un préstamo del Programa de Protección de Pago, y su banco nunca le dio una razón. En vez de eso, solicitó y recibió un préstamo diferente de $37,000 para pequeñas empresas, el cual tendrá que devolver con intereses del 3 por ciento. Ese préstamo, junto con un subsidio del grupo comunitario Montbello Power Advocates (que recibe fondos de The Colorado Trust), la han ayudado a mantener su negocio abierto, aunque con un horario reducido.

“Realmente no ha mejorado mucho. Seguimos aguantando”, Mayhew dijo a finales de agosto. “Seguiremos manteniéndonos así. Siempre y cuando no se ponga peor”.

Los negocios cuyos dueños son personas negras han enfrentado obstáculos por largo tiempo para tener acceso al mismo capital disponible para muchos negocios de personas blancas, e iniciaron la pandemia en desventaja. Mientras la crisis económica empuja a muchas empresas pequeñas hacia el precipicio, los negocios de personas negras en Denver enfrentan dificultades para seguir abiertos.

A nivel nacional, existe evidencia de que se ha excluido a estos negocios de los esfuerzos de asistencia federal. La mayoría de los prestamistas y negocios que participaron en el Programa de Protección de Pago optaron por no divulgar datos raciales o étnicos, según el Centro para la Integridad Pública. Entre los préstamos cuya información sí está disponible, menos del 2 por ciento se otorgaron a negocios con dueños negros, el Centro encontró.

La discriminación en la distribución de préstamos probablemente sea un factor. Investigadores afiliados a la Coalición Nacional de Reinversión Comunitaria enviaron “clientes misteriosos” a bancos en el área de Washington, D.C. en abril y mayo. Encontraron que era bastante más probable que a los solicitantes blancos (en particular, hombres blancos) los animaran a solicitar un préstamo a través del Programa de Protección de Pago, en comparación con los solicitantes negros con perfiles financieros ligeramente mejores. A las mujeres negras las trataron particularmente mal.

Chuck Sagere es copropietario de Montbello Barber Shop.

“Era la casa club del vecindario”, antes de COVID-19, Sagere dijo. “La gente viene aquí para cortarse el cabello, viene a pasar un poco de tiempo y socializar, tener la oportunidad de hablar y ver a sus amigos”.

Como todas las peluquerías, cerró durante la peor parte de las clausuras. Cuando abrió nuevamente, fue con solo tres de sus seis peluqueros que usualmente trabajan ahí. El alquiler, aunque se pospuso durante el cierre, seguía debiéndose. Un subsidio de Montbello Power Advocates ayudó.

Sagere dijo que su banco lo desalentó a que solicitara un préstamo a través del Programa de Protección de Pago debido al tipo de empleo de los peluqueros; algunos trabajan como contratistas, en lugar de empleados. Tampoco quiso aceptar una deuda que no sería capaz de pagar.

Ahora, Sagere dijo, “Seguimos esforzándonos por avanzar, tratando de acostumbrarnos a la nueva normalidad. Nos estamos acostumbrando a las nuevas regulaciones”.

El alquiler sigue preocupándolo. Si el negocio no aumenta antes de fin de año, Sagere calcula que tendrán un saldo negativo de $12,000 solo por el alquiler que deben.

Pero han estado ocupados últimamente. Sagere estaba tratando de contratar a nuevos peluqueros.

“Hemos regresado a ser amigos y parientes”, Sagere dijo. La mayoría de sus clientes no hacen mucho más que ir a trabajar y regresar a casa. “Este es el lugar al que vienen para conversar con otro adulto que no sea su pareja. Esa es como la alegría en [esta situación] ahora”.

Para los dueños de African Grill and Bar, un popular restaurante en Green Valley Ranch, el momento en que llegó la pandemia fue devastador. Theodora y Sylvester Osei-Fordwuo, inmigrantes de Ghana, habían abierto una nueva sucursal en Lakewood e invertido todo lo que tenían para comprar un gran espacio junto al boliche Bowlero. Las ventas que habían desarrollado gradualmente durante el año cayeron precipitadamente, en un 80 o 90 por ciento.

Theodora Osei-Fordwuo y su hija Maame, de 15 años, preparan un pedido de comida para entregar en la sucursal de Lakewood de su restaurante African Bar and Grill el 22 de sept. de 2020.

A finales de agosto, solo había un par de clientes comiendo en el espacioso restaurante de Lakewood, y nadie haciendo fila para pedir una de sus especialidades para llevar a casa: rojo rojo (estofado ghanés con chícharos salvajes y plátano macho), fufu (un alimento básico almidonado de África occidental), huachinango, patas de pollo, samosas y chapati. La comida estaba muy caliente y deliciosa.

La pareja sí solicitó y recibió un pequeño préstamo a través del Programa de Protección de Pago, y esperan que se los perdonen. También recibieron un subsidio de Montbello Power Advocates. Pero igual que los otros negocios, están enfrentando otra temporada más de incertidumbre.

“Ese dinero ayudó, pero al mismo tiempo, no ayudó tanto”, Theodora Osei-Fordwuo dijo recientemente. Sus gastos mensuales llegan a casi $40,000 entre los dos negocios. “No tenemos opción. Tenemos que mantenerlos y seguir haciendo lo que podamos”.

Kristin Jones

Escritora y editora independiente
Denver, Colo.

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